lunes, 30 de agosto de 2010

Elogio de lo artificial



Una de las cosas que se percibió en uno de los Cafés Científicos, allá por 2005, es la clara preferencia de todo el mundo por los alimentos naturales... y por lo natural en general. Se trata de una característica epocal, cultural, marketinera, que propagandiza un producto cualquiera asegurando que se trata de algo “natural”, con relativo éxito, y así la agricultura orgánica, el rechazo a los alimentos transgénicos, la mayonesa hecha en casa, y una larga cadena de etcéteras no necesariamente alimentarios jalonan el anhelo de una cultura excesivamente tecnificada que debería volver –así reza el slogan– a los viejos tiempos en que el hombre estaba más conectado con la naturaleza y no mediado por infinitos aparatos y pesticidas.

Por supuesto, todo este asunto es una falacia, un pequeño disparate que se basa, justamente, en el hecho de que nuestra civilización olvidó, felizmente, lo que significa lo natural. Empezando por el cianuro, las serpientes y el rayo que te carboniza elegantemente. Son cosas perfectamente naturales, y las protecciones contra ellas, desde ya, no lo son: ni el pararrayos ni el suero antiofídico son productos que se obtengan sin mediación humana. Los amantes de lo natural deberían, antes que nada, desactivar los pararrayos.

Más difícil es librarse de las vacunas: están incorporadas al cuerpo de tal modo que nos convierten en seres artificiales a nosotros mismos, a despecho de naturales bacterias y virus a quienes les impiden llevar a cabo la honorable tarea de matarnos.

Ni hablemos de la agricultura... Lo más probable es que quienes abjuran de pesticidas y herbicidas o de alimentos transgénicos no hayan transpuesto jamás los límites de una ciudad, y que el campo sea para ellos, como decía Max Aub, el lugar donde los pollos se pasean crudos. Es casi seguro que con sólo un par de jornadas campesinas se convirtieran a la agricultura mecanizada y clamaran por procesos industriales.

La civilización, justamente, nos libró de lo natural, del frío, de los desastres continuos, de la hambruna perpetua, del fracaso de cosechas que producían miles de muertos.

Y en cuanto a la mayonesa.... bueno, ya lo aclaró la disertante en aquella ocasión: la mayonesa hecha en casa es ab initio mucho más peligrosa que cualquier producto industrial.

Existe, hoy en día, una poco saludable confusión entre regreso a la naturaleza y salir de campamento, como si una carpa de plástico fuera un producto silvestre, un termo de vidrio una verdura de huerta o el agua caliente que la administración del camping genera en calderas surgiera de un geyser ad hoc.

2 comentarios:

Viejex dijo...

Impecable, Moledo. Y el ejemplo del campamento podría seguir ad-infinitum (fósforos, mantas térmicas, la infaltable navaja multipropósito, y un larguísimo etcétera.)

Anónimo dijo...

Parece Leonardo que usted no se percata de la crisis ambiental en la que estamos inmersos. Y al mismo tiempo cae en la falacia de equiparar productos naturales con 'regreso a las cavernas'.
Quienes practicamos una mejor relación con la naturaleza simplemente tratamos de minimizar nuestro impacto sobre el entorno, en todo sentido, nada mas; y si la humanidad entera lo hiciese conscientemente ¡cuántos problemas ambientales / sociales / económicos / políticos desaparecerían como por arte de magia!
Es muy interesante su blog.