jueves, 23 de diciembre de 2010

La ciencia, política

DIALOGO CON DIEGO HURTADO, FISICO E HISTORIADOR DE LA CIENCIALa ciencia, la política. El jinete hipotético se interna en terrenos incomprensiblemente inexplorados, que encierran el misterio del fracaso argentino en el campo de la ciencia.

–Usted publicó un libro que se llama: La ciencia argentina. Un proyecto inconcluso. ¿Por qué no lo contamos en este espacio que tenemos?
–Lo primero que habría que decir es que el libro se ocupa de un período que va desde 1930 a 2000. Las razones por las que me centro en este período son varias. Una es que el proceso de industrialización en Argentina toma dimensiones. Detrás del proceso de militarización aparece un grupo de militares industrialistas (como Mosconi) que vinculan el problema de la industrialización con el problema de la defensa y el problema del acceso a la tecnología. Y un tercer componente es la aparición en escena de la comunidad científica, a través de la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia. Esa asociación tiene que ver con el desafío de hacer confluir intereses disciplinarios, pero también darle presencia a la ciencia ante el poder político y ante la sociedad, explicar por qué es necesario tener investigación científica, etc. Y, por supuesto, hacer llegar los reclamos de la comunidad científica, que en la década del 30 ya son varios (infraestructura, equipamiento, formación de jóvenes científicos). Hay entonces intereses en juego: sector militar, sector productivo y científicos. Cuando uno junta estas cuestiones, se da cuenta de que esto también pasó en los países de Europa en el siglo XIX, pero fue tratado con más o con menos éxito a través de políticas científicas. El resultado es que los tres sectores terminan de alguna manera por confluir. En Argentina, por el contrario, el golpe del ’43 va a terminar de fragmentar: el sector productivo y los militares, preocupados por el desarrollo tecnológico, va a quedar escindido del sector académico. Uno puede pensar que en Argentina hubo un proceso de institucionalización desdoblado: el gobierno peronista institucionaliza la ciencia y la tecnología desde una política centralizadora, enfocada a problemáticas sociales, productivas y a la defensa. Por otro lado, el sector de la comunidad científica (vinculada con Houssay) cree que la institucionalización tiene que darse en otro sentido: libertad de investigación, autonomía del Estado. Y, como no tiene respuesta desde el sector político, intenta crear un sistema de filantropía que le permita empezar a crear institutos de investigación privados. Para América latina esto es muy original. La creación del IByME es un hito: si no es el primero, es uno de los primeros institutos de investigación privados.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Dios creo los números



DIOS CREO LOS NUMEROS
Los descubrimientos matemáticos
que cambiaron la historia

Edición comentada por Stephen Hawking
Crítica.
1000 páginas

Este libro que nos ocupa no es exactamente para leer sino para tener, para sentirse feliz de tenerlo en la biblioteca, para hojear de vez en cuando y sumergirse en las maravillas de las matemáticas y lo que de ellas dijeron (o hicieron) los más grandes matemáticos de la historia: Euclides, Arquímedes, Descartes, Fourier, Laplace, Cauchy, Gauss, Cantor, Dedekind, Weierstrass, Riemann, Gödel y Turing, con la sorprendente e incomprensible omisión de Evariste Galois, sin duda uno de los matemáticos más grandes que han existido.

Dios creó los números es, sin duda, primo hermano (o algo más cercano) de A hombros de gigantes, donde se recopilan los trabajos de Copérnico, Newton, Kepler, Einstein, en fin, los grandes títulos y autores de la física.

Decía para tener y no para leer, lo cual es un poco falso; en cualquier momento uno puede sentir la necesidad de las matemáticas (no se asombren por el verbo sentir) como uno puede sentir la necesidad de escuchar una cantata de Bach. Y el libro allí está, dispuesto y abierto para nosotros. En ese sentido es una maravilla.

Y ahora algunas críticas. Por empezar, no es muy creíble que Stephen Hawking haya efectivamente hecho los comentarios y lo más probable, creo yo, es que su nombre en la tapa y en cuerpo enorme responda a una estrategia de marketing más que a otra cosa, aunque en esto me puedo equivocar.

Pero donde se comete un grave error es en el título: Dios creó los números, una frase que puede llevar a confusión (al fin y al cabo Dios no creó ni los números ni nada) y que pertenece a Kronecker, importante matemático del siglo XIX, y aparece más completa en la contratapa: “Dios creó los números; el hombre todo lo demás”.

Pero aun así la frase está incompleta, ya que el enunciado de Kronecker es: Dios creó los números enteros (1, 2, 3... y los negativos), el hombre todo lo demás, lo cual no es ocioso, ya que era la época en que empezaban las discusiones sobre los fundamentos de las matemáticas, que se extenderían bien entrado el siglo XX.

Que los números enteros fueran los únicos dados, y creados ex nihilo significa que a partir de ellos se puede construir el resto de los números, en especial los reales y los complejos, y de allí la matemática toda: Kronecker, en ese sentido, enunciaba el credo del intuicionismo matemático, uno de los pivotes por los cuales pasaría la discusión siguiente.

El olvido puede deberse a necesidades de diagramación, pero la mención de dios en la tapa traiciona justamente el enunciado que pretende representar. Pero bueno, ese y la omisión de Galois son las únicas críticas para hacerle. Pues bien, he aquí el libro. A diferencia de A hombros de gigantes, los trabajos y los libros no están completos, y sería imposible, ya que el libro debería tener diez o cien mil páginas en vez de las modestas mil que tiene.

Y bueno. Un libro para tener, e indispensable para cualquier matemático que se interese por la historia de su ciencia. Una de las historias más bellas del mundo.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El mensaje de los árboles

DIALOGO CON JOSE ARMANDO BONINSEGNA, INGENIERO AGRONOMO
Los árboles nos cuentan una historia, una historia de cómo fue el mundo. Es entonces lógico que el jinete hipotético ate las riendas de su caballo a uno de ellos y se disponga a escuchar.
–¿Por qué no me cuenta en qué consiste su trabajo?
–Porque es difícil.
–Bueno, empiece y vamos viendo.
–¿Cómo puedo hacer para explicárselo simplemente? Bueno, le diría, para empezar, que soy especialista en el Holoceno tardío y trato de ver todas las cuestiones relacionadas con el clima de ese período.
–¿Hace cuánto tiempo es el Holoceno tardío?
–Hace unos 2 mil años.
–¿Y qué es lo que hacen para estudiarlo?
–Utilizamos el ancho de los anillos de los árboles para determinar cuáles son las variaciones climáticas que se produjeron en ese período.

–A ver cómo es eso...
–Esta técnica tiene el nombre complejo de “dendrocronología” (dendro= árbol, cronos= tiempo, logos= conocimiento). Es una técnica relativamente sencilla y muy barata, lo cual es muy conveniente. Al poco tiempo que uno empieza a estudiar esta técnica se da cuenta de que tiene una enorme cantidad de aplicaciones. Quizás usted, que es matemático, me va a entender bien. Cuando uno puede fijar en el tiempo un fenómeno con mucha precisión, ese hecho es necesario, imprescindible y fantástico para un montón de cosas. Por ejemplo, con esta técnica puedo tomar cuadros de un pintor holandés del siglo XV o XVI y, viendo la madera, puedo fecharlo y decir si la madera sobre la que está pintada es de la época o no, determinando así si el cuadro es auténtico o no. ¿Por qué pasa eso? Porque los árboles son seres vivos y se comportan como nosotros. Cuando tienen un clima que les es favorable (temperatura, humedad, etc.), crecen un poquito más, con lo cual producen un anillo de crecimiento ancho; cuando tienen condiciones adversas, “hacen dieta” y el anillo es más pequeño. Cuando uno observa el árbol, encuentra anillos más anchos y más estrechos, que son comunes a los árboles de una región (porque el clima los afecta de la misma manera). Aparte se forma un anillo todos los años. Entonces si yo parto de la zona más externa del árbol, donde está la corteza, y empiezo a contar hacia adentro, sé cuánto tiempo vivió ese árbol; pero además puedo medir el ancho y tengo una representación de cómo fue el clima. Y tengo entonces un patrón, que es como si fuera un patrón de barra, de la región de donde provino esa madera. Esta técnica se ha aplicado para estudios del Holoceno. Hay unos árboles que son muy longevos. Una de las especies está en el Sur, cerca de Bariloche, y es el alerce. El alerce llega a vivir hasta 2500 años. Hay otros árboles que también son interesantes, como el austrocedro, que también llega a más de 1500 años vivo, o las araucarias. De manera que podemos hacer series bastante largas de lo que fue el clima. Y eso nos permite, por ejemplo, determinar la variación climática que hubo en los últimos mil años. La variación que estamos viendo es efectivamente mucho más grande que el rango de variación climática que se manejaba hasta ahora.
–¿Es verdad eso?
–Sí, claro. En la Patagonia, en los últimos mil años, nunca ha habido temperaturas tan altas como ahora. Y eso se corrobora con otro tipo de fenómenos, como el derretimiento de los glaciares, la aparición de otros insectos, los movimientos de la línea de árboles (que sube porque encuentra mejores temperaturas arriba en la montaña). Es decir que la observación de los anillos complementa otras observaciones que son, también, fundamentales.
–¿Y usted qué hace con esas mediciones?
–La información que tiene un árbol es muy variada. Una vez me pidieron que explique para niños qué era lo que hacía. A mí no se me ocurría cómo hacerlo, pero una colaboradora les preguntó a sus hijos cómo describirían el trabajo que hacíamos nosotros con los árboles. Los chicos respondieron: “Es muy fácil. Los arbolitos van a la escuela y aprenden a escribir. ¿Dónde escriben? En su panza. ¿Y cómo escriben? Con anillos. Y lo que ustedes hacen es leer todo lo que los árboles escribieron”. Y es efectivamente eso lo que hacemos: saber a partir de esos anillos si llovió o no, si hubo un incendio, si hubo una avalancha, si el suelo se movió y el árbol tuvo que crecer de otra manera para enderezarse, si hubo algún insecto que le comió parte de las hojas y le produjo una cicatriz, si hubo un terremoto. En fin: tienen un lenguaje que hay que saber leer y traducir, que es lo que nosotros hacemos. Tratamos de maximizar una señal que queremos estudiar. Es importante destacar que la técnica no es destructiva: para los árboles que están vivos se usa una herramienta especial mediante la cual se le hace un agujerito mínimo (que no le produce ningún daño al árbol). Es más o menos como hacer una biopsia.
–Retrocedamos 2 mil años. ¿Cómo era todo entonces?
–Depende de la región. Acá, en la región de Cuyo, no era muy diferente de lo que es ahora. Quizás había períodos donde la montaña tuvo más cobertura de nieve, más hielo, hubo períodos donde la temperatura fue más alta (coincidiendo con lo que pasó en otros lugares del mundo, en lo que se denomina el “óptimo medieval”). Esas temperaturas fueron muy buenas para el hombre, no sé si para el árbol. Pero para el hombre era mucho más templado y cómodo de lo que fue posteriormente, en lo que se llamó la “pequeña edad del hielo”. Acá hubo manifestaciones de esa edad, que están centradas más o menos desde 1650 hasta 1850. En ese período de 200 años tenemos en la Patagonia un período frío. En lo que respecta a la montaña acá de Mendoza hay un pequeño problemita, que es que la montaña no tiene muchos árboles. Pero sí se encuentran árboles del lado chileno, y esos árboles nos permiten ver más o menos qué pudo haber pasado de este lado de la cordillera. No se olvide que nuestra cordillera recibe su humedad viniendo desde el Pacífico, de manera que lo que ocurre en Chile, le ocurre a nuestra cordillera. Y acá sí ha habido períodos de sequía más o menos prolongados y períodos de mayor abundancia de lluvias. Lo interesante es que estos períodos están disminuyendo. Del 1900 a esta parte, la tendencia que se observa (tanto en los árboles como en otros proxy) es que la precipitación está bajando.
–¿Por qué?
–Uno de los problemas puede ser el cambio climático.
–¿Pero desde 1900? ¿No es un poco temprano para hablar de cambio climático?
–Hay dos cosas que se superponen en el cambio climático. Una es la variabilidad natural y la otra es el efecto antropogénico. Separar ambas señales no es una tarea fácil. Uno tiene la tendencia a decir que el cambio es más visible en la serie de temperaturas que en la serie de precipitaciones. La serie de precipitaciones puede tener varios otros motivos, como por ejemplo la acción diferencial de algún forzante climático...
–¿Qué es un forzante climático?
–Un forzante climático es alguna condición que obliga al clima a cambiar. Un forzante son las corrientes del Niño o la Niña: esa condición atmosférica hace que la variación climática aumente. Hay otro forzante, que es la oscilación decadal del Pacífico. Es una modulación del Niño y produce una señal que puede verse en los caudales de nuestros ríos, en los anillos de árboles. Tiene un centrado de cerca de 30 años. Tampoco podemos descartar las influencias solares.
–Antes habló de “proxy”. ¿Qué es eso?
–Llamamos así a aquellos datos que, si bien no son exactamente climáticos, representan un poco el clima. No son datos instrumentales, no se pueden cuantificar del mismo modo que otros. Hay varios: los corales, los testigos de hielo que se toman en la Antártida, las estalactitas, que tienen depósitos calcáreos donde quedan fijados isótopos del agua y del oxígeno...
–En Mendoza es más o menos igual el clima. ¿Y en el Sur?
–Más al Sur se ve mejor la variación de la “pequeña edad del hielo” y del máximo medieval.
–¿Qué fue el máximo medieval?
–Un máximo de temperatura, que se dio alrededor del 1000 o el 1200.
–¿Y con relación a hace 2 mil años?
–No hubo demasiadas variaciones. Para encontrar variaciones más importantes hay que irse más atrás. Pero eso no lo podemos hacer porque no nos da el árbol.
Informe: Nicolás Olszevicki.

martes, 14 de diciembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 40

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CAPITULO 40

Los tres anticuarios estaban reunidos en el centro de un patio tradicional. Frente a la proliferación de los malvones, parecían minúsculos, adquirían densidad conspirativa, aunque atenuada por cierto aspecto abogadil, de escribanía. Los cabellos negros y el atildado clavel del anticuario joven se confundían casi con el pelo entrecano del vicedecano Jauretche Saint Simón y con los matices cotidianos del decano Simón de Indias. Revisaban, con la lentitud con que sólo pueden hacerlo seis pares de ojos, un papel cubierto de signos, donde constaba el flujo de maquinaria fúnebre que partiendo de las bocas de expendio de antigüedades se difundía por la ciudad. Nadie dudaba de que se trataba del gran negocio del día.

-Al no tener ataúdes- dijo Simón de Indias apenas nos vio la gente compra maquinaria fúnebre.

-Sin embargo, los circuitos están desorganizados, dijo el vicedecano, adicto a la clase media.

- ¿Por que están desorganizados? -pregunté

-Por la falta del Anticuario Mayor -se apresuró Simón de Indias temiendo una indiscreción por parte de alguno de los otros. Pero que indiscreción podía haber? Alguna indiscreción es posible? Como ustedes saben, el mundo nuestro está totalmente jerarquizado, y es difícil decir si va a sobrevivir a una catástrofe como ésta.

-El Anticuario Mayor es la base y la punta de la pirámide -dijo el anticuario joven, obsequioso, con el tonito irritante de San Telmo.

-¿Y donde está el Anticuario Mayor?

Los tres anticuarios se encogieron de hombros al mismo tiempo. Más que admitir que no lo sabían, decían que preferían no saberlo. Era un gesto harto elocuente, pero agregaba muy poca información.

- ¿Y quién lo reemplaza?

-Es imposible reemplazarlo dijo Jauretche Saint Simón cada Anticuario Mayor elige al que ha de sucederle, y la elección es íntima y secreta. A la muerte, desaparición, renuncia o abdicación de un Anticuario Mayor, se revela, de algún modo, el nombre del siguiente.

- ¿La asamblea de anticuarios? probé.

Retrocedieron horrorizados Me extraña lo que usted dice intervino el vicedecano -un nombramiento de ese tipo tiene que provenir de un poder más sólido que el del consenso que, como se sabe, es mudable en forma absoluta. El cargo de Anticuario Mayor participa de la esencia misma del poder, si es que no constituye su fuente.

- ¿Pero no estaban aquí reunidos para tratar de encontrarlo?

-Por supuesto que no -dijo Jauretche Saint Simón esto es simplemente una reunión de negocios, no una asamblea de política de antigüedades.

-Sin embargo, ustedes están tratando de introducir, o de dirigir el fluir de maquinaria fúnebre en el mercado mi voz tenia un deliberado matiz de acusación. Era una acusación abstracta, lanzada al azar, a la búsqueda de un delito o una culpa a la que aferrarse.

-La maquinaria fúnebre se introduce sola se defendió el decano sigue naturalmente los caminos necrofílicos de la sociedad y más los de una sociedad completamente perpleja por la falta de ataúdes.

-Faltan ataúdes -explicó, relamido, como si hiciera falta, el anticuario joven

-Que son un ingrediente esencial para la clase media -arguyó con un toque de temor el vicedecano El ataúd, para los sectores recién llegados, o todavía colgados del consumo masivo, o por lo menos de las franjas más banales del consumo masivo, funciona casi como un aparato electrodoméstico.

-Con los falsos atributos de la inmortalidad -completó Simón de Indias- ya que la clase media considera que el ataúd es eterno, como ella misma, pero al mismo tiempo sabe que es efímero, como ella misma. Improductivo, estéril, burocrático. Como ella misma.

"La clase media ve su propia imagen en el ataúd, que es una especie de fetiche, de totem, al que rechazan, pero sin el cual no pueden vivir. Por eso son las clases medias las que mas se oponen a la cremación, o cuando no se pueden oponer, tratan de retardarla lo más posible. Usted sabrá de las prácticas cementeriles en épocas normales. Se entierra, se esperan cinco años, se desentierra y se crema. Y el ataúd, que es lo más grave, en tanto, se pierde. La clase media no puede construir bóvedas, no tiene acceso a los panteones. A duras penas alcanza los country clubs."

-Los country clubs son más atractivos que las bóvedas comenté.- Especialmente para los fines de semana.

-Los fines de semana son espurios, pasajeros. Duran poco.

-Aunque se repitan -dijo el anticuario joven.

-Exactamente siguió el decano y entonces, a la clase media,¿qué le queda? ¿Qué tiene la clase media? Solo empleos. Empleos públicos, en la docencia, en la medicina, o si no, son profesionales liberales: contadores, psicoanalistas, ingenieros, médicos y alguna otra cosa que me estaré olvidando. También son comerciantes. Como usted ve, es muy poco. No vale nada. Y entonces, cuando no tienen ataúdes, que les queda por hacer? Comprar maquinaria fúnebre.

-Obviamente dijo el anticuario joven, obviamente.

-Así es completó el vicedecano.

-Y ¿dónde está el Anticuario Mayor? insistí. -Ustedes tienen que saberlo.

- ¿Nosotros? se asombro Jauretche Saint-Simón Como podríamos saberlo justamente nosotros, que somos inferiores a el. Nosotros también lo estamos buscando. Sin él, somos como huérfanos.

- Pero por qué no me sugieren aunque sea un lugar donde buscarlo?

- Porque es imposible dijo el Decano. En el mundo de las antigüedades, todo es aleatorio. En la calle se escuchó el sigiloso cerrarse de la puerta de un automóvil. A través de la reja vi la silueta inequívoca y azulada de un coche policial. La lógica joven comenzó a mover los brazos como aspas de molino. El peligro era inmediato.

- ¿Hay alguna puerta falsa? pregunté.

- Salgan por aquí dijo Jauretche Saint Simón, señalándonos un mueble estrafalario y complicado que se apoyaba sobre una de las paredes del patio. Era un armonio vaticano del siglo XIII, lleno de divisiones y tablillas. Sacando uno de los cajones se accedía a un túnel de mampostería que atravesamos como un rayo, para aparecer en un baldío, donde se acumulaban, como al descuido, las basuras, las personas y los perros.

Apreté la mano de la lógica joven. -Vamos dije. Nuestra próxima parada es la embajada de Inglaterra.

>>Ir al capítulo 41

jueves, 9 de diciembre de 2010

La vida privada de las vinchucas

DIALOGO CON BEATRIZ SETTEMBRINI, DOCTORA EN CIENCIAS BIOLOGICAS
Al jinete hipotético nunca lo picó una vinchuca, pero son tan largos sus itinerarios que tiene miedo de que le pique una. Quizá lo que le contó Beatriz Settembrini (que nada tiene que ver con el personaje de La montaña mágica) contribuya a calmarlo.

–Me dijeron que usted es bióloga...
–Sí, eso dicen, pero es verdad. Soy doctora en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
–¿Y qué hace acá en el Museo Bernardino Rivadavia?
–Estoy en la división Entomología y trabajo con vinchucas. Empezamos a trabajar con el sistema nervioso de esos insectos, porque era un área no explorada. Y como yo tenía un background por haber trabajado con el sistema nervioso de los mamíferos durante mis primeros años de investigación, consideré que era un modelo importante para explorar, sobre todo por tratarse de un área en la cual había vacancia en nuestro país. Al inicio de mi carrera, en el ’84, fui becaria de un investigador inglés y trabajé en comportamiento de vinchucas, algo que no implicaba tanto meterse adentro del bicho. Después de mi beca post-doctoral en Italia, seguí trabajando con las vinchucas, pero desde adentro. Y fue como comenzar de cero, empezando a conocer dónde estaba el sistema nervioso central, el cerebro, cómo eran los nervios y cómo estaba organizado todo eso. Empecé por utilizar técnicas morfológicas, para conocer la histoarquitectura...

martes, 7 de diciembre de 2010

Sorpresas invisibles

Felizmente, no hemos llegado a conocer el universo cabalmente –o por lo menos tan cabalmente como se creía hace un tiempo– y aparecen nuevas sorpresas que ponen a la cosmología en permanente estado de excitación: al fin y al cabo, saberlo todo no es muy interesante y sólo deja resquicios para investigaciones de detalle, a la espera de que todo cambie y alguna de las teorías centrales se derrumbe y haya un cambio de paradigma, como le gustaría al bueno de Thomas S. Kuhn.

Cuando se descubrió la radiación de fondo, que data de 380 mil años después del Big Bang, del momento remoto en que se desacoplaron materia y radiación, el modelo standard pareció estar terminado; luego, las dificultades que aparecían en el universo tempranísimo y que no encajaban exactamente fueron arregladas con la teoría de la inflación de Alan Guth –una solución que tiene cierto tufillo ad-hoc–.

Mientras tanto, se lograba una descripción del universo a gran escala: un conjunto de cúmulos de galaxias organizadas en filamentos que encerraban vacíos insondables donde reinaba la nada que hubiera aterrorizado a Aristóteles o a Descartes.

Y todo en acelerada expansión, con un horizonte que se agranda a la velocidad de la luz.

Pero ahora aparecen nuevos elementos sobre cuya identidad y naturaleza se tienen pocas pistas: la materia oscura (la semana pasada se difundió una fotografía que parece dar evidencias de su real existencia como un halo alrededor de una galaxia), la energía oscura, vinculada a la “constante cosmológica”, ese término que Einstein introdujo en las ecuaciones de la relatividad general para lograr un universo estático e inamovible, y sobre todo ese desenganche entre la relatividad general y la cuántica, que no logran unificarse y que hace que los cosmólogos se muevan sin teoría –o por lo menos sin teoría confiable– y que por otro lado se extravíen por los caminos de la imaginación tratando de unificarlas, como se extravió José Arcadio Buendía por los senderos de una ciénaga que se cerraba detrás de él, mientras sus pies se hundían en el fango, o en el lodo de la inteligencia.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Antropología y etnografía de la salud

 DIALOGO CON MARIA EPELE, ANTROPOLOGA, INVESTIGADORA DEL CONICET

Al jinete hipotético le gusta el método etnográfico: cree que esa historia de mimetizarse con el otro, o por lo menos parecerse, y entrar en circuitos sociales extraños, con actores diferentes, produce una particular excitación. De eso se trata en este diálogo.

–Usted es antropóloga social y se especializa en temas de salud, ¿verdad? Y hace muy poquito publicó el libro Sujetar por la herida, una etnografía sobre drogas, pobreza y salud.
–Sí, ésa es mi especialidad. La perspectiva de salud que yo tengo es abordar los temas de salud desde los modos sociales de producción de los malestares, del sufrimiento, de la enfermedad. He trabajado con muchos temas, muchos problemas diferentes (género, sexualidad, uso de drogas), a veces en instituciones, a veces en barrios, con distintas metodologías.