jueves, 15 de julio de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 27

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El Jefe de Policía da comienzo al experimento, renovadora empresa de la actividad policíaca empirista. El lógico, la calle cerrada de la Recoleta, los cables semi-invisibles dispuestos a registrar toda actividad y, aún, las dudas.

CAPITULO 27

El señuelo, la víctima propiciatoria, el lógico designado para el sacrificio -o si preferimos la nomenclatura un tanto extravagante del Jefe de Policía el sujeto experimental, Leontino Melazzi, en fin, está ya en su puesto. En realidad, es demasiado joven: parece una escultura de Bronzino. Es renacentista, aunque de un Renacimiento a punto de terminar. Rafael no lo hubiera pintado, pero Tiziano sí.

La actitud es casi marmórea, prescindente, como si tuviera acceso a una realidad solo inherente a los objetos. La barba y el pelo, renegridos hasta el punto de parecer un desafío en un mundo donde los colores son siempre vacilantes, parecen rodearlo de un aura. Lo miramos con el morboso e irresistible interés que siempre despierta una futura víctima.

Camina despacio, recorre secuencias casi fílmicas, en el curioso espacio delimitado por la esquina nordeste de la plaza Francia, el extremo de La Biela, donde comienza el cartón que cierra la calle, con su perfecta perspectiva, y la mole horizontal y eminente del Cementerio de la Recoleta. La calle tiene una delicada cualidad descendente, los objetos ruedan por ella hacia la Avenida Libertador, costeando el gomero, que el lógico -y los espectadores-,  acatando la convención policial, consideran un ombú. La escena ha sido diseñada de tal modo que él no puede ver a nadie, aunque, sin embargo, sabe que es observado hasta la exasperación. En la esquina de La Biela, un par de muchachos arreglan una motocicleta. Delimitan una esfera autónoma de acción, impávidos,extraños al despliegue totalizador del Jefe de Policía. Parecen demostrar que lo global siempre despierta resistencias.

La mañana es férrea y el día desciende verticalmente desde faros redondos, que giran en lo alto como glóbulos generadores de lo diurno. El itinerario, preciso, serpentea entre gente desprevenida, que ha ocupado los lugares al azar, y aquí el Jefe de Policía  ha querido montar especialmente esta irrupción de lo previsto en la vida misma, plagada de incertidumbre. Es aquí, también, donde se alcanzo el punto mas alto del genio policial.

El propio lógico se ha dotado de una memoria especial, adaptada a la situación, a la invisible condición de melodrama que le impone el certero riesgo que corre: recuerda su infancia en un caserío provinciano, los álamos junto al río, el pánico de la sequía, su amor adolescente por Lady Chevesley, una mujer llegada en las épocas del terrible Bairoletto .Y naturalmente, la emigración, el viaje a la capital, el desgarramiento que implica aislar para siempre una parte del recuerdo que queda inmovilizada, mientras todo lo demás cambia. La falsa memoria actúa como una nueva piel, un sustrato extra, como un acicate de la memoria verdadera, a la que se agrega, completándola. Qué es este vacío que me rodea?, se pregunta el lógico. Por qué yo, que soy el observado, no veo a nadie? Por qué solo la memoria falsa me sirve de refugio, ya que la verdadera me remite a cosas que ahora, cuando mas las necesito, en el momento de máximo riesgo, no están para acompañarme y aliviarme? De dónde partirá la amenaza, rápida como el rayo, que terminara conmigo?

Y aunque su estatura es normal, camina con aire ciclópeo, entre pasturas artificiales que poca ayuda pueden prestarle,jardines arreglados para el paseo,que siempre es una manifestación de lo abstracto, del sinsentido. Los sonidos, felizmente, son nítidos, aislados,n o parecen guardar relación los unos con los otros .A lo lejos,las campanas de la Basílica del Espíritu Santo ensayan seductoramente un ángelus: una y otra vez la cualidad metálica del sonido se sucede, sin mezclarse. Grazna un sinsonte, y le responde un grupo de pájaros que levanta vuelo desde el interior del cementerio, con una catarata de gorjeos. Sin embargo, el lógico no puede percibir el continuo de aquel canto, aquello que, ampliado suficientemente, podría llegar a constituir un fondo sonoro. 

¿Será esto también parte de lo previsto? Una pareja de cintillos planea en círculos cerca del paredón del cementerio y luego se posa en la rama de un roble. Todo parece haber enmudecido, y a la vez, todo es activo, demasiado móvil. El lógico se siente débil frente a la monumentalidad del mecanismo que se ha montado para atraparlo. Acaso es mas que un conejillo de indias, que una barca en la tormenta, que una cáscara de nuez en el proceloso mar, que una pluma en el viento? Como desearía ser aquel cintillo, o aquel otro, detenidos y casi inmóviles en lo alto del roble! O esa brizna de pasto, no amenazada por nadie.O ese ladrillo de la pared del cementerio, mas permanente que los huesos, o cualquiera de las nubes que cada tanto se insinúan como amigas, protectoras, y que luego siguen viaje!  Como quisiera no haber sido nunca lógico, no haber abandonado su provincia natal, para representar ahora y aquí la última función en este teatro, que, lo intuye, le será fatal! Tiene ganas de sentarse y llorar de miedo, cuando bordea, cuidadosamente, el cartón que cierra la calle y que parece arrastrarlo en un vórtice hacia sus puntos de fuga, clavarlo en esas proporciones áureas, que al observador producen terribles sensaciones de belleza, pero que son solo vértigo para el observado. De dónde llegará la puñalada,el disparo? De dónde llegará?

Y entonces llega. Siente el dolor, y también ve la sangre, pero como no eran lo previsto, los ignora. En realidad, nada de lo que pase, le pasará a él. El aire se arruga como una sábana, y luego, repentinamente, se tensa. El lógico se arrodilla, junto al cartón. Algo indefinible, pero tremendo, lo arrastra hacia el suelo, hacia el asfalto, que sin embargo le resulta nutricio, caliente. Una de las memorias deja de funcionar por completo, y la otra empieza a desarrollarse como una película rápida, que se moviera como un péndulo, oscilando entre acontecimientos, y luego volviendo, barriendo intervalos temporales que aparecen como estallidos sobre un fondo uniforme, neutro, que es el recuerdo, que empieza a debilitarse. La causalidad se trastrueca, aspira el aire, y el aire se queda afuera. El corazón bombea, y la sangre no obedece, salta para adentro, o para afuera, como al azar.El lugar aparece ahora, repentinamente cambiado. Las cosas siguen estando, pero ya no parecen verdaderas, los arquetipos se elevan como columnas de un templo vaporoso, armado para él. Y esto era? Era esto lo que me esperaba? Memorias sucesivas se encienden y disparan, como los motores de un cohete, y en cada una de esas memorias él aparece cada vez mas pequeño y desvalido. Por qué vino hasta aquí? Por que lo arrancaron de su mundo dorado, seguro? Quienes se lo llevaron de los brazos de su madre y lo trajeron hasta aquí? Esto era? O es solo el mecanismo de la percepción que se descompone, se desactiva de a poco? Ve un enjambre de insectos, alzando vuelo.Descubre que son palabras trabajadas en tipografías pequeñitas, letras delicadas, minúsculas, que sobrevuelan la plaza, formando un remolino: es el fluir del lenguaje, que se interrumpe de a poco. El sonido lo abandono, en cambio, de repente, se interrumpió en medio del ángelus, de pronto. Y este silencio repentino? Qué es?

Una línea recta se desarrolla desde el horizonte para alcanzarlo y salvarlo, pero justo antes de llegar hasta él, se detiene y se aleja. Todo es demasiado rápido, ahora, luces, colores y contornos alzan vuelo de los objetos, como si solo hubieran sido una capa tenue que los cubriera provisoriamente y que ya no hace falta. Lo real se dispersa, formando bolitas brillantes,que se separan y ruedan lejos de él, por la barranca. Siente la sangre, que ya le inunda la boca, y el pensamiento es una pantalla tosca (cada vez mas tosca, agotándose) que trata de apresar las esquirlas de lo real, pero ya están fuera de su alcance, ruedan  lejos de él. La pantalla se agrieta, se apergamina, se consume, aparecen rajaduras repentinas, rollitos de papiro que se desgarran, agujeros por donde va a llegar algo terrible. El lógico comprende que lo que es él y lo que no es él, inexplicablemente, están mezclándose. Supone que se trata de la muerte.

No se equivoca, por cierto.

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