miércoles, 28 de julio de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 29

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CAPITULO 29

Los caballos se desplazan hacia el norte como un flujo continuo. Es una cabalgata unánime, que avanza como un objeto único. Mas que moverse parece fluir. Así lo siente la Dama de la Torre a la grupa de uno de los hombres que la rescataron de la ermita. Cruzan, velocísimos, una llanura pelada, de vegetacion rala y hostil, que surge sin transición del suelo. ¿Y las viñas? ¿Dónde están? ¿Y esto es lo itálico?, se pregunta Lady Chevesley. ¿Dónde está Italia? ¿O acaso Italia es solo una ilusión de la novela?

Cada tanto sin embargo, capillas, ruinas y maravillosas obras de arte se abren a cielo descubierto, pero aisladas. Como gemas engastadas en un paisaje filipino, extático, que no tenia mucho que ver con la realidad, pero que arrastraba con ellos como un vestido.

Y aunque los jinetes se adelantaban unos a otros, se desplazaban desde el centro a la periferia modificando la forma del grupo, que a veces se adelgazaba como una flecha y otras veces adoptaba la redondez de un tambor, ella estaba siempre en el centro.Era una apoteosis de lo concéntrico, un milagro según el cual todas las esferas posibles por una vez habían acordado un punto de apoyo común.

Y este fenómeno especialísimo sugiere a la Dama de la Torre una decisiva intuición: de pronto comprende, aunque vagamente,aunque difuminado por los vapores de la cabalgata, que ella misma (y sólo ella) es el sujeto de todo lo que le ocurre, y que si ella desaparece, lo que ocurre no importa en absoluto. No es extraño que en este instante y lugar, descubra algo así: la atmósfera y la velocidad son tales que disuelven los fenómenos e inducen a las cosas a mostrarse tal cual son.

Entonces, ¿Qué importaba a dónde la conducían? Fuera cual fuera su destino final, no podían sino llevarla hacia él.

La naturaleza acaramelada y única que los rodeaba parecía mero decorado, levantado para servir a ese solo fin. Era falaz, sin duda, ya que lo único verdadero era lo percibido, y llegaba a ser únicamente cuando se posesionaba de ella, cuando ella lo aceptaba, permitiéndole invadirla. ¿Cuál era el mundo externo?, se preguntaba entonces.

Y la respuesta surgía como una cascada de chispas: no hay mundo externo, fuera de mí no hay nada, todo se corporiza en tanto y solo en tanto lo recibo y luego lo devuelvo. Este mismo paisaje que parece arrojado sobre la perfecta continuidad de la Italia histórica lo fabrico yo. Es posesión mía y solo mía. Esos colores magenta que de pronto destellan en la noche móvil, apenas definida por el transcurrir del viaje, son mis propios destellos, emanaciones de mi yo puro, humores de mi cuerpo, preparado para ellos, para darles forma y luego arrojarlos al mundo, dando así apariencia a las cosas. ¿Y el ángelus, ese sonido ininterrumpido, que nos acompaña, que viaja con nosotros, como si transportáramos campanarios enteros? ¿Es también mío? ¿O esa intuición, esa percepción del sujeto en estado puro se detiene en el umbral de los sonidos?¿Hay algo inaprehensible en el sonido, hay algo especial, donde reside su fuerza?

Lady Chevesley se disuelve en un sopor, casi un delirio en el que todo es ella y ella es todo. Salvo el sonido monótono, repiqueteante, metálico, del ángelus, que es el único mediador entre el ser y la nada.

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lunes, 26 de julio de 2010

Un "baby boom" de estrellas

DIALOGO CON ANDRES PIATTI, DOCTOR EN ASTRONOMIA


El jinete se mete por enésima vez con las galaxias, cosa no del todo rara, ya que son actores de importancia en el Universo. Y explora problemas que a veces parecen limitar con la religión (para algunos, para el jinete no).



–Usted es doctor en Astronomía por la Universidad Nacional de Córdoba y trabaja en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio. ¿Qué hace allí?




–Hay un grupo que se dedica a astrofísica estelar. Yo desarrollo tareas de investigación en esa área. Le podría contar, si le interesa, algunos de los descubrimientos novedosos que hemos hecho en el último tiempo, que nos han dado por una parte una gran alegría y, por otro lado, nos estimulan a seguir con el mismo trabajo.



–El universo en expansión: ¿da alegría o tristeza?



–A mí personalmente me da alegría.


domingo, 25 de julio de 2010

Pierre Menard y el fútbol


Si hay algo extraño en la literatura argentina, es la curiosa (insoportable) omisión que Borges comete en “Pierre Menard, autor del Quijote”, omisión que no puede deberse de ningún modo a la casualidad, y cuyas intenciones (supongo) quedarán para siempre en la oscuridad. Como muy bien el aguerrido e intrépido lector que se aventure en esta contratapa recordará, antes de abordar el núcleo de su obra, Borges hace un minucioso análisis de la obra completa, y por cierto anodina, que Menard dejó para la posteridad, a veces completa y a veces inconclusa, y en la lista figura “un artículo técnico sobre las posibilidades de enriquecer el ajedrez eliminando uno de los peones de torre. Menard propone, recomienda, discute y acaba por rechazar esa innovación”. De ahí que resulte extraño que Borges haya salteado un extenso tratado del fútbol, que contiene propuestas mucho más curiosas e inteligentes, y que queda misteriosamente abierto. No es de suponer que Don Jorge Luis no tuviera acceso al texto, ya que le fue entregado, como consignó Beatriz Viterbo, junto con el resto, por la Condesa de F**. O sea que habrá que buscar explicaciones más verdaderas, o en su defecto más interesantes, en la probable suposición de que lo interesante sustituye con ventaja a la verdad.

Pierre Menard empieza su artículo con una minuciosa historia del fútbol y una (equivocada) aserción de que el juego ya había agotado todas sus posibilidades (cosas naturalmente imposibles, ya que los partidos de fútbol posibles son infinitos, y muchos más –con un infinito más grande– que los posibles partidos de ajedrez).

A partir de esa premisa falsa, Menard hace una serie de propuestas que van de lo evidente a lo fantástico: entre lo evidente está el aumentar en dos o tres el número de jugadores; también reducir el número de jugadores total a dos, uno por equipo, con lo cual el fútbol empezaría a asimilarse al tenis (lo cual quizás era su intención); variar el tamaño de los arcos, desde hacerles ocupar toda la línea de fondo, hasta convertirlos en arcos minúsculos, con lo cual el deporte se parecería al fútbol; suprimir el arquero y arco y sustituirlos por agujeros en el suelo, casi del tamaño de la pelota, con lo cual el fútbol de Menard adquiriría las características peripatéticas del golf.

Todas esta propuestas son apenas reformas y no tienen mayores consecuencias que terminar de una vez por todas con el juego (lo cual también pudo ser la intención de Menard), pero esa intención queda desmentida por la última reforma que propone y que pretende, manteniendo las reglas generales, transformarlo de tal manera que bien podría decirse que busca una transposición metafísica del fútbol.

En efecto, Menard razona que el fútbol supone la unicidad del mundo, tanto por las reglas como por el único resultado, y que la unicidad del mundo no está garantizada por ninguna de las religiones, y últimamente, ni siquiera por la física (aquí Menard se equivocaba: nuevamente nos encontramos con una premisa falsa de la cual deduce fantásticas conclusiones).

En efecto, negada de manera radical la existencia de lo Uno, Menard introduce su innovación más original, que el fútbol, sus reglas, su sistema de premios y castigos, su geometría insignificante (hecha a base de rectángulos nada más) se mantengan tal como son ahora (en la época de Menard), pero que se juegue con dos pelotas en lugar de una. Así, sostiene Menard, el fútbol adoptaría una doble cualidad, al jugarse, en el mismo lugar y con la misma gente, dos partidos distintos. Pero esa es la conclusión más simple: Menard sostiene que las pelotas serían indistinguibles, como los fotones de la desigualdad de Bell, y que entonces esa dualidad no sería tal: ambos mundos se fusionarían en uno solo donde todo se duplicaría, o por lo menos podría duplicarse.

Qué tipo de deporte aparecería así, se pregunta Menard: un juego perturbadoramente metafísico en el que, de las dos realidades, el jugador ignoraría en cuál se halla en realidad, el simple hecho de poder patear las dos pelotas al mismo tiempo, incluso hacia arcos distintos, le conferiría una densidad que, de una u otra forma, lo podría por encima de la physis, y lograría lo que tantos filósofos buscaron en vano: la duplicidad.

De más está decir que Menard se entusiasmó con la idea y empezó a multiplicar las pelotas, hasta que éstas superaran al número de jugadores, y luego hasta llenar, primero la cancha y después el Universo. Pero esta multiplicidad aberrante le quita fuerza a la propuesta original: que dos realidades se mezclen sin confundirse, que un espectador no pueda decidir dónde mirar, que el mundo fuera y no fuera al mismo tiempo.

Tal vez fue la cobardía de Borges ante esa posibilidad lo que le hizo omitir (y perder para siempre, supuso) ese trabajo de la lista de sus obras, ya que algo que empieza por el fútbol puede extenderse al resto de la realidad, y los objetos empezarían a duplicarse en todos lados, como los hronir de Tlön, con lo cual el mundo perdería cualquier clase de interés que pudiera tener.

jueves, 22 de julio de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 28

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CAPITULO 28

- Delante de nuestros ojos!- dijo azorado el comisario inspector. La escena había sido clara, incluso fácil de describir: la mañana vertical,la luz, las calles cruzadas, la perfecta perspectiva del cuadro. El ombú, y diversas especies que surgían del asfalto, con indiferencia.Todo estaba allí.Y sin embargo, nadie la vio.

 ¿Con que sustancia, entonces, se había construido la indudable consistencia del crimen? ¿De donde había salido? ¿Que lo había herido? ¿Un brazo, un puñal,una bala? Más que lo rápido, sorprendía lo abstracto del delito, su ubicuidad, la limpidez y la armonía que lo transformaban casi en un esquema teórico. La multitud, poseída por la manía de lo jurídico, se amontonaba junto al cadáver.
Anacrónicamente, funcionarios detectivescos buscaban huellas digitales en el asfalto. Las sirenas policiales parecían surgir de la nada en forma instantánea, y provenir de todas partes a la vez. Lo sucesivo y lo simultáneo se mezclaban, ambiguamente. ¿Y esos pájaros que acudían en bandadas, desde el interior del cementerio? Debía haber en la escena algo que les gustaba,a lgún ajuste de cuentas a largo plazo entre las especies.

La lógica joven, llorosa como una colegiala, se aferraba a mis hombros, imprimiéndome un balanceo que temí que se tomara por impiedad. Teníamos conciencia de la importancia trágica de la escena, solo disminuida por su solidez teórica ,ya que estaba implicada en ella la naturaleza misma del delito. De pronto, el cartón que cerraba la calle crujió ante el empuje de un camión con doble acoplado, cargado de cadáveres: el crimen había disuelto como por encanto la prohibición municipal, y el flujo de cuerpos hacia el cementerio se reiniciaba.

-Por lo menos esto demuestra una conexión indisoluble -dijo el comisario inspector- aunque dudo que el Jefe de Policía lo acepte así nomás. No me extrañaría que considere que el resultado del experimento ha sido un éxito. Por mi parte, creo que debemos hacerle una visita al Anticuario Mayor.

- ¿Y qué cree que hará él ahora? -dije señalando al Jefe de Policía.

-Lo que se hace siempre que un experimento fracasa -dijo el comisario inspector- Repetirlo.

martes, 20 de julio de 2010

Esa oscura energía del deseo


DIALOGO CON GABRIEL BENGOCHEA, DOCTOR EN FISICA

Esta vez, el jinete hipotético se enfrenta con algo tan hipotético como él mismo: la materia oscura, ese misterio que hace que el universo acelere su expansión. Pero nadie parece saber bien qué es.

–Usted se dedica a la energía oscura...
–Sí. Esencialmente lo que hacemos es trabajar sobre modelos para explicar la posible expansión acelerada del universo.

–Empecemos por el principio. ¿Qué es esa cosa rara que llamamos energía oscura?
–Sí, es raro. Algunos dicen que es el éter del siglo XXI. Yo justamente en este momento estoy en una bisagra. Si bien mi licenciatura y mi tesis de doctorado las hice en el marco de lo que es el modelo estándar cosmológico, ahora justamente estoy tratando de empezar a trabajar en otros tipos de modelos en los que se renuncia a algunos de los pilares del modelo estándar.

sábado, 17 de julio de 2010

Borges y sus metaobjetos

Hace tiempo me invitaron a participar en una jornada sobre Borges en Graz, Austria, una bellísima ciudad sobre el río Mur, que guarda entre sus glorias que el mismísimo Kepler haya enseñado en su universidad entre 1594 y 1600, donde concibió ese dislate que fue la Harmonia Mundi, un perfecto sinsentido pitagórico y místico que, no obstante, tuvo el mérito de llamar la atención de Tycho Brahe y el comprensible desinterés de Galileo. Fue Tycho quien lo convocó a su lado en Praga, donde Kepler pudo poner orden finalmente en el sistema solar.

La jornada cerraba una larga exposición sobre Borges que se había llevado a cabo durante seis meses en la Kunsthaus (casa del arte) de Graz, un edificio vanguardista que no choca para nada, curiosamente, con la arquitectura de Graz, que mezcla estilos de los siglos XVI, XVII y XVIII; del mismo modo que no choca la notable isla artificial de acero sobre el río Mur, donde hay una cafetería en la que uno puede tomarse una cerveza al nivel del agua. La isla fue construida para no sé qué festival, y la dejaron.

Mi tema era “Borges y la ciencia”, “Borges y las matemáticas” o algo por el estilo, y me provocó no pocos dolores de cabeza, ya que, como siempre, uno tiene la sensación de que sobre Borges está todo dicho; así que resolví decir cosas viejas con palabras nuevas, y traté de focalizarme en los metaobjetos borgeanos y la manera en que Borges los construye mediante una operación fantástica.

¿Pero qué son los “metaobjetos”? Una vez atrapado por el encanto de la palabra, tenía que asignarle algún significado. Obviamente, los objetos que Borges inventó –como la Biblioteca de Babel, el Aleph, el Libro de Arena, el cerebro cuasi infinito de Ireneo Funes– son particularmente atractivos, aunque no es el atractivo “fantástico” que puedan tener, sino su particular condición metafísica; en realidad, no es que no existan (como no existen, por ejemplo, el unicornio, el pájaro Rock, las naves de Asimov que saltan a través del hiperespacio o Madame Bovary), sino que contienen una imposibilidad metafísica, que compromete la existencia del universo mismo. Al fin y al cabo, es posible que exista un universo con unicornios o pájaros rock, pero es imposible la existencia de un universo donde existe también el Aleph. En suma; no se trata de cosas que no existen, sino que no podrían existir, ya que, si lo hicieran, cuestionarían el concepto mismo de existencia –esa palabra que enhebra el misterio de por qué es en general el Ser y no más bien la Nada–. No son fácticamente imposibles, sino metafísicamente imposibles. Si un día apareciera un unicornio, habría que hacer ligeros cambios en la biología e insertarlo en el mecanismo de la evolución. La mera posibilidad de que los metaobjetos existan pone en entredicho al universo completo. Son incompatibles con el universo.

Borges no se ocupa de alterar tal o cual región de la empiria sino de la empiria en tanto que tal, en tanto la empiria es “lo que es”, lo que constituye el ser, o la existencia misma del universo, su sostén y plataforma ontológica. Si esos objetos existieran, aun en el mundo de la literatura, el universo, aun en el mundo de la literatura, no podría existir.

Y así, empecé a desgranar la imposibilidad existencial de algunos de ellos: la biblioteca de Babel, por ejemplo –dicho sea de paso, el objeto más grande nunca imaginado por la literatura–; no sólo no cabe en el universo (que sería incapaz de contener ni el 0,000000000000000001 por ciento de los libros), sino que, si existiera, el universo tendría una densidad tan alta, que se precipitaría en la inexistencia de un agujero negro; el libro de arena, con sus infinitas páginas infinitamente delgadas, exige átomos infinitamente delgados también, y el universo sería una lámina o un plano platónico sin volumen alguno; el aleph pone en entredicho la teoría de conjuntos, la existencia de los números, la imposibilidad del conjunto universal y la íntima inconsistencia del contundente infinito matemático con la empiria; el supermapa de El arte de la cartografía muestra que el conocimiento, cuando es perfectamente verdadero, es absolutamente inútil. ¿Se justificaba que los llamara “metaobjetos”? Yo creo que sí.

El público también, por lo visto. Pescaba signos de asentimiento mientras se asomaban a la tarea de la demolición de la empiria (de su mera posibilidad) mediante los cañonazos literarios de Borges, y abordé el tema de Funes el memorioso: el cerebro que lo recuerda todo, que registra todo en sus infinitos aspectos y sus perversas apariciones; es un anticipo del Aleph, sólo que metido en una cabeza que, justo por esa razón, deja de pensar, y se transforma en mera nada, en registro pasivo e inútil: el todo reducido a datos; a un mazacote de infinitos datos que no permiten una sola línea de pensamiento.

“Así –dije–, la cabeza de Funes es también un metaobjeto, metafísicamente imposible, ya que también niega cualquier empiria imaginable” y, para mi consternación, empecé a ver caras de sorpresa entre los estudiantes de Graz. Alguien levantó la mano y me dijo que no veía el problema en Funes, ni con la realidad, ni con la física, ni con la empiria ni con nada.

–¿Pero cómo puede ser? –le pregunté.

–¡Funes estaba conectado a Internet!

No supe qué contestar y el silencio se hizo en la Kunsthaus.

viernes, 16 de julio de 2010

Nobel para las Abuelas de Plaza de Mayo

Los invitamos a que se unan al grupo de Facebook a favor de que le den el Premio Nobel de la Paz a las Abuelas de Plaza de Mayo. Tan solo tienen que hacer click acá y sumarse al grupo que está en busca de cien mil adherentes.
Y ya que están pueden darse una vuelta por www.facebook.com/leonardomoledoblog

jueves, 15 de julio de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 27

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El Jefe de Policía da comienzo al experimento, renovadora empresa de la actividad policíaca empirista. El lógico, la calle cerrada de la Recoleta, los cables semi-invisibles dispuestos a registrar toda actividad y, aún, las dudas.

CAPITULO 27

El señuelo, la víctima propiciatoria, el lógico designado para el sacrificio -o si preferimos la nomenclatura un tanto extravagante del Jefe de Policía el sujeto experimental, Leontino Melazzi, en fin, está ya en su puesto. En realidad, es demasiado joven: parece una escultura de Bronzino. Es renacentista, aunque de un Renacimiento a punto de terminar. Rafael no lo hubiera pintado, pero Tiziano sí.

La actitud es casi marmórea, prescindente, como si tuviera acceso a una realidad solo inherente a los objetos. La barba y el pelo, renegridos hasta el punto de parecer un desafío en un mundo donde los colores son siempre vacilantes, parecen rodearlo de un aura. Lo miramos con el morboso e irresistible interés que siempre despierta una futura víctima.

Camina despacio, recorre secuencias casi fílmicas, en el curioso espacio delimitado por la esquina nordeste de la plaza Francia, el extremo de La Biela, donde comienza el cartón que cierra la calle, con su perfecta perspectiva, y la mole horizontal y eminente del Cementerio de la Recoleta. La calle tiene una delicada cualidad descendente, los objetos ruedan por ella hacia la Avenida Libertador, costeando el gomero, que el lógico -y los espectadores-,  acatando la convención policial, consideran un ombú. La escena ha sido diseñada de tal modo que él no puede ver a nadie, aunque, sin embargo, sabe que es observado hasta la exasperación. En la esquina de La Biela, un par de muchachos arreglan una motocicleta. Delimitan una esfera autónoma de acción, impávidos,extraños al despliegue totalizador del Jefe de Policía. Parecen demostrar que lo global siempre despierta resistencias.

La mañana es férrea y el día desciende verticalmente desde faros redondos, que giran en lo alto como glóbulos generadores de lo diurno. El itinerario, preciso, serpentea entre gente desprevenida, que ha ocupado los lugares al azar, y aquí el Jefe de Policía  ha querido montar especialmente esta irrupción de lo previsto en la vida misma, plagada de incertidumbre. Es aquí, también, donde se alcanzo el punto mas alto del genio policial.

El propio lógico se ha dotado de una memoria especial, adaptada a la situación, a la invisible condición de melodrama que le impone el certero riesgo que corre: recuerda su infancia en un caserío provinciano, los álamos junto al río, el pánico de la sequía, su amor adolescente por Lady Chevesley, una mujer llegada en las épocas del terrible Bairoletto .Y naturalmente, la emigración, el viaje a la capital, el desgarramiento que implica aislar para siempre una parte del recuerdo que queda inmovilizada, mientras todo lo demás cambia. La falsa memoria actúa como una nueva piel, un sustrato extra, como un acicate de la memoria verdadera, a la que se agrega, completándola. Qué es este vacío que me rodea?, se pregunta el lógico. Por qué yo, que soy el observado, no veo a nadie? Por qué solo la memoria falsa me sirve de refugio, ya que la verdadera me remite a cosas que ahora, cuando mas las necesito, en el momento de máximo riesgo, no están para acompañarme y aliviarme? De dónde partirá la amenaza, rápida como el rayo, que terminara conmigo?

Y aunque su estatura es normal, camina con aire ciclópeo, entre pasturas artificiales que poca ayuda pueden prestarle,jardines arreglados para el paseo,que siempre es una manifestación de lo abstracto, del sinsentido. Los sonidos, felizmente, son nítidos, aislados,n o parecen guardar relación los unos con los otros .A lo lejos,las campanas de la Basílica del Espíritu Santo ensayan seductoramente un ángelus: una y otra vez la cualidad metálica del sonido se sucede, sin mezclarse. Grazna un sinsonte, y le responde un grupo de pájaros que levanta vuelo desde el interior del cementerio, con una catarata de gorjeos. Sin embargo, el lógico no puede percibir el continuo de aquel canto, aquello que, ampliado suficientemente, podría llegar a constituir un fondo sonoro. 

¿Será esto también parte de lo previsto? Una pareja de cintillos planea en círculos cerca del paredón del cementerio y luego se posa en la rama de un roble. Todo parece haber enmudecido, y a la vez, todo es activo, demasiado móvil. El lógico se siente débil frente a la monumentalidad del mecanismo que se ha montado para atraparlo. Acaso es mas que un conejillo de indias, que una barca en la tormenta, que una cáscara de nuez en el proceloso mar, que una pluma en el viento? Como desearía ser aquel cintillo, o aquel otro, detenidos y casi inmóviles en lo alto del roble! O esa brizna de pasto, no amenazada por nadie.O ese ladrillo de la pared del cementerio, mas permanente que los huesos, o cualquiera de las nubes que cada tanto se insinúan como amigas, protectoras, y que luego siguen viaje!  Como quisiera no haber sido nunca lógico, no haber abandonado su provincia natal, para representar ahora y aquí la última función en este teatro, que, lo intuye, le será fatal! Tiene ganas de sentarse y llorar de miedo, cuando bordea, cuidadosamente, el cartón que cierra la calle y que parece arrastrarlo en un vórtice hacia sus puntos de fuga, clavarlo en esas proporciones áureas, que al observador producen terribles sensaciones de belleza, pero que son solo vértigo para el observado. De dónde llegará la puñalada,el disparo? De dónde llegará?

Y entonces llega. Siente el dolor, y también ve la sangre, pero como no eran lo previsto, los ignora. En realidad, nada de lo que pase, le pasará a él. El aire se arruga como una sábana, y luego, repentinamente, se tensa. El lógico se arrodilla, junto al cartón. Algo indefinible, pero tremendo, lo arrastra hacia el suelo, hacia el asfalto, que sin embargo le resulta nutricio, caliente. Una de las memorias deja de funcionar por completo, y la otra empieza a desarrollarse como una película rápida, que se moviera como un péndulo, oscilando entre acontecimientos, y luego volviendo, barriendo intervalos temporales que aparecen como estallidos sobre un fondo uniforme, neutro, que es el recuerdo, que empieza a debilitarse. La causalidad se trastrueca, aspira el aire, y el aire se queda afuera. El corazón bombea, y la sangre no obedece, salta para adentro, o para afuera, como al azar.El lugar aparece ahora, repentinamente cambiado. Las cosas siguen estando, pero ya no parecen verdaderas, los arquetipos se elevan como columnas de un templo vaporoso, armado para él. Y esto era? Era esto lo que me esperaba? Memorias sucesivas se encienden y disparan, como los motores de un cohete, y en cada una de esas memorias él aparece cada vez mas pequeño y desvalido. Por qué vino hasta aquí? Por que lo arrancaron de su mundo dorado, seguro? Quienes se lo llevaron de los brazos de su madre y lo trajeron hasta aquí? Esto era? O es solo el mecanismo de la percepción que se descompone, se desactiva de a poco? Ve un enjambre de insectos, alzando vuelo.Descubre que son palabras trabajadas en tipografías pequeñitas, letras delicadas, minúsculas, que sobrevuelan la plaza, formando un remolino: es el fluir del lenguaje, que se interrumpe de a poco. El sonido lo abandono, en cambio, de repente, se interrumpió en medio del ángelus, de pronto. Y este silencio repentino? Qué es?

Una línea recta se desarrolla desde el horizonte para alcanzarlo y salvarlo, pero justo antes de llegar hasta él, se detiene y se aleja. Todo es demasiado rápido, ahora, luces, colores y contornos alzan vuelo de los objetos, como si solo hubieran sido una capa tenue que los cubriera provisoriamente y que ya no hace falta. Lo real se dispersa, formando bolitas brillantes,que se separan y ruedan lejos de él, por la barranca. Siente la sangre, que ya le inunda la boca, y el pensamiento es una pantalla tosca (cada vez mas tosca, agotándose) que trata de apresar las esquirlas de lo real, pero ya están fuera de su alcance, ruedan  lejos de él. La pantalla se agrieta, se apergamina, se consume, aparecen rajaduras repentinas, rollitos de papiro que se desgarran, agujeros por donde va a llegar algo terrible. El lógico comprende que lo que es él y lo que no es él, inexplicablemente, están mezclándose. Supone que se trata de la muerte.

No se equivoca, por cierto.

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martes, 13 de julio de 2010

Los laberintos de la memoria

DIALOGO CON ALEJANDRO DELORENZI, DOCTOR EN BIOLOGIA E INVESTIGADOR DEL CONICET

La memoria es uno de los misterios más grandes, porque encierra el secreto del yo, del estado consciente. El jinete, cuyo estado consciente es siempre dudoso, quiere saber algo sobre eso.

–Cuénteme un poco qué es lo que hace... en este laboratorio de neurobiología de la memoria de la Facultad de Ciencias Exactas.
–Y Naturales.

–Y Naturales.

–El trabajo que comenzamos a hacer hace muchos años apuntaba a ver cómo algunas mensajeras del cerebro (en particular neurohormonas) modulaban el almacenado de la memoria. Esto quiere decir: hay memorias que se van a almacenar por largo término y otras que no y se sabe desde hace mucho que hay varios de estos neuromoduladores que lo deciden. Nosotros nos pusimos a trabajar con la idea de que uno de estos neuromoduladores (la angiotensina) modula o determina que algunas memorias se almacenen a largo plazo y otras no, y proponemos que es una especie de orquestador del sistema nervioso central que determina las situaciones de emergencia hídrica (cuándo falta agua, por ejemplo), o cuándo sobra y determina que se module el almacenado de cierto tipo de memoria. Una de las cosas importantes que queríamos demostrar es que ese neuromodulador se conservaba a lo largo de la evolución.

viernes, 9 de julio de 2010

La Dama de la Torre: Capítulo 26

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El asesinato de un lógico es la quintaesencia del delito. De alguna manera, asesinar un lógico es como asesinar una idea, o un estado de ánimo. A primera vista, o dejándose llevar por lo que habitualmente llamamos intuición, es una de esas cosas que parecen imposibles. Y que tal vez, nos parecen imposibles porque son sólo irrelevantes.

CAPITULO 26

El Jefe de Policía había elaborado una teoría muy particular, según la cual el mundo se deslizaba sin pausa hacia lo inverosímil,proceso que se daba con especial intensidad entre los argentinos. Por eso,cuando los militares llevaron ese fenómeno hasta el extremo,ni siquiera se sorprendió : para el, fue solo una confirmación. Todo lo que ocurría era del mismo tenor (casi la continuación) de sus anécdotas , repetitivas y sin fin,donde una y otra vez se topaba con el mismo bandido inasible.Aunque lo ignoraba por falta de teoría literaria,el Jefe de Policía había captado el desdén argentino por lo narrativo,la imposibilidad de construir una novela con el material de la historia,la pasión por las cosas breves y rápidas,que se agotan en seguida en si mismas,como si la historia de larga duración fuera el privilegio de las grandes potencias.Generaciones de sufridos maestros escolares habían logrado comprobar una verdad general : cada vez que intentaban relatar la historia argentina,automáticamente se les transformaba en esquema : los héroes locales se resisten a someterse a una disciplina literaria mas vasta,y solo admiten el perfil marmóreo,la anécdota de libro de lectura,que con uno o dos trazos simplotes inmortaliza un carácter.

- La historia, dice siempre el comisario inspector es una artesanía que los argentinos no aprenderemos nunca. Esa paciente tarea de enhebrar los acontecimientos,de transformar un conjunto de hechos en causas,preñarlos suficientemente como para que alumbren el porvenir,como para que den origen a otras cosas posibles,nos es completamente extraño.Aquí las cosas son rápidas,pecaminosas,el amor se practica clandestinamente,y luego el parto será en los galpones,bajo aleros siempre sospechosos,en la clandestinidad de la noche,para mostrar,a la luz del día,hechos consumados y,por decreto,perfectos.El héroe que de pronto surge y al que en cualquier momento asesinan,dormido.

El Jefe de Policía iba mas lejos : la historia -sostenía es un arte que no debemos aprender.

Algo hay que reconocer : debido a su baja estatura,el Jefe de Policía podía observar cosas que escapaban por completo a los hombres normales : el mundo visto desde un metro veinte,o diez , es algo solo reservado a los niños,y por eso existe el culto de la sospechosa sabiduría de la infancia,que se pierde en la edad adulta,y que solo se conserva en quienes no crecen.Así,el Jefe de Policía se consideraba dotado de un conocimiento superior, de una intuición clara y distinta ,y por lo tanto absolutamente verdadera.Pero despegada del devenir,que era,para poner un ejemplo,el objetivo preciso de Lady Chevesley. Para ella,justamente,el propósito principal,casi el único , es restablecer,en cada momento,el flujo histórico,de la novela,que en su caso coincide con el desarrollo de la acción.En los momentos en que esta se detiene,cuando por algún azar queda atrapada en un instante de suspenso novelístico,la invade la clara sensación del peligro.No ahora,que recorre la campiña italiana en manos de la banda del celebre Bairoletto.Aunque no sabe a donde van exactamente,ni cual será su destino,tampoco le preocupa.Disfruta del confort que siempre se produce cuando se regresa de la Edad Media hacia épocas mas modernas. El Jefe de Policía, ahistórico por naturaleza,ya que,como cada vez se admite con mayor claridad,la represión es eterna,intemporal, probablemente ignora estas cosas,pero,intuitivamente,llego a conclusiones muy precisas sobre su propio país : el tiempo histórico aquí corre de otra manera, aunque, repitámoslo,nunca seria capaz de expresarlo de esta forma. Ni siquiera es consciente de que la policía representa lo único permanente en una realidad cambiante,que se maneja con impulsos y que,en suma,ha renegado de su propia racionalidad. Es que hay razón de ser en la historia, es que existe alguna forma de percibirla, se pregunta Lady Chevesley? y su respuesta es,por supuesto : No. Solo existe el fluir del tiempo como dato indiscriminado,hilado solamente por la invisible marea de la novela.

Y el Jefe de Policía también dirá : No,la historia no existe.Por lo menos entre nosotros.

Quizas por ello el intento de encontrar un contenido experimental en la neutra mecánica del crimen,donde,se sabe,nada jamás se repite a si mismo.También por ello el montaje de un escenario propenso a lo inmortal donde cada hecho funde y signifique una metodología.Se ha elegido el conjunto de calles algo pitucas que rodean la Recoleta : la barranca,el descenso hacia la avenida Libertador dará un sentido a priori , marcará un deslizamiento posible ab initio,indicara,como una flecha,que los acontecimientos deben desarrollarse de la manera en que sin duda se desarrollaran. (El Jefe de Policía ,que ha tenido esta intuición genial,la desecha porque su cerebro -infantil como su cuerpo- la confunde con la difusa definición de una tautología).

Los bares donde las motos estacionadas pretenden montar una parodia moderna del palenque, las magnolias y el gomero (tan parecido a un ombú) le confieren cierto marco autóctono que garantizará la difusión,o por lo menos el apoyo de los funcionarios públicos,que facilitaron una serie de elementos concretos para desarrollar la prueba.En efecto, se ha instalado un enorme cartón que cierra la calle,donde se dibujo una falsa perspectiva , trabajando sobre los principios de la ilusión óptica,pero con el objetivo confeso de transformar el escenario,borrando de el ciertos restaurantes sofisticados que,dadas las circunstancias y la fragilidad de las empresas en la Argentina,no es dable nombrar.Para ello,se han usado colores vivos : los artistas de la policía saben que la única forma de confundir a la gente es apartar lo pintado de lo real,con esto conseguirán una continuidad perfecta.

Cables semi-invisibles , tendidos de calle a calle, que tienen como misión registrar los datos del experimento,producen un raro efecto : si las nubes fueran macizas,grises,se estaría ante un fenómeno de difícil comprensión : dividir lo indivisible,ponerle límites a lo ilimitado,medir lo fluído,lo indiscriminado.Es una manera como cualquier otra de atrapar las cosas.También se han fijado tiempos precisos : el comienzo del paseo,el tiempo de observación. La espera se ha milimetrizado con paciencia geodésica.


El lógico,sin quererlo,esta revestido del aura de las antiguas víctimas aztecas,aunque su figura calcada del renacimiento italiano desorienta al espectador, que puede confundirlo con alguno de los bandidos del terrible Bairoletto ,que en este momento caminan sin rumbo siguiendo, sin saberlo ,el irresistible fluir de la novela, y llevando a Lady Chevesley desvanecida ante la presencia de su jefe.

Pese al calor,ha sido vestido con un traje austero y una corbata al tono : se ha tratado de configurar la imagen de un lógico tal y como puede verla un lego,encuadrado entre lo necesario y lo suficiente,regido por innúmeros lenguajes interpenetrados,que se rechazan entre si,reclamando primacía , anterioridad lingüística,precedencia filológica.Los colores también fueron elegidos con exactitud : no es en vano que importantes pintores -aunque un tanto abstractos,lo cual les resta credibilidad- hayan acudido en ayuda de la institución policial.También obtuvo el Jefe de Policía que la Municipalidad prohibiera el paso de carros y ataúdes por ese sector : quiere evitar con ello una hipertrofia del experimento,aunque,como consecuencia derivada o buscada intencionalmente? también aísla los fenómenos,cosa que objeta el Comisario Inspector Díaz Cornejo.No diría lo mismo el embajador inglés ,ya que,según su punto de vista,los fenómenos no pueden ni conectarse ni aislarse,son,ellos también,mera yuxtaposición de lo microscópico.

Pero lo cierto es que cuando el Jefe de Policía anuncia el comienzo del experimento , cree , satisfecho , iniciar una nueva etapa en la epistemología y la policía nacional.

martes, 6 de julio de 2010

El reino del Preste Juan


Hoy, los lugares fantásticos fueron desplazados por el turismo y el espacio virtual; pero en la época medieval, sin comunicaciones, ni por supuesto Internet, los lugares imaginarios gozaban de un prestigio inmenso, algo parecido a lo que pasa hoy con los parques nacionales y las reservas ecológicas. Bastaba un relato, una leyenda suficientemente coherente, y sobre todo atractiva, para que prendiera en gente con ganas de creer cualquier cosa en un mundo que consideraban pronto a derrumbarse en cualquier momento y dar paso a los poco atractivos momentos del Juicio Final. Rastros de esos lugares fantásticos se encuentran en el bello nombre del lugar mágico por excelencia de los cuentos rusos, al que el héroe debía llegar y que quedaba más allá del reino de Tres Veces Nueve, en el Imperio de Tres Veces Diez. La Atlántida, las Tierras de Gog y Magog, y hasta el mismo Edén tenían una ubicación precisa en mapas no menos fantásticos, por los que correteaban los unicornios, las aves rock, el fénix y cuatro ríos que bañaban el paraíso terrenal.

Una de las tierras fantásticas más atractivas para ir a pasar una vacaciones era el Reino del Preste Juan, que surgió de una legendaria carta enviada por un tal “Preste (presbítero) Juan” alrededor de 1150 al emperador Manuel I Comneno de Bizancio, a Federico Barbarroja (emperador del Sacro Imperio Romanogermánico), y, según parece, al propio papa Eugenio III, en la que le hablaba de su reino y le prometía ayuda para conquistar el Santo Sepulcro, en un momento en que la Cristiandad se sentía especialmente amenazada por el Islam, después de que, por suerte, fracasaran las Cruzadas (que distaban de ser nobles emprendimientos y se parecían a orgías de sangre y muerte).

La velocidad inexplicable con la que corren las noticias, en especial las más extravagantes, se ocupó del resto: en poco tiempo, el relato fantástico que contenía la carta fue traducido a decenas de idiomas. Avidos de noticias sobre lugares remotos y, sobre todo, de una defensa concreta contra la amenaza musulmana, los cristianos adoptaron con alegría y esperanza la historia del Reino del Preste Juan.

Este individuo, según decía él mismo, había logrado someter a los musulmanes en su reino y había avanzado valerosamente para luchar por la Iglesia en Jerusalén. La tenaz ilusión de encontrar un líder poderoso que derrotara a los “infieles” fue suficiente para lograr que el Reino del Preste Juan se convirtiera en una tierra tan real, volátil e ilocalizable como el mismísimo paraíso, y para que se creyera en la carta a pie juntillas. Se realizaron montones de traducciones, y se recubrió al mítico lugar (que nadie sabía dónde quedaba, pero que se ubicaba vagamente en Oriente, más allá de Persia y Armenia) con el piadoso manto de realidad del deseo.

Las descripciones de la carta eran realmente asombrosas: las tierras del Preste comprendían cuarenta y dos reyes “buenos y cristianos” y la Gran Feminia, gobernada por tres reinas y con un ejército de cien mil mujeres armadas, además de los pigmeos que luchaban con los pájaros y arqueros mitad hombres y mitad caballos. Había gusanos que vivían en el fuego y producían hebras que se lavaban quemándolas; aves, llamadas grifos, que podían transportar un buey o un caballo a su nido para alimentar a los polluelos. En una provincia del país habitaban hombres con cuernos, un ojo delante de la cabeza y tres atrás.

Y aunque carecía de electricidad, agua corriente y banda ancha, el Preste Juan poseía artefactos tan o más asombrosos: un espejo mágico, fuentes encantadas y aguas que provenían de ríos subterráneos, y que cuando veían la luz se transformaban en piedras preciosas y un collar con tales poderes que quien lo encontrase dominaría las naciones de Africa. No había agua corriente, ni electricidad, pero tampoco había pobres, ladrones y avaros, ni aduladores, ni viciosos, ni mentirosos, ni peleadores, ni pecado (ya que el espejo mágico permitía ejercer una vigilancia digna de Orwell).

Y además, decía el Preste: “Tenemos unas aves llamadas grifos que pueden transportar con facilidad un buey o un caballo al nido para alimentar a sus polluelos. También contamos con una clase de pájaros llamados Ylleriones. No hay más que dos en todo el mundo y viven unos sesenta años, al cabo de los cuales se alejan volando y se sumergen en el mar. En una provincia de nuestro país hay un yermo y en él viven hombres con un cuerno que tienen un ojo en la parte delantera de la cabeza y tres en la trasera”.

¿Cómo podía resistirse semejante cosa, teniendo en cuenta que el Preste Juan, además, descendía de los Reyes Magos?

Desde ya, la carta del Preste Juan no era más que una mera falsificación, que mezclaba los milagros de Santo Tomás, los viajes de Simbad el Marino y romances sobre Alejandro Magno.

Pero a los exploradores medievales les encantaba, y no se cansaron de buscar los dominios de este señor: a veces lo confundieron con el inmenso Imperio Mongol de Gengis Khan, otras lo situaron más allá de Persia y Armenia. Osciló indefinidamente entre Asia y Africa, y perduró en algunos mapas hasta el año 1573. El mismísimo Enrique el Navegante (1394-1460), rey de Portugal, amante de las artes y las ciencias, que no tenía nada de medieval y que fletó una expedición para llegar a las Indias por el Oeste setenta años antes de Colón, estaba convencido de su existencia y lo buscó activamente: exploró el Congo, el río Senegal, el Níger y el Gambia, e incluso envió emisarios a Jerusalén preguntando por el Preste. Obviamente, no tuvo éxito: en Jerusalén contestaron que nunca habían oído hablar de ese señor.

Y el Reino del Preste Juan, finalmente y tras una agitada lucha de unos dos siglos, se esfumó tristemente y sin dejar rastros, salvo la legendaria carta que inspiró a miles de viajeros alrededor del mundo. Se cuenta que, en algunos lugares, gente amante de la fantasía y de lo inútil se embarca en la aventura de buscar los Ylleriones, el espejo mágico y los cuarenta y dos reinos poderosos, sabiendo que no obtendrán resultados, ya que ninguna foto satelital reveló nada, y el Reino del Preste Juan se esfumó decorosamente. Con el tiempo fue sustituido por paraísos igualmente legendarios y más banales, como el ciberespacio, la aldea global y la economía de mercado.

jueves, 1 de julio de 2010

Finalmente, aparece el doctor Kroto


Lindau, Alemania, frente al lago Constanza. Súper encuentro de la ciencia: la 59ª edición del congreso anual que reúne a la plana mayor, en este caso a premios Nobel de Química, con los aspirantes a científicos de primera, venidos de todas partes del mundo.


Después de su horrible fracaso, el jinete pulula entre los 23 premios Nobel y los 600 jóvenes investigadores que se han concentrado en Lindau para hablar, discutir, escuchar conferencias de los grandes “Nobles” de la Academia de hoy. Pero al jinete no le interesan las conferencias, ni los investigadores, ni siquiera los premios Nobel. Al jinete lo acosa una única duda científica, una sola pulsión: ¿dónde está el doctor Harold Kroto, Premio Nobel de Química 1996, por su descubrimiento de los compuestos de carbono llamados fullerenos? Se sienta en un banco situado en el paseo que bordea el lago Constanza, a rumiar su desgracia. Frente a él, un pequeño embarcadero donde se menean algunos barquitos de vela que le recuerdan prodigiosa e irrespetuosamente al Tigre.
Y de repente... Dos camarógrafos toman posición frente a él..., iluminan, prueban, y al segundo un Premio Nobel elegante se sitúa frente a ellos. ¿Pero acaso no se trata del doctor Kroto? ¡Por supuesto! ¡Claro que es el doctor Kroto¡ El jinete derriba a los camarógrafos, que caen al suelo desangrándose, destruye los micrófonos y las cámaras y arroja los restos al lago, acorrala al doctor Kroto contra la pared y le empieza a preguntar. Sin preámbulos. Y el doctor Kroto, atemorizado a pesar de ser un Premio Nobel, contesta.
–Hay mucha gente que cree que la ciencia va a salvar a la sociedad, y hay mucha gente que le tiene miedo a la ciencia y piensa que nos va a llevar a la debacle. ¿Qué cree usted?
–Bueno, es un gran problema. Creo que nadie puede negar que la expectativa de vida ha aumentado muchísimo, que la tecnología ha ayudado a hacer mejores las vidas de las personas (a través de inventos como, por ejemplo, la penicilina). El gran problema es que la tecnología actualmente es extraordinariamente poderosa y está en manos de personas que podrían destruir a la humanidad. No sé la respuesta a su pregunta, no sé si la ciencia es en sí misma buena o mala. Creo que tenemos un problema.