jueves, 6 de mayo de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 21

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La ciudad amenaza con convertirse en un campamento fúnebre, sin ataúdes para los entierros, con lógicos cayendo redondos a diestra y siniestra, asesinados por un cuchillo irracional y, hasta el momento, abstracto. Se rumorea que los entierros colectivos son la solución más usada contra la escasez de ataúdes. El jefe de policía decide hacer su aparición, pero nada parece destinado a ordenarse y encausarse dentro de la lógica.

CAPITULO 21

Las cosas claras: el problema, en última instancia,no residía en la falta de ataúdes sino en la mezcolanza de cadáveres. La multiplicidad indiscriminada era el origen de la desazón y no sólo por lo inanimado, sino la misma que produce una muchedumbre desorganizada por más viva que esté. Lo mismo ocurría con los lógicos. Perturbaba el momento, la simultaneidad de las muertes, y la falta de ataúdes, el paralelismo vicioso que se había establecido entre las dos situaciones y que la Policía se empeñaba todavía en ignorar. Fue el embajador de Inglaterra el que primero intentó retomar el hilo de la reunión.

-La realidad es múltiple dijo allí radica su principal debilidad, ya que se expone a dejarse atacar por las ciencias experimentales.

El Jefe de Policía, sin embargo seguía ensimismado la Policía y la realidad son como dos caras de la misma moneda dijo al fin allí donde la realidad es confusa, la Policía está encargada de restablecer la claridad por medio del ejercicio irrestricto de la arbitrariedad. Cada acto de la Policía, al dividir al mundo automáticamente en buenos y malos, configura "per se", un universo moral.

-Pero no había dicho usted que, precisamente, querían escapar de esa tiranía ética? -pregunté.

-En efecto. -respondió la cuasi esfera de sabiduría policial Lo que observamos, un tiempo ha, junto con un grupo de joviales compañeros, es que lo policial y lo jurídico muchas veces interferían, ya que nuestra misión es definir al criminal y luego apresarlo en los propios términos de la definición. Y ese tipo de procedimientos, olvida, claro esta, miles de parámetros, que luego son manejados en forma arbitraria por los jueces : la intencionalidad, la infancia del delincuente, su ubicación en la sociedad, sus inclinaciones sadomasoquistas, los impulsos autodestructivos. Toda una serie de elementos que, olvidados o no tenidos en cuenta en el hecho policial, configuran el hecho jurídico, y conducen a que casi todos los criminales sean finalmente perdonados. Para la Justicia, sólo el inocente es punible, ya que la inclinación criminal misma configura un cuadro atenuante. La Policía, en cambio, debe definir la inocencia y apartarla del criminal antes de arrestarlo, procedimiento que se realiza, es cierto, en forma azarosa. Y no es que nosotros tengamos nada contra el azar.

-Ni nosotros dijo Simón de Indias el azar, al fin y al cabo, rige por entero el mundo de las antigüedades. Quién decreto que tal estatua se salvará y no tal otra? Quién condenó a la destrucción a un templo entero y salvó en cambio la piedra que habrá de representarlo en las trastiendas de la modernidad? El azar tiene una ventaja sobre el pasado, y es que es siempre contemporáneo.

-Teniendo en cuenta precisamente esas observaciones dijo el Jefe de Policía es que hemos diseñado el experimento que a continuación voy a exponerles.

Sin lugar a dudas, se aproximaba el momento culminante de la reunión y el Jefe de Policía había adoptado una pose de bebé, poco acorde con la supuesta solemnidad del encuentro. De pronto, parecía ignorar la realidad en que estábamos sumidos : los carromatos, los lógicos, la muerte impregnando todo. La piel de los pómulos se estiró hasta lo alarmante, dándole el aspecto de un trashumante que acaba de cruzar un desierto peligrosísimo. Encendí un cigarrillo y la primera bocanada de humo consiguió restablecer la realidad entre los presentes. Las sustancias cancerígenas, al penetrar en sus pulmones, los volvieron a la realidad. El Jefe de Policía distendió los pómulos y empezó su exposición, acompañado por el cabeceo aprobatorio de los presentes.

-El equipo que trata de transformar a la Policía en una ciencia experimental, y que con tanto éxito esta trabajando en la obtención de plantas policiales que, sembradas en cualquier jardín sean fieles custodios de la propiedad privada, ha considerado que es completamente suicida la pasividad ante la situación creada por esta particular forma del crimen.

-El crimen ataca a la lógica dijo el embajador inglés y eso es un hecho grave para el crimen, que se amenaza a sí mismo con quedarse sin sustento alguno.

-Por eso particularmente continuó el Jefe de Policía palideciendo es que, al diagnosticar el error en la pasividad, hemos resuelto perturbar la realidad para presionarla y obligarla a entregar pistas que, una vez seguidas adecuadamente, permitan medir los parámetros pertinentes, elaborar un modelo elemental primero, y luego irlo complicando en forma paulatina, hasta que la justicia criminal empiece a interesarse.

- Y no piensan atrapar a los responsables? preguntó Sir Anthony Parsons, el traficante de ataúdes Porque que el responsable caiga en manos de la Policía, en este caso me parece muy necesario.

El embajador inglés dió un respingo ante este pragmatismo tan vulgar Me permito recordarle que el Jefe de Policía sólo esta exponiendo la teoría general observó y no hay nada más peligroso que adelantarse a la teoría. Es precipitado y desconcierta.

Pero en realidad, nadie está desconcertado. Quien sí lo está es la Dama de la Torre. Mira a su alrededor y sólo logra percibir la simetría, que es lo mismo que no percibir nada. Abandona la mata de espinillo que sirvió para ocultarla, abandona el lugar del banquete que, con todo el espanto que implicó, ahora le parece un refugio. El pasado inmediato es siempre tranquilizador. Desde la torre de una iglesia, justo cerca del horizonte, dos campanas repiten el ángelus, dialogando entre ellas. Hay algo triste en esas voces de bronce, que eriza la raíz de los cabellos. Adónde se dirigirá ahora? Qué nueva tragedia la espera con las manos listas, preparadas? Empieza a caminar a través de los plantíos, tratando de ganarle a la oscuridad siempre creciente. Teme caer en las acequias, y teme, aún más, a los famosos bandidos italianos que, capitaneados por el célebre Bairoletto, asuelan el centro y el norte del país. En el horizonte, apenas montañoso, quedan retenidos algunos puñados de luz, que le permiten, sorteando los surcos barrosos donde se mezclan la alfalfa, el ají y el berro, evitar las trampas para zorros. Extensos trigales se defienden duramente de las cigarras. No se ven labradores que regresen a sus casas después de la agotadora tarea, y eso le permite evocar la campiña inglesa, con su silencio alucinante y mórbido, interrumpido cada tanto por los alegres cuernos que anuncian la cacería de los ciervos de Su Majestad. De pronto, y tras un largo rato, vuelve a sonar el ángelus. Es como si la hora también anduviera en círculos, cada vez más grandes, cada vez más concéntricos. Felizmente, la iluminación es persistente, como si hubiera decidido acompañarla. Lady Chevesley lamenta usar un traje de época, con esa enorme gorguera que le molesta para avanzar, y se enrieda a cada rato con los zarcillos de las vides, que expanden un agrio olor a vino fermentando. Una y otra vez las campanas tañen, a veces más cerca, a veces lejanamente, como si quisieran informarla de algo, como si trataran de indicarle algún camino. Tropieza con una piedra, y cae de bruces sobre un camino, al pie de una ermita que cierra una pesadísima puerta de chilenel que,obviamente es la madera de la época.

La Dama de la Torre golpea,dispuesta a pedir protección, aún ocultando su condición de escéptica frente a las cosas del cielo. Sigilosamente, le abren.

-Hemos decidido ofrecer lógicos a la comunidad delictiva dice el Jefe de Policía -aunque tal vez no me expreso bien.

Alguien dijo algo que no se escuchó.

-Hemos asignado un paseo de la ciudad a nuestro experimento -dijo enseguida el Jefe de Policía, desplegando un plano sobre la mesa. En el medio, había un diagrama de círculos y rombos donde se leía : "crmn", "assnto", "dstre", "mrte". Representadas por abreviaturas, todas esas calamidades parecían menos terribles.

Al costado un mapa de la plaza Francia,había sido cuidadosamente cuadriculado, con un número en el centro de cada uno de los cuadraditos. Los números venían acompañados por signos en código. El esquema era impresionante. Viéndolo, se tenía la sensación de que la realidad estaba a merced de uno. Todo el mundo estuvo satisfecho, salvo quizás el embajador inglés, ya que para él la realidad residía solamente en lo microscópico, y atrapar la verdad cotidiana lo tenía sin cuidado. Consideraba a todos aquellos fenómenos como el resultado del movimiento de invisibles partículas atómicas y subatómicas, cuyo destino global, en última instancia, no importaba.

- Y en qué consiste el experimento? -preguntó Simón de Indias.

-El experimento consiste en inducir el crimen, para de esta manera evitarlo -dijo el Jefe de Policía. Un lógico se paseará por este circuito aquí descripto, observado de cerca por nosotros. De esta manera, tratamos de definir las circunstancias que se nos escapan, y, de cometerse el delito, no nos tomará por sorpresa.

-Se arriesgan ustedes a un inútil sacrificio de vidas intervino el embajador inglés y a una producción suplementaria de cadáveres.

-Qué no habría dónde enterrar y complicarían la situación -apunto Sir Anthony Parsons los fabricantes de ataúdes están sufriendo grandes pérdidas, en un momento de demanda fuertemente ascendente, y es imprescindible poner coto a la situación -el pragmatismo aberrante del traficante de ataúdes no inmutó a los presentes, que siguieron atentos la exposición del Jefe de Policía.

-Ofreceremos un lógico a la voracidad de los criminales y montaremos a la vez un riguroso operativo, de tal modo que los criminales no puedan escapar a nuestras redes. Nuestra hipótesis es que estos crímenes obedecen a una estricta necesidad, que no hemos desentrañado todavía.

-Ustedes están proponiendo lo que vulgarmente se llama un señuelo dijo Simón de Indias.

-Preferimos llamarlo sujeto experimental contestó el Jefe de Policía, algo ofendido, hasta el punto de que los pómulos volvieron a estirarse.

La verdad es que nos impactó: ninguno de nosotros había soñado jamás con presenciar un sacrificio humano y esto era lo que más se le parecía. La muerte tiene siempre su encanto, y en los sacrificios, como en las ejecuciones, ese encanto alcanza su máximo.

-Lo que ocurre es que en esos instantes supremos uno alcanza el control total sobre el futuro -dijo el Comisario Inspector -se consigue anular del todo la tensión entre lo previsible y lo imprevisible, que es la fuente de toda angustia y todo miedo.

-Es verdad- contestó el anciano Director del Departamento de Matemáticas -una ejecución anula lo aleatorio, llevándolo al terreno del milagro y dado, por lo tanto categoría mística a uno de los elementos más banales. A eso apunta, precisamente, la ingeniería genética, que, al planificar las especies, construirá sin duda un mundo biológicamente mejor, pero muchísimo más aburrido, donde no podrían existir, por ejemplo, las antigüedades.

-Por supuesto que no dijo Simón de Indias -ya que las antigüedades son fruto del descarte, y el descarte esta impregnado por el azar. El azar es la sustancia misma de la profesión de anticuario.

-Solo espero solamente, caballeros, su aprobación.

Estas palabras fueron respondidas por un murmullo. Debíamos aprobar o no aprobar? No era sólo la duda ética la que nos amenazaba, sino que, al comprender que estábamos ante un acto de abolición del azar, todos querían introducir un elemento imprevisible en la respuesta. Aunque el Jefe de Policía había sido claro, algunos de los presentes intentaban complicar las cosas, ya fuera porque lo simple les parecía condenado de antemano al fracaso,o porque no querían asumir la responsabilidad de lo complejo.

- Y quién será ese sujeto experimental? inquirió el Director del Departamento de Matemáticas- Es necesario alguien que comprenda la supremacía de la especie por encima de las apetencias biológicas del individuo.

-En la vida de sociedad, las únicas especies posibles son institucionales, por eso existen las cámaras, los colegios, las universidades y las sociedades de lógicos, dijo el Comisario Inspector de tal modo que el señor Jefe de Policía consultó a SOLOG que si ustedes recuerdan, proporcionó hasta ahora la totalidad de las víctimas, y que por lo tanto se siente favorablemente inclinada a suministrarnos un sujeto experimental.

- Y lo obtuvieron? -pregunté.

-Efectivamente dijo el Jefe de Policía Tengo aquí sus datos, pero sólo les daré el nombre, por tomar una precaución elemental :Leontino Melazzi.

- Me pregunto si el nombre es adecuado dijo el embajador de Inglaterra- No suena demasiado italiano, y por ende literario?

-Desgraciadamente, el nombre es lo único que no podemos cambiar -dijo el Jefe de Policía, que a través de sus largos años de lucha contra el crimen había llegado a la conclusión de que la literatura es básicamente insustancial -el nombre, como ustedes saben, pertenece a la definición misma del sujeto, y esta garantizado por la Policía como consta en los documentos de identidad. Este es otro de los sentidos en el que la Policía asegura la coherencia de lo real, y la permanencia de la población. Cambiar un nombre y apellido por puras razones estéticas o experimentales pondría en cuestión el experimento todo.

El aire se había enrarecido, como si de pronto nos hubiera cubierto una segunda naturaleza del delito. La ermita era oscura, y el ermitaño, un típico monje medieval, con encías descascaradas y amenazadoras, le ofreció queso de cabra y algo de cuajada que Lady Chevesley devoró ávidamente, aunque sin descuidar las buenas maneras. El pernoctar allí suscitaba, empero, cuestiones de pudor que sólo serían resueltas siglos más adelante, y que contraían el cuerpo de la Dama de la Torre en un leve espasmo. Preferiría el campo con sus riesgos, con el peligro de caer en manos del célebre Bairoletto? Se quedaría aquí, con este hombre consagrado a Dios, pero presa, según era evidente, de los apetitos carnales? Echa una mirada al hato de pieles de cabra que el ermitaño le ofrece como mísero jergón, y el cansancio la vence. Emite una plegaria hacia sus amores pasados : Sir Anthony Parsons, Guillaume de la Tour, Leontino Melazzi. La Plataforma de Elsinore, el antiguo y sombrío castillo, que marca el inicio de sus desventuras, le parece acogedor, cálido, y, sobre todo, más moderno. A lo lejos, en el aire frío de ese anochecer interminable, las campanas repiten una y otra vez el ángelus.

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