viernes, 27 de mayo de 2011

Un avance en la lucha contra el cáncer

DIALOGO CON FELIPE MAGLIETTI, DEL EQUIPO DEL LABORATORIO DE SISTEMAS COMPLEJOS DE LA FCEN
El equipo del Laboratorio de Sistemas Complejos de la FCEN, dirigido por Guillermo Marshall e integrado por Felipe Maglietti (médico), Nahuel Olaiz (bioquímico) y Sebastián Michinski (médico), lleva a cabo un desarrollo para combatir tumores cancerosos.
–Bueno, a ver, cuénteme...
–Bueno, nosotros somos un grupo de investigación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, trabajamos específicamente en el Laboratorio de Sistemas Complejos, Departamento de Ciencias de la Computación, y nos encontramos desarrollando un proyecto que dirige el Dr. Guillermo Marshall, un proyecto en el marco de terapias electroquímicas del cáncer. Específicamente una terapia que se conoce como electroquimioterapia.
–Cuénteme en qué consiste... –La electroquimioterapia es un tratamiento muy novedoso que se está aplicando actualmente en Europa y que nosotros tenemos intenciones de desarrollar localmente en la Argentina. Consiste en la administración de un agente antineoplásico con una muy baja permeabilidad celular, o sea que es un agente que no ingresa con facilidad al interior de la célula, pero que mediante la administración de pulsos eléctricos logramos que ingrese específicamente sobre la zona del tumor a tratar. La ventaja de esto es que, administrando una dosis muy baja del antineoplásico, podemos lograr, con muy escasos efectos sistémicos, una respuesta antitumoral muy grande, y muy efectiva.
–A ver, vamos más despacio. Por empezar, ¿cuál es la droga? –La droga que utilizamos es la bleomicina. Es una droga que se utiliza en cáncer de testículo y en otros cánceres, pero que ha caído en desuso en otras patologías porque hacía falta usar dosis muy altas, que resultaban tóxicas. Lo que pasa es que es una droga de permeabilidad muy baja: entra con dificultades y en poca cantidad a las células del paciente, lo cual obliga a usar dosis muy elevadas, que resultan tóxicas para el paciente.
–Es la historia de siempre. El problema es que para matar a un tumor se mata también al paciente. ¿Y esa droga qué hace en el interior de la célula? –Destruir o fragmentar las cadenas de ADN: la célula no muere inmediatamente sino que va a morir en el caso de que intente replicarse. Esto tiene una ventaja notable, porque cuando ingresa en un tejido en el cual hay células tumorales, las células normales van a sobrevivir por un tiempo, en cambio las células tumorales, al tener el ADN fragmentado, van a intentar entrar en ciclo celular y van a morir por apoptosis.
–¿Y ahora me va a contar por qué? ¿Cómo es? ¿Cómo se aplica? –El sistema consiste en lo siguiente: el paciente ingresa, se administra la dosis de la bleomicina, que puede ser por vía sistémica, o sea por la vena, o puede ser local sobre el tumor. Luego de esto, de un período ventana para que la droga se distribuya por el cuerpo, se administran localmente sobre el tumor los pulsos eléctricos mediante un electrodo diseñado para tal fin.
–¿Y estos electrodos qué hacen? –El electrodo lo que hace es administrar un pulso eléctrico sobre la superficie del tumor, y el efecto de este pulso es formar poros en la membrana celular, que van a permitir el ingreso de la bleomicina exclusivamente en esta zona.
–¿Por qué los pulsos oscilantes eléctricos formarían poros? –Los pulsos provocan una inestabilidad en la membrana que es reversible, o sea que por un período transitorio de tiempo esta inestabilidad en la membrana va a permitir el ingreso de la droga al interior de la célula.
–¿Pero por qué provocan una inestabilidad en la membrana? –No se sabe; y estamos investigando acerca de esto, con modelos computacionales, experiencias en vivo, in vitro, y la verdad que es un esfuerzo mundial el tratar de comprender cuál es el mecanismo de formación de los poros que permiten la entrada de la droga, y no solamente la bleomicina sino que se puede permitir la entrada a la célula de cualquier fármaco e incluso se puede introducir ADN. De esta manera se puede transfectar (introducir ADN a una célula y que ésta produzca una proteína codificada en dicho ADN) una célula tumoral con un ADN específico que nos permita, por ejemplo, despertar una respuesta inmune contra el tumor.
–Las células... las moléculas de las membranas están agarradas eléctricamente, no es raro que el pulso eléctrico provoque algo... Entonces el panorama es el siguiente: ustedes saben que esta droga localmente se distribuye en el cuerpo con poca permeabilidad, o sea que no produce gran daño pero, en algún lugar específico del tumor, el pulso eléctrico abre poros... –Son pulsos de muy corta duración. Tienen una intensidad, digamos un voltaje que asciende hasta los 1500 voltios por centímetro, pero la duración de cada pulso es de 100 microsegundos (0,001 segundo, por lo que no hay ningún peligro para el paciente, ya que el tiempo es muy breve).
–¿Y con qué máquinas? –Las máquinas para desarrollar este tipo de pulsos se llaman electroporadores. Hay diversas marcas y nombres. Nosotros contamos con diversos equipos para realizar los pulsos, fundamentalmente hay un equipo europeo que se encuentra habilitado para tal fin y con él se desarrolló la mayoría de los estudios en Europa. En realidad existe un solo equipo aprobado en Europa para el tratamiento de seres humanos.
–Y ustedes lo desarrollaron. –En este momento tenemos un equipo de características idénticas al europeo, con el que planeamos hacer la equivalencia en la Anmat para desarrollar un ensayo clínico con pacientes en el Instituto Angel Roffo, que pertenece a la Universidad de Buenos Aires, con el aval de su director, el Dr. Ricardo Kirchuk.
–¿Está aprobado este tratamiento? –Este tratamiento aún no existe en el país . Por lo tanto tiene que pasar las regulaciones de la Anmat; es por eso que estamos trabajando intensamente con la gente del Roffo y la UBA, para armar un protocolo similar al europeo y de esa manera lograr introducir el tratamiento como un escalón más de la terapéutica. Este es un tratamiento que si bien en Europa es de rutina, en la Argentina todavía no es accesible al público sino que tiene que pasar los estadios determinados por la Anmat para ser aprobado y que eventualmente esté disponible, pero...
–Por ahora no... –Hoy en día no.
–Otra cosa, ¿qué resultados tiene? –Los resultados son realmente muy buenos, porque hay una respuesta efectiva de los nódulos del 80 por ciento. Lo más interesante es que no importa la histología del tumor, o sea que no importa que sea una metástasis de cáncer de mama, un tumor primario, un melanoma. Independientemente de eso, los nódulos, en un 80 por ciento de los casos, desaparecen (exactamente el 70% desaparece completamente y un 10% adicional se reduce más del 50%, por eso se dice que la respuesta efectiva es del 80%). Por lo tanto la respuesta es muy buena; el único impedimento que tenemos es que el nódulo tiene que estar accesible a la colocación del electrodo.
–O sea que por ahora se utiliza sólo en nódulos superficiales. –Exactamente, la indicación actualmente es en nódulos que estén al alcance del electrodo.
–¿Y ustedes qué están haciendo? –Lo que estamos tratando de desarrollar nosotros son líneas de investigación para ampliar las aplicaciones de esta tecnología, para llevarla al tratamiento de órganos internos; digamos para que pueda ser accesible para cualquier órgano del cuerpo.
–Esto es un elemento más... –Exactamente.
–No es la solución... –No, esto es un tratamiento que es paliativo.
–Paliativo... –Exacto, y constituye un escalón más, cuando otros tratamientos fueron inefectivos. Esto es fundamentalmente orientado a pacientes que no tuvieron una buena respuesta con los tratamientos convencionales, que no son candidatos a cirugía o que simplemente el paciente se rehúsa al tratamiento. Solamente en esos casos estaría indicado, por ahora. O sea que actuaría como un aliado para tratar márgenes quirúrgicos luego de una cirugía, como reductor previo a una cirugía posterior, como agente para reducir un tumor en el caso de una zona previamente irradiada en la cual es muy difícil efectuar una cirugía, actúa en caso de tumores inoperables por la ubicación, que sean inabordables, o que la cirugía sea realmente sea muy mutilante.
–Está claro. –Bueno, como nuestra intención es introducir el método en la Argentina, realizamos diversas charlas, en distintos lugares y hospitales. Hace más de cinco años que estamos trabajando en la difusión de este método. Nuestro objetivo es que se implemente en la sociedad, en la Argentina específicamente, trajimos gente de Estados Unidos y de Europa, para introducir a los médicos, en el marco de las jornadas dimos charlas en el Hospital de Clínicas, en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, en el Hospital Italiano. El objetivo es preparar a la comunidad médica para comenzar a considerar esto como un escalón más en la lucha contra el cáncer.
–¿Desde cuándo se usa esto en Europa y en Estados Unidos? –En EE.UU. aún no se utiliza porque se están terminando los estudios que exige la FDA para permitir el ingreso de tecnología europea. En Europa, desde 2006 tienen un estudio muy grande que realizaron con muchos pacientes para determinar las condiciones óptimas de realización de este tratamiento. El estudio se llama Esope (European Standard Operating Procedures for Electrochemotherapy), que llevó a seleccionar a aquellos pacientes que eran candidatos a establecer la dosis correcta de bleomicina, de pulsos.
–¿Por qué ese retraso en la Argentina? –Particularmente creo que es por falta de conexión entre las instituciones que hacen investigación y la medicina asistencial. Cuando hice el viaje a Europa de capacitación en electroquimioterapia, e intercambio científico en Francia, vi que estamos un poco relegados en algunas materias. Fundamentalmente por desconocimiento, a veces 4 o 5 años para un método es poco.
–¿Qué más? –Bueno, es muy importante recalcar que el sustento que nosotros tenemos para realizar todo este tipo de investigaciones proviene del Conicet, de la UBA, del Ministerio de Ciencia Técnica e Innovación Productiva; todas estas instituciones nos soportan y nos avalan, digamos, económicamente y nos permiten a nosotros capacitarnos, adquirir equipamientos y desarrollar localmente esta tecnología, y ampliar sus aplicaciones y trabajar realmente junto con investigadores europeos con quienes mantenemos una estrecha relación.

viernes, 20 de mayo de 2011

Uranio de juventud (tango)

El uranio, que ocupa el último lugar en  la Tabla Periódica de los elementos, se desintegra a un ritmo de 5024 años, y emprende un camino que lo lleva a transformarse en radio y finalmente en plomo. La desintegración del uranio fue descubierta por Henri Becquerel en 1899 e inició el estudio de la radiactividad.

Uranio de juventud
cuando la mina más papa
susurraba en mi solapa
reclamando radiación.

Viejos tiempos de mi gloria.
con cada elemento nuevo
en todo el barrio malevo
se temblaba de emoción.

Vereditas de berilio
bajo la luz de neón
torrentes de rayos gamma
junto a la paz del malvón.

¡Uranio de juventud!
¿cómo puedo no extrañarte?
Vuelvo a oír aquel silbido
que hacías al fisionarte
y ese tango que cantabas
cuando te desintegrabas
Uranio de juventud
es imposible olvidarte.

Hoy vencido y ya canoso
evoco tu radiación
en aquel tiempo dichoso
cuando nunca me faltaba
ni una mina ni un neutrón.

¡Uranio de juventud!
Ni un gramito miserable
me ha quedado en el bulín
despoblado y sólo vivo
de desechos radiactivos
mezclados con aserrín.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Caprichos y comportamientos del Sol

DIALOGO CON MARIELA VIEYTES, DOCTORA EN FISICA, INVESTIGADORA DEL CONICET
En el siglo V a.C., el filósofo Anaxágoras fue acusado de impiedad al decir que el Sol era una masa de hierro del tamaño de Grecia y la Luna, una roca que reflejaba su luz. Resultó que no era así. Resultó también que seguimos estudiando el Sol y tratando de comprenderlo.

–Usted se ocupa de modelos atmosféricos del Sol...
–No sólo del Sol sino de las estrellas en general.
–¿Por qué no me cuenta qué es eso?
–Cómo no. De las estrellas, nosotros lo único que podemos obtener es la radiación que nos llega. La idea, entonces, es estudiar los diferentes parámetros y propiedades de las estrellas mediante esta radiación, y para eso es necesario hacer modelos numéricos para poder describir cómo cambian las diferentes cantidades con la altura dentro de la atmósfera de la estrella. Nosotros la única información que tenemos, le repito, es la radiación, que la podemos observar, de acuerdo con la longitud de onda, con diferentes tipos de telescopio. Con esa información tratamos de desarrollar un modelo que diga cómo es la estructura térmica de la atmósfera.
–¿Y para qué sirve conocer la atmósfera? ¿Por qué es importante?
–Por un lado, por el conocimiento en sí mismo: saber todas las variedades que puede haber en el universo de tipos de estrellas...
–Absolutamente de acuerdo.
–Por otro lado, el caso más aplicado para este tipo de trabajo es el del Sol. El Sol es nuestra estrella más cercana, la podemos observar con detalle con resolución espacial y temporal. No hay ninguna otra a la que podamos acceder de la misma manera. Además nosotros, como habitantes de uno de los planetas del Sistema Solar, somos absolutamente dependientes de la energía que nos llega del Sol para poder vivir. Estudiar la energía que nos llega implica conocer los modelos de las diferentes estructuras presentes en la atmósfera del Sol y ver cómo cambian a lo largo del ciclo.
–Las diferentes estructuras presentes... Déme un ejemplo...
–Las manchas solares, por ejemplo. Después en la corona, que es la parte más externa de la estrella, se ven en rayos X las figuraciones y muchas otras cosas que están asociadas al momento del ciclo en que se encuentra el Sol, que van cambiando. Son diferentes fenómenos que están asociados con la actividad magnética del Sol, es decir que varían a lo largo de los 11 años que dura el ciclo medio del Sol...
–La investigación científica tiene dos planos. Uno es el del saber por el saber mismo. Y el otro es el saber progresivo: “Yo quiero saber cómo es la atmósfera de una estrella porque eso va a funcionar como una llave para otra cosa”.
–En el caso del Sol están las dos cosas, sin duda. En el caso de las otras estrellas, le diría que más bien es el conocimiento por el conocimiento en sí mismo. Aunque en realidad, puede tener una incidencia incluso sobre el propio estudio del Sol. Porque nosotros, situados aquí y ahora, no podemos estudiar lo que va a pasar con el Sol dentro de 20 mil años. Pero tal vez si estudiamos una estrella que se parezca mucho al Sol, nos puede dar una idea de lo que va a pasar en esa cantidad de tiempo, o de lo que ya le pasó. Hay entonces un camino de ida y vuelta entre la astrofísica solar y la física estelar, justamente en este sentido. Poder observar muchas estrellas con características similares al Sol nos da la posibilidad de pensarlo en diferentes etapas. Eso por un lado. Además del interés en sí mismo, en el caso del Sol hay aplicaciones muy importantes. El hecho de que podamos predecir la cantidad de energía que nos llega a nosotros como planeta del Sol es sumamente importante. Y no me refiero solamente a la cantidad de energía en diferentes etapas sino a, por ejemplo, partículas muy energéticas que generen problemas en las telecomunicaciones, en los satélites; además podemos predecir consecuencias de acuerdo con el tipo de radiación: por ejemplo, la radiación ultravioleta tiene influencia en la capa de ozono, porque es el área en donde la capa de ozono absorbe energía.
–El ciclo de 11 años, ¿es un ciclo de qué?
–El campo magnético del Sol va cambiando a lo largo de los 11 años. En el interior del Sol se generan campos magnéticos que son variables. A diferencia de la Tierra, donde tenemos un campo magnético que no cambia (o, mejor dicho, cambia muy poco); en el caso del Sol y de otras estrellas hay una variación en el campo magnético que sigue un ciclo de aproximadamente esa cantidad de años. Es importante resaltar el “aproximadamente”. A veces el período es mucho más largo. Hubo un período, en el 1700, en el que el Sol estuvo muy inactivo. En esa época, la Tierra fue especialmente fría, hubo grandes heladas. Ese período se asocia a un momento de inactividad del Sol. Es interesante estudiar qué fue lo que pasó en ese momento, si hay posibilidades de que vuelva a repetirse...
–¿Y qué fue lo que pasó?
–No sé sabe todavía.
–¿Por qué se producen estos cambios? Una estrella, en definitiva, es una máquina simple, ¿no? Transforma energía gravitatoria en calor y luz.
–Eso es el interior del Sol. En la atmósfera no hay ninguna fuente de energía. Toda la energía que se escapa es la que se generó en el núcleo a partir de la fusión nuclear del hidrógeno. Pero lo que yo estudio es la atmósfera del Sol, que está conformada por la fotósfera, la cromósfera y un poco de región de transición. El interior solar no es mi área de estudios, pero es donde se genera la radiación. El Sol está formado más o menos de la siguiente manera: en el centro está el núcleo, después hay una capa un poco más externa donde la energía se transmite exclusivamente por radiación (la zona radiactiva), después hay otra zona más (la convectiva) y en el medio –entre la radiactiva y la convectiva– hay una capa más finita en la que se cree que se genera el campo magnético a través del efecto dinámico. Pero, insisto, eso no es lo que yo hago. Yo me ocupo de ver una vez que la radiación llega a la fotósfera...
–Tarda mucho, ¿no?
–Sí, unos 10 millones de años. Eso ocurre por la enorme cantidad de colisiones y por la densidad terrible que hay en el medio. Pero en la atmósfera el fotón ya no tiene mayores problemas: la densidad es, obviamente, mucho menor.
–Es increíble pensar que el fotón que tardó ocho minutos en llegar del Sol hasta acá se tomó 10 millones de años para lograr salir de ahí adentro.
–Sí. Hay que pensar que en el núcleo, en un radio que es la cincuentava parte del radio solar, está contenida prácticamente la mitad de la densidad. Justamente por eso es que se emprende la fusión del hidrógeno y todo eso: hay tanta temperatura y tanta densidad que el hidrógeno empieza a fusionarse. Pero insisto: mi objeto de estudio es la atmósfera del Sol, que es lo que nosotros podemos ver por observación directa, porque la radiación nos llega desde la atmósfera. Esa radiación que se creó adentro llega a la atmósfera y luego a nosotros. Ese espectro tiene líneas de absorción y de emisión que dependen de la composición de la estrella y de su nivel de la actividad. Observando ese espectro es que nosotros proponemos una forma en que varía la estructura térmica de la atmósfera para tratar de ajustar al perfil que observamos.
–¿Su programa de investigación es puramente descriptivo? ¿O también están formulando teorías?
–Mi trabajo es lo que se llama semiempírico. Lo que yo hago es tomar observaciones que ya se hicieron y trato de ajustarlas lo mejor posible. Propongo cómo varía la temperatura a lo largo de la atmósfera, calculo todo el espectro a partir del transporte de radiación (sin meterme en el proceso físico que llevó a la atmósfera de la estrella a esa situación en particular) y trato de reproducir el espectro que observo. Una vez que yo tengo el espectro calculado, hago retoques en el modelo para acercarme lo mejor posible. Es una cosa de prueba y error, en algún punto: hago todas las cuentas, comparo espectro calculado con observado y, si no da bien, modifico la estructura para ver si encaja mejor. Cuando finalmente encuentro la estructura que mejor se adecua a las observaciones, me quedo con ese modelo y puedo calcular diferentes parámetros: cómo cambia la temperatura con la altura, la densidad de masa con la altura, la densidad de protones, de electrones... Esa información no tiene, en principio, ninguna teoría. Pero lo que sí puedo calcular es cuál es la energía necesaria para que una atmósfera tenga esa estructura y no otra. Ahí entonces tiene que venir alguien que proponga un mecanismo físico para explicarlo. Y ésos son los modelos teóricos. Pero esos modelos necesitan algo de donde agarrarse para ser formulados. Y ese algo son, justamente, los modelos semiempíricos.
–¿Y usted cree que los modelos corresponden a la realidad o son simplemente modelos?
–Yo creo que los modelos están llenos de suposiciones que tenemos que creer. Dentro de esas suposiciones es lo mejor que podemos hacer. Y yo creo que corresponden bastante a la realidad.

viernes, 13 de mayo de 2011

El ojo y los pichones en el nido ajeno

 DIALOGO CON BETTINA MAHLER, DOCTORA EN BIOLOGIA, INVESTIGADORA DEL CONICET
Al Jinete Hipotético le encantaría levantar vuelo como un tordo picocorto. Pero no está seguro de querer descender sobre nidos ajenos. Angustiado, decidió consultar con la doctora Bettina Mahler.

–Empecemos como de costumbre, ¿qué hace usted?
–Durante mi doctorado empecé a estudiar diversos aspectos de la ecología y el comportamiento de las aves, y en los últimos años me fui dedicando a usar herramientas moleculares y genéticas para contestar preguntas sobre ese tema. En particular, ahora me estoy dedicando a la conservación de especies de aves utilizando estas herramientas.
–¿Cuáles son las preguntas que intentó contestar? –Lo primero que estudié fueron las aves parásitas de cría, como por ejemplo los tordos renegridos y los tordos picocorto. Lo que hacen esas especies es poner sus huevos en nidos de otras especies que incuban los huevos y crían a los pichones. Los tordos se independizan y no se hacen cargo para nada. Es muy difícil, como se imaginará, ir siguiendo a los tordos y ver dónde van dejando sus huevos. Lo que nos permitieron las herramientas moleculares es responder a la pregunta de dónde ponen los huevos. El tordo picocorto, por ejemplo: ¿pone los huevos en cualquier nido que ve por ahí o elige alguno en especial por algún motivo? Como es muy difícil seguirlo, lo que pudimos hacer es tomar una muestra de los pichones de tordo de diferentes nidos y ver si esa descendencia pertenecía a una sola hembra o a diversas hembras. Lo que vimos, además, es que tenían preferencia por los nidos de una determinada especie o por especies que compartían algunas características (como, por ejemplo, un tipo de nido similar).
–¿Y la especie parasitada no destruye a ese pichón? –No. Algunas lo que hacen es reconocer los huevos no propios y sacarlos del nido. Otras especies no discriminan nada y aceptan todo.
–Y si yo pusiera un huevo de plástico en esos nidos, ¿qué pasaría? –Depende de la coloración. Nosotros a veces usamos huevos de yeso, y los pintamos de un color que imita el huevo del tordo, con algunas manchitas. Si ese mismo huevo lo pintamos de blanco, sí lo rechazan. La forma de rechazo varía de acuerdo con la especie hospedadora. Si es una especie grande, abren el pico, agarran el huevo y lo sacan. Si es una especie chica, no les da la apertura de pico. Entonces lo pinchan para sacarlo. Con los huevos de yeso, por supuesto, no pueden picarlo.
–¿Y qué hacen? –Depende de qué tan rechazadoras sean. Si ponemos más de uno, puede ser que abandonen el nido.
–¿Cómo se pudo estructurar evolutivamente esa conducta parásita? Parece ser muy adaptativa... –Hay una hipótesis que sugiere que fue una transición de una especie que construía sus nidos y ponía sus huevos ahí, a especies que utilizan nidos ya construidos. Lo primero que se habría perdido es la capacidad de hacer los nidos, y luego, directamente, se habría perdido la necesidad o la capacidad de incubarlos.
–Y una vez conocida la parte descriptiva, ¿qué es lo que hace? –La idea es ver cómo afecta este comportamiento a la especie que cría los pichones parásitos. Porque estos pichones compiten con los pichones propios, con lo cual baja el éxito reproductivo de la especie hospedadora. ¿Qué va a pasar entonces? Va a disminuir la cantidad de posibles hospedadores. Y eso, a su vez, disminuiría la capacidad del parásito de reproducirse. Si el parásito, en cambio, parasita varias especies, y una de ellas sufre una declinación, eso no significa que el parásito disminuya su éxito. Eso puede afectar la población de una especie hospedadora.
–¿Hay muchos pájaros que hacen eso? –No, en realidad es un porcentaje muy bajo de las especies existentes.
–¿Y en general les da resultado? –Sí. Y como eso puede impactar en la población hospedadora, nos interesaba ver específicamente cuáles son las estrategias que usan esos parásitos.
–¿Y cuáles son? –Lo que hicimos fue estudiar en Buenos Aires una población de cuatro hospedadores. Tres de ellos construyen nidos abiertos y uno usa cavidades. Las hembras que utilizaban las especies de nidos abiertos eran diferentes a las que usaban las de cavidades. O sea que estaban buscando, al parecer, un tipo de nido particular para parasitar.
–¿Y aparte de eso? –Mediante la utilización de la genética fuimos investigando otras especies que tuvieran problemas de conservación. Empezamos a trabajar entonces con las especies de pastizal en la provincia de Formosa, y con dos de ellas en particular: el yetapá de collar y el tachurí. Lo que pasó con estas especies es que los pastizales siguieron reduciéndose como ambiente por la expansión de la frontera agrícola y, además, quedaron fragmentados. Lo que se estudia mucho, entonces, es la variabilidad genética que representan las poblaciones que aún quedan en estos parches aislados del ambiente original. Y eso da muchas veces la indicación de cuál es la viabilidad que tienen estas poblaciones para sobrevivir, porque hay una correlación entre la variabilidad genética que presentan y la potencialidad adaptativa de la especie. Al haber una variabilidad genética grande, si llegara a haber un cambio ambiental importante, siempre habrá alguno que se adaptará mejor al ambiente. Cuando hay una reducción poblacional muy grande, hay también una reducción de la variabilidad genética, y eso hace que el potencial adaptativo de la especie disminuya, que se vuelva más vulnerable a todo tipo de cambio. Cuando las poblaciones son pequeñas, además, se corre el riesgo de que haya endogamia y, por lo tanto, que los alelos recesivos se expresen y eso disminuya aún más la población.
–¿Y cómo se puede evitar la endogamia? –No se puede evitar.
–Pero los primates o los mamíferos tienen sus formas. Por ejemplo, los machos jóvenes se van... En las aves, ¿qué pasa? –Eso depende de la dispersión. Por lo general, en las aves son las hembras las que se van a otro sitio. Los machos jóvenes son los que quedan. Pero justamente cuando hay parches de ambiente muy aislados, la capacidad de dispersión disminuye.
–¿Y qué pasa con los yetapa y los tachuríes? –Cuando empezamos a estudiar a los yetapa, nos ocupamos de una población en Formosa y otra en Corrientes. Lo que queríamos comparar era la variabilidad genética presente en las dos poblaciones y si ya están diferenciadas entre sí o si simplemente había migraciones de un lugar a otro.
–Debe haber un umbral de variabilidad genética para determinar si es migración o no, ¿verdad? –Sí, aunque es muy difícil de cuantificar.
–Un pájaro, ¿tiene conciencia de sí? ¿Puede autoidentificarse? Porque da la sensación de que si tiene que cortejar, si tiene que buscar un nido, tiene que percibir una diferencia entre él y el mundo. –Qué pregunta difícil. Yo, la verdad, no creo que sepa que él es él.
–¿Y cómo marca un pájaro su territorio? –Simplemente lo recorre. Yo creo que debe tener claves visuales para reconocer el área.
–¿Pero cómo les avisa a las otras que ése es su territorio? –No les avisa. Y canta, como diciendo “acá estoy yo”. Pero no tiene ninguna clave como los mamíferos.

viernes, 6 de mayo de 2011

La Dama de la Torre: Capítulo Final

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Para todos aquellos entusiastas y temerarios que hayan llegado hasta este punto de no retorno va dedicado el último capítulo de La Dama de la Torre y su Epílogo.


CAPITULO 47

-Debí darme cuenta desde un principio-, dijo el Comisario Inspector.-Cuando encontré los best-sellers mezclados con los libros de filosofía. Pero desgraciadamente, la lógica de los hechos difiere del funcionamiento de la imaginación y se concatena de manera distinta. Que los lógicos de SOLOG leyeran La Dama de la Torre podía parecer una curiosidad, que usted lo estuviera traduciendo podía ser una coincidencia, pero que los copistas del Anticuario Mayor la pasaran a palimsestos adquiría el volumen de lo evidente.

-Lo evidente es siempre fatal, comentó el embajador de Inglaterra, llevándose a la boca un puñado de trufas de una manera muy poco inglesa -la realidad no se cansa de demostrarlo.

-La continuidad de La Dama de la Torre establecía una conexión. Pero las conexiones, como ustedes saben, son formas inertes, vacuas, que se rellenan según las conveniencias del caso. La existencia misma de los géneros literarios descansa sobre este hecho singular, que sostiene, es preciso decirlo, todo el edificio de la literatura.

- ¿Y bien?

- Y bien nada -dijo el comisario inspector, ante el asentimiento de todos y mi completa estupefacción.- Detrás del problema de los ataúdes, como detrás de todo asunto, y según lo describió genialmente Marx, solo hay una vulgar maniobra comercial un puro artificio especulativo, un caso elemental de chantaje a la sociedad: guardar los ataúdes, almacenados para venderlos mas caros. Sir Antony Parsons, que parece dormitar tan asiduamente a lo largo de esta intriga podría decirnos algo más al respecto.

Sir Antony Parsons abrió un ojo lentamente y se paró, luego volvió a sentarse y amodorrarse. En realidad, para los fines de la novela, no había hecho sino cambiar de lugar.

- ¿Eso era todo? ¿Simple especulación? dije Pero y entonces quién asesinaba a los lógicos?

- Ah -dijo el comisario inspector- creo que ahí radica el quid de la cuestión, siempre suponiendo que haya una cuestión, y que sea necesario ponerle un quid.

- Una cuestión sin un quid carece de sentido- apuntó el embajador de Inglaterra Cuando los filósofos se den cuenta de que deben abandonar las cuestiones para concentrarse en los quids, habrán dado un inmenso paso hacia adelante.

- Y sin entrar a discutir el problema de la evolución de las especies, dijo el Director del Departamento de Matemáticas Ahí también hay un quid que nadie ha descubierto. Todo el mundo se maravilla de que las ostras, después de algunos millones de años, terminen convirtiéndose en caléndulas. ¿Pero dónde está el quid?

-En lo microscópico- dijo el embajador inglés-. En lo microscópico está el quid de todo.

-Tal vez tenga razón dijo tristemente el Director del Departamento de Matemáticas pero la desgraciada verdad es que hoy la filosofía lo ha invadido todo. Uno ya no puede desarrollar sus investigaciones en paz, sin tener a su lado un comisario filosófico que trata de someter a una ciencia pacifica como la biología, a las necesidades de la lógica formal. Han llegado a objetar la noción de ciervo, con el argumento de que pertenece a un paradigma del pasado. Han negado la noción de pez, basándose en odiosas teorías antiplatónicas. Han ridiculizado la noción de planta, acusándola de ser una definición difusa. Han rechazado a Darwin diciendo que era solo una expresión de la chochera decimonónica. Me han acorralado: sin ciervos, ni peces, ni plantas, ni Darwin,  qué queda de la biología?

-Las células y los movimientos -contesto sin inmutarse el embajador inglés-. Si hay algo que la filosofía y la lógica no se atreverán jamás a atacar, son las células y los movimientos, ese desarrollo ondulatorio –“¿Por que ondulatorio?”, pregunto Avelino Andrade, sin que el embajador inglés se molestara en contestarle- que lleva a los ácidos nucleicos, como usted decía, después de unos pocos millones de años, a transformarse en ostras, en fucsias, o en ciervos.

- ¡Pero si los ciervos han sido desterrados! se lamento el anciano biólogo  La anarquía filosófica ha llegado hasta tal punto, que ya no se permiten los ciervos.

-Porque usted los muestra como sistemas -contestó con perfecta tranquilidad el embajador de Inglaterra, mientras saboreaba un nuevo puñado de trufas-. Describa usted sus ciervos y sus especies como simples conglomerados de moléculas, y ya verá como los comisarios filosóficos dejan de molestarlo.

El giro de la discusión empezaba a fastidiarme. ¿Y el quid de esto? pregunté ¿Y los lógicos? ¿Quién asesinaba a los lógicos?

-Ah -dijo el comisario inspector- ¿Quién asesinaba a los lógicos? El Jefe de Policía, por supuesto. Y a la vista de todos.

Nos dimos vuelta hacia él. Se había puesto colorado como una amapola y se había arrimado a una pared. Viéndolo así, parecía insignificante, indefenso. Nadie lo hubiera creído capaz de asesinar a tantos lógicos.

-Y mucho más -dijo el comisario inspector-. El Jefe de Policía y Sir Antony Parsons trabajaron en equipo desde el momento en que se encontraron y comprendieron que tenían un único y mismo enemigo: el terrible Bairoletto. Pero mientras Sir Antony Parsons quería recuperar a la Dama de la Torre, y con ese objetivo fraguó toda esta historia de los ataúdes para desorganizar la memoria y obligarla a emerger, apoderarse de ella y detener para siempre esa sucesión infinita de huidas y encuentros, el Jefe de Policía tenia miras mas altas. El aspiraba a operar una revolución completa en la metafísica, alterando el statu quo de las cosas en si. Quiso destruir todo aquello que fuera continuo, en beneficio de lo puntual, de lo no relacionado, que nutre el universo policial e infantil. La falta de ataúdes, más allá de los beneficios monetarios que reportara y que sin duda compartió con Sir Antony Parsons, le era útil para romper la unidad de la memoria. La desaparición de los lógicos le era esencial para romper las cadenas de la causalidad que unifican y dan sentido a lo cotidiano, y que, retrospectivamente, conforman la historia. De esta manera, lograría imponer la anécdota, y con ello, podría hacer lo que nadie ha logrado aun, interrumpir...

Entonces se levantó el Anticuario Mayor. Erguido, encaramado sobre si mismo, su figura encarnaba lo real. Con la punta de su bastón de plata señaló acusatoriamente al Jefe de Policía, y por las hebras de la madera corrió el imperceptible estremecimiento del delito. La voz del Comisario Inspector se extinguió lentamente, como una sonata que retrocede ante la prepotencia de la opera. La cadencia de su voz recomponía los nexos entre cosas incausadas, restableciendo el fluir del mundo de las antigüedades, el invisible hilo que genera el azar y por donde se cuela, para luego instaurarse y abarcarlo todo, la novela.


"Usted quiso interrumpir el proceso de reconstrucción de la memoria.
"Usted quiso instaurar el reino de lo fugaz.
"Usted logró desorganizar el mercado de antigüedades, que es la garantía de la "historia”.
"Usted quiso destruir la historia, sumir al delito en la inoperancia.
“Usted quiso terminar con la saga, que no es sino el permanente suceder, estableciendo redes, fragmentos, experimentos, "cuadriculados, excluyendo sucesos por obra y gracia de su divina voluntad.
"Usted quiso reducir la realidad a fragmentos dispersos, para después ordenarlos según su capricho, y dar un fundamento metafísico a su arbitrariedad.
"Usted interrumpió el desarrollo de los géneros literarios y los obligó a luchar entre sí.
"En suma: USTED QUISO DETENER EL FLUIR DE LA NOVELA. "


El Jefe de Policía se había acurrucado en una de las blandas esquinas del refugio, hecho un ovillo. Maternalmente,el comisario inspector lo esposo.

- ¿Y entonces? –pregunté-. ¿Nos vamos a quedar sin saber el final de La Dama de la Torre?

-No sea ingenuo. Lo sabremos, aunque solo en parte, ya que La Dama de la Torre, como usted habrá comprendido, no puede tener un final -dijo el comisario inspector volviéndose hacia la lógica joven Milady-. ¿Puede usted decirnos lo que va a ocurrir a continuación?

La lógica joven vaciló. En realidad, vibraba. Eran dos tramas superpuestas, dos géneros literarios, que luchaban por apoderarse de lo real. ¿Cuál de las dos sucedería? Finalmente, Lady Chevesley retrocedió hasta el subterráneo y empezó a internarse lentamente por él.

- Me lo temía -dijo el comisario inspector-. Verdaderamente me lo temía.

Como un rayo, Sir Antony Parsons despertó y se lanzó tras ella.

Me di vuelta hacia el Anticuario Mayor. -Hay una cosa que querría preguntarle -dije.

Pero el Anticuario Mayor permaneció inmóvil, secreto, impenetrable. Apenas se bamboleo un poco, como un péndulo. Miré hacia el túnel, y alcance a ver la amada silueta de la lógica joven,que desaparecía para siempre en un recodo, y tras ella, a Sir Antony Parsons, que se perdió en la oscuridad. No había una razón concreta que justificara esa persecución.

Simplemente, sucedía.









EPILOGO

Estábamos de nuevo en la calle Bulnes. El comisario inspector subió al Jefe de Policía al patrullero, y lo despachó hacia su destino. Yo todavía refunfuñaba.

- ¿Por qué se enoja?- me preguntó.

- Porque hay cosas que me quedé sin saber.

- En efecto, hay cosas que no sabremos nunca. Una de ellas es cómo hicieron para meter el helicóptero adentro de ese túnel.

- Sí, pero además, el Anticuario Mayor no se dignó contestarme, y por lo tanto no me quiso revelar un misterio que, para mí, quedó en misterio.

- ¿Cuál?

- Hay un personaje cuyo destino final no conocemos, y yo, justamente...

El comisario inspector empezó a reírse.-Si es por eso, no se preocupe. Aunque, como usted dice, no haya obtenido respuesta. ¡El Anticuario Mayor! ¿No se dio cuenta de que ha tenido el raro privilegio de estar en presencia del mismísimo y terrible Bairoletto?

             FIN

miércoles, 4 de mayo de 2011

Una historia japonesa

A veces se dice que existe un modelo económico inteligible: el capitalista, y dos anómalos: el japonés, que sin tener nada lo consiguió todo, y el argentino, que teniéndolo todo consiguió no tener nada. Hay que ver si es realmente así, pero no deja de ser curioso.
Vaya entonces esta historia: hacia el año 1800 Japón estaba sumido en una profunda crisis; la llamada era Tokugawa (por su fundador Tokugawa Ieyasu), un sistema estable y rígido, y que, con sus idas y vueltas, había sido políticamente eficaz durante la friolera de doscientos años, daba razonables muestras de agotamiento y empezó a descomponerse.
“Un sentimiento general de crisis se apoderó de la nación e impuso la necesidad de una reforma”, dice John Whitney Hall en su Historia del Japón. “Las medidas financieras del bakufu (el grupo de elite gobernante directamente conectado al gobierno Tokugawa), en especial la devaluación de la moneda, habían continuado socavando la posición de los que tenían estipendios fijos.” Efectivamente, entre 1819 y 1837 se habían producido 19 devaluaciones, “que juntamente a las continuas subidas de precios venían a sumarse a los ya graves problemas de subsistencia de quienes tenían salarios bajos tras haberse visto obligados a reducciones ‘voluntarias’ para ayudar al saneamiento de las finanzas”. Respecto de los samurais, que de guerreros profesionales en sus orígenes habían ya devenido en una verdadera clase política, “sencillamente, eran demasiado numerosos para hacer lo que se esperaba de ellos como clase”. Debido a la continua inestabilidad política, “se hicieron frecuentes los estallidos de violencia y los saqueos a los almacenes y había quienes incitaban a atacar a los funcionarios que se llenaban los bolsillos mientras los pobres estaban a punto de morir de hambre”. El régimen, en el que muchos cargos habían sido hereditarios por un tiempo inusitadamente largo, era corrupto y toda clase de prebendas se conseguía por dinero. El oro estaba sobrevaluado: mientras que en Occidente la relación oro-plata era 8 a 1, en Japón era sólo 5 a 1, lo cual provocaba una continua fuga de capitales hacia el exterior. “Pero a pesar de todo, sorprende la ausencia de una protesta más organizada y abierta y más eficaz”, entre otras cosas, porque “la época dio origen a lo que podría llamarse una deserción de los intelectuales”, que no podían articular un discurso capaz de salvar a la nación y sacarla del atolladero. La verdad es que no se trataba de una “crisis”, sino de la agonía de todos los aspectos de un régimen que funcionaba ya como un motor descompuesto. Sólo faltaba un elemento para completar el cuadro: la presión internacional.
En 1853, el comandante norteamericano Matthew C. Perry, con el persuasivo apoyo de una escuadra enviada por el presidente norteamericano Fillmore anclada frente a Uraga, obligó al gobierno japonés a firmar una carta de intención a la que siguió un “tratado de conveniencia mutua”, que en los años siguientes se amplió hasta abrir el mercado japonés a los productos norteamericanos con aranceles ruinosos (para el Japón) y que incluso concedía un status de extraterritorialidad a los agentes de las potencias occidentales. A partir de 1860, los jefes políticos de un bakufu gobernante débil hicieron un intento de manejar los problemas mediante una coalición con los caudillos provinciales, pero los efectos combinados de la presión externa y la situación externa, que enredaba a los caudillos locales y los políticos en interminables y mezquinas luchas de intereses, impedían encarrilar la situación o vislumbrar un atajo.
Y es que el régimen Tokugawa verdaderamente no daba para más; incapaz de hacerse cargo de la situación, arrastraba al Japón directamente hacia el desastre económico, cultural y moral y hacia su conversión en tierra arrasada a manos de los occidentales y los caudillos locales.
Lo interesante es que en ese momento, un grupo reducido –apenas pasaba del centenar– y particularmente lúcido de la “clase política”, dejando de lado sus propios intereses y mezquindades, tuvo el coraje y la inteligencia de iniciar las reformas que salvarían al país, y en 1968 emprendió la “restauración Meiji”, que reformó completamente las instituciones Tokugawa, restauró el papel del Estado (encarnado en el emperador, que durante el período Tokugawa había sido una figura meramente decorativa), modernizó en muy pocos años al Japón, consiguió pilotear, a favor del país, la presión de las potencias occidentales, infinitamente más poderosas en recursos y armamentos y convertir a su país en una potencia industrial capaz de tallar en el concierto de las naciones. Y más: la “occidentalización y modernización” del Japón se llevó a cabo respetando la cultura y la idiosincrasia japonesas y sin rendirse carnalmente a las abusivas exigencias occidentales.
Pero quizá lo más notable es que los jefes del movimiento reformador partieran de la propia clase samurai, y que se atrevieran a tomar un rumbo completamente audaz. Eso sí: los restauradores Meiji eran, y se consideraban a sí mismos –con justicia– ilustrados, educados, inteligentes. Verdaderamente, uno no sabe por qué se le ocurren estas cosas, estas asociaciones, en este momento y en este alejado rincón del mundo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Avatares, evolución e ideología

DIALOGO CON JUAN JOSE FANARA, DOCTOR EN BIOLOGIAEl jinete se siente evolucionar, pero no sabe en qué dirección, ya que la evolución es una fuerza ciega: ¿terminará como un mamut, como un hipopótamo, como una mosca o algo parecido? Para tranquilizarse, recurre a un biólogo evolucionista.

–A ver, voy a empezar como casi siempre: ¿Qué estudia usted?
–La dinámica de los genes en las poblaciones naturales. Con “dinámica” me refiero al cambio de frecuencia en los genes de acuerdo con algunas características relacionadas con el clima, con la geografía (que muchas veces están muy relacionados). Esa es una parte del proyecto. La otra parte es la identificación de la función de algunos genes.
–Empecemos por la primera parte, si le parece bien. –Me parece bien. A ver... En cuanto uno sale a la calle lo que ve es una gran diversidad de formas, tanto sea entre distintas especies como dentro de una misma especie. A mí lo que me interesa ahora es la diferencia de formas dentro de una misma especie. ¿A qué se debe esa diferencia? Fundamentalmente, a dos cuestiones. Una es la composición genética que tiene cada uno de los individuos que forman parte de esa especie, cuál es la frecuencia de aparición de los alelos (las diferentes formas que tiene un gen) y la otra es el ambiente. Además hay una relación entre la composición genética y ese ambiente. Lo que yo intento estudiar es cómo las diferentes frecuencias de los genes interactúan con el ambiente de forma tal de expresar lo que nosotros vemos y caracterizamos como el fenotipo, es decir, el tamaño, el color, el comportamiento, la susceptibilidad a enfermedades, etcétera. Eso es lo que uno mide para ver qué tan bien está adaptado un organismo a un determinado ambiente.
–Cuando habla de diferencias intraespecie, ¿son diferencias muy grandes? –No necesariamente. A mí las que me interesan son las diferencias que estadísticamente resultan ser significativas.
–A ver, por ejemplo, en los gatos... –Me interesaría el color, el tamaño, la forma de la cabeza, su comportamiento de prelación y de huida, el tiempo que tarda en desarrollarse. Y trato de ver si esas características están relacionadas con alguna particularidad del ambiente específico. Supongamos que los gatos blancos estén mejor adaptados a condiciones de frío y los gatos negros, a condiciones de mayor temperatura.
–¿Y es esa la situación que mantiene el mecanismo de la selección natural? –Es la piedra fundamental. Cuando uno habla de selección natural, se habla de diferencias al nivel del fenotipo. El fenotipo es, de algún modo, la interacción entre una determinada información genética (genotipo) y el ambiente. Una determinada información genética puede estar muy bien adaptada a un ambiente A y muy mal adaptada a un ambiente B. Esa relación genotipo-ambiente es fundamental. Tres cosas, entonces, son fundamentales para comprender la variación del fenotipo. La primera: las diferencias a nivel del genotipo. Su información genética es diferente de la mía. La segunda: el ambiente. No es lo mismo el desierto que el bosque o que la selva. La tercera: la relación con el ambiente. Usted y yo nos vamos a desenvolver de manera diferente en esos tres ambientes.
–¿No hay un poco de riesgo de caer en el darwinismo social? –No necesariamente. El darwinismo social se nutre de la selección natural para poder explicar un montón de teorías que están relacionadas con el comportamiento social, y el egoísmo...
–También trata de justificar la dominación de unas personas sobre otras, o la eugenesia. –Pero nuestro proyecto de investigación no tiene nada que ver con eso. Tratamos de identificar la composición genética de una población (por ejemplo, moscas que se desarrollan a diferentes altitudes) y ver cómo cambia el comportamiento si efectuamos variaciones. Por ejemplo: hacemos criar esas moscas a diferentes temperaturas, para ver si el comportamiento de las moscas de alta y de baja altitud está relacionado con su crianza en diferentes temperaturas.
–Además, lo que en un ambiente es adaptativo en otro no lo es. –Claro. El término “adaptativo” no es absoluto sino relativo.
–Y eso es importante desde el punto de vista ideológico, porque al no haber características que sean ontológicamente superiores a otras evitamos creer en la superioridad de, por ejemplo, una raza sobre otra (lo cual, como sabemos, llevó a las más espantosas masacres). –Sí, claro.
–¿Cuántas generaciones hacen falta para que aparezca un cambio genético significativo que se convierta en un rasgo adaptativo? Por ejemplo, ¿cuántas generaciones hay entre el antecesor del elefante y el elefante? –Si le contestara eso, le mentiría, porque hay muchísimos factores que inciden. En primer lugar, habría que decir que no todos los nucleótidos tienen el mismo peso. Hay genes que tienen una “categoría” jerárquica superior. Los homeobox, por ejemplo. No es lo mismo que surja una mutación en un gen “superior” que una mutación que surja abajo. Si surge arriba, probablemente la cascada de cambios será mucho mayor y la selección natural actuará con mayor fuerza. Si ocurre a nivel superior y la selección lo “dejó pasar”, el tiempo necesario para que ocurra un cambio adaptativo va a ser mucho mayor, porque está actuando sobre muchos más genes que si actuara abajo. No todo evoluciona a la misma tasa.
–Aun si consideramos que hubo 600 millones de años en el medio, es muy poco intuitivo cómo uno de esos bichos se convirtió en hipopótamo. –Hay tantas cosas no intuitivas en las ciencias...
–Me gustaría que hablemos un poco de la teoría sintética de la evolución y de la teoría del equilibrio puntuado. La sintética se basa en un gradualismo total. La del equilibrio puntuado, en cambio, se basa en la idea de períodos de evolución rápida y períodos de estasis o quietud. –Igualmente no se olvide que son teorías concebidas con una diferencia temporal muy grande. La sintética se postula a finales del ’30 y principios del ’40, cuando prácticamente no se conocía nada de la estructura del gen (Watson y Crick describieron el ADN en el ’53). Mucha de la teoría sintética estaba basada en estudios de campo con moscas. En el caso de Stephen Jay Gould, su teoría es de los años ’70 y ya cuenta con todo un bagaje sobre genética, ya se empezaba a pensar en una estructura jerárquica de los genes.
–También había una cosa ideológica. –Desde ya...
–Porque la teoría del equilibrio puntuado permitía pensar que el hombre no estaba evolucionando en ese momento preciso... –Claro.
–¿Y hoy en día se toma como posibilidad el equilibrio puntuado? –Sí, claro. Yo creo que ambas teorías conviven. Es muy complicado llegar a una síntesis total entre las dos. Le pongo un ejemplo: en el hombre uno ve una evolución en mosaico. No es lo mismo la evolución del cerebro o de la capacidad craneana que la evolución del largo del cúbito, o del fémur. Cada una de nuestras partes puede llegar a evolucionar a tasas diferentes.
–Lo que quería señalar es que, dado que la evolución ha sido usada con fines racistas, fascistas, eugenésicos, no podemos desprendernos del bagaje ideológico que la acompaña. Y Gould es muy consciente de eso. –Sí.
–¿Y qué más me puede contar sobre la evolución? –Por un lado, que es una cosa impredecible, ciega y azarosa. Uno puede estudiar la evolución a nivel del fenotipo, pero cuando uno trata de entender cómo es que se construye la evolución, cuáles son los mecanismos que determinan la evolución, todo se vuelve muy pero muy complejo.
–La biología evolutiva no es una ciencia newtoniana. La postulación de la evolución y de la termodinámica adelantan lo que va a pasar a fines del siglo XIX con la ciencia. –Sí, estoy de acuerdo con eso. Y por otro lado, es necesario desarmar la idea de que lo más evolucionado es lo más perfecto. Nosotros, por ejemplo, somos muy evolucionados, pero si nos tiran al río nos morimos en dos minutos.