viernes, 13 de noviembre de 2009

Club del chiste

Hoy, para afrontar la humedad, un chiste con moraleja sobre el valor del Saber que envió Paula Salguero. ¡Gracias, Paula!  
Recuerden que pueden enviar sus chistes sobre ciencia a leonardomoledoblog@gmail.com, así sumamos al repertorio.

Algunas veces es un error juzgar el valor de una actividad simplemente por el tiempo que toma realizarla...
Un buen ejemplo es el caso del ingeniero que fue llamado a arreglar una computadora muy grande y extremadamente compleja, una computadora que valía 12 millones de dólares. Sentado frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato. Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo. Entonces encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente. El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.
- ¿Cuánto le debo? -preguntó.
- Son mil dólares, si me hace el favor.
- ¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos momentos de trabajo? ¿Mil dólares por apretar un simple tornillito? ¡Ya sé que mi computadora cuesta 12 millones de dólares, pero mil dólares es una cantidad disparatada! La pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que la justifique.
El ingeniero asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla en el acto, sin chistar.


La factura decía:
Por servicios prestados:

Apretar un tornillo........................ 1 dólar

Saber qué tornillo apretar............... 999 dólares


3 comentarios:

Carlos dijo...

Hay un chiste reviejo pero tiene su encanto. Por un pueblo iba a pasar por primera vez una locomotora a vapor. Los vecinos la miraban estupefactos. Entonces, el maestro de escuela, el único capacitado, les dio una larga explicación. "¿Entendieron?" preguntó. "Sí, entendimos todo. Pero ¿dónde están los caballos?"

Carlos dijo...

En "Un yanki en la corte del rey Arturo" el autor, Mark Twain, recibe un golpe en la cabeza, y despierta muchos siglos atrás. A la larga, se acostumbra a todo, menos a una cosa: a volver a escuchar los chistes de su época.

Rorry_la Charo dijo...

Es la segunda vez que lo leo (una lo recibí por mail) y me pareció sensacional.
Un placer conocer este blog al que pienso visitar con frecuencia.