miércoles, 30 de mayo de 2012

Memoria, sinapsis y la existencia del yo

DIALOGO CON HAYDEE VIOLA, DIRECTORA DEL LABORATORIO DE MEMORIA, FACULTAD DE MEDICINA DE LA UBA

La comunicación entre las neuronas, el traspaso de proteínas y las redes neuronales son la base de la memoria. Sin embargo, el código por el cual un recuerdo se fija o la naturaleza del yo y la conciencia siguen siendo un misterio.

–Cuénteme qué hace.
–Nosotros tratamos de entender cómo funciona la memoria. Ahora, tratamos de demostrar cómo una experiencia puede memorizarse mejor si está acompañada de otra experiencia conductual. En realidad, la memoria es una función que tiene nuestro cerebro, que consiste en aprender cosas y guardarlas.
–Guardarlas... Lo que pasa es que el input que uno recibe es gigantesco. ¿Cómo se hace para guardar semejante cosa? –Nuestro cerebro tiene que codificar de alguna manera, en algún lenguaje, las experiencias que provienen del exterior.
–¿Cuál es ese lenguaje? –La conexión de las neuronas entre sí, las sinapsis.
–¿Y sabemos cómo se traduce una experiencia en sinapsis? –Hay algunas hipótesis. Una dice que un determinado aprendizaje se guarda como una red de contactos eléctricos en nuestro cerebro, y esos contactos son específicos para el aprendizaje que uno está teniendo. Cada cosa que aprendemos es guardada por el cerebro en una red específica de contactos sinápticos entre las neuronas.
–Lo que yo no entiendo es cómo se puede guardar tanta información. Entiendo que hay un billón de sinapsis, más o menos, y aun así me parece poco. –Lo que pasa es que eso está relacionado con la atención. Por ejemplo: cuando uno está en una fiesta recibe muchísimos inputs, pero uno selecciona a cuáles les da entrada. Esos procesos que uno está adquiriendo sin prestarle atención, ¿los está adquiriendo o no? Borges decía que la memoria son las grietas que deja el olvido. Son muchísimas más las cosas que olvidamos que las que recordamos.
–La memoria es la base de la identidad del sujeto... –Sí, claro. Lo que habría que aclarar es que hay diferentes tipos de memoria, que se procesan en diferentes partes del cerebro.
–Vamos a ver cómo son esos tipos de memoria. –Podemos acordarnos de eventos o de sucesos, existen memorias que tienen que ver con el hábito, memorias espaciales. Esas memorias se procesan en diferentes áreas del cerebro. El hecho de que algún área del cerebro no funcione bien puede perjudicar algún tipo de memoria en particular.
–Claro, puede ser un caso de amnesia o la pérdida de la memoria a corto plazo. –Sí. Por ejemplo, quienes tienen pérdida de la memoria a corto plazo, posiblemente tengan algún problema en el hipocampo, que es la región de nuestro cerebro encargada de formar la memoria de nuevos sucesos o eventos. Si el hipocampo no funciona correctamente, hay problemas para formar nuevas memorias. Sin embargo, hay memorias viejas que ya están guardadas en otras regiones del cerebro y que sí se pueden evocar, porque en esa instancia el hipocampo no hace falta.
–En la formación de memoria tiene que haber un código... –Sí, del cual sabemos algo. Sabemos que hay determinadas regiones del cerebro que se tienen que encender para poder codificar un determinado aprendizaje, y dentro de esas regiones tiene que haber una red de contactos que estén actuando. Es posible también que contactos que estaban funcionales finalmente no lleguen a consolidar una memoria y que se reseteen...
–Oí decir que el sueño REM servía para desechar memorias. –Y también para consolidarlas.
–Ahora... Yo me acuerdo del alfabeto, por ejemplo. La A se guarda por medio de sinapsis. ¿Cómo es eso? ¿La A en mi memoria es una conexión de neuronas hecha de alguna manera particular? –Lo que pasa es que la A la tiene asociada a un montón de otras palabras, como por ejemplo “mamá”. Y, al mismo tiempo, la A no es sólo un sonido, sino que también se asocia a una forma particular. Entonces no sólo está guardando una sinapsis de una A, sino que se está guardando la misma información con distintas denominaciones.
–Pero, ¿cómo es ese código? ¿Es simplemente un conjunto de sinapsis de una determinada forma? –Eso no lo podemos contestar.
–Porque si tengo un número finito de neuronas, la combinación es finita también. –Claro que es finita, pero es realmente enorme la cantidad de combinaciones que se pueden hacer para unir neuronas. Las combinatorias de las sinapsis es inmensa.
–Y cuando se trabaja con animales que tienen menos neuronas... ¿Qué hacen? –Hay que, primero, optimizar qué es lo que a ese animal le conviene aprender en el medio en el que vive. Hay que enseñarle cosas que al animal le interese aprender para sobrevivir. Es fascinante: uno puede ver, por ejemplo, cómo aprende una abeja, que tiene un cerebro pequeñísimo.
–¿De cuántas neuronas? –No sé... Una lombriz, por ejemplo, tiene 250 neuronas.
–Y aun así, 250 factorial (o sea, la cantidad de combinaciones que pueden hacerse) es gigante. Me estoy dando cuenta de que yo nunca había pensado este tema en términos de factoriales sino en términos de cantidad de neuronas. Visto así, factorialmente, es inmensa la cantidad de combinaciones. –Sí. La posibilidad de unión y de sinapsis es fabulosa. Pero si usted me pregunta cómo se representa la “A” en el cerebro, tengo que contestarle con toda honestidad que no tengo ni la menor idea.
–Pero hay, seguramente, una configuración de neuronas que representa la “A”. –Posiblemente.
–Volvamos a los animales. –Bueno. Todos pueden aprender cosas: una rata, un cangrejo, una mosca. El asunto es qué enseñarles.
–¿A una mosca qué se le puede enseñar? –Por ejemplo, a asociar un olor determinado con un castigo, de modo tal que luego va a evitar ese olor. Son comportamientos asociativos básicos, pavlovianos. Así como aprendemos nosotros a no meter la mano en el enchufe porque nos da una descarga eléctrica, lo pueden aprender las ratas.
–¿Y con eso qué averiguan? –Muchas cosas. Le cuento lo que estamos haciendo ahora. Para que una memoria se almacene por mucho tiempo, necesita que en las neuronas se almacenen proteínas, porque “apoyan” las sinapsis. Cuando aprendemos algo, se forman los contactos sinápticos que van a almacenar ese aporte, pero si esos contactos no reciben el apoyo de proteínas sintetizadas en las neuronas, finalmente pierden eficiencia. Esa memoria, entonces, no puede estar guardada por largo tiempo, y no se consolida. De alguna manera, las proteínas “sostienen” las sinapsis. Piense que cada aprendizaje deja su marca. Lo que nosotros proponemos es que cuando los animales aprendemos algo, colocamos una suerte de banderines en los lugares donde se van a necesitar proteínas para que los contactos sinápticos resulten fuertes.
–¿Quién decide qué hay que guardar y qué no hay que guardar? –Si el aprendizaje es muy saliente y muy importante se le va a dar mayor prioridad.
–O sea que hay formas de jerarquizar. –Si el aprendizaje es muy importante, el cerebro decide que lo va a guardar.
–¿Pero quién decide que lo va a guardar? ¿Hay un “yo” que haga eso? ¿Qué es el “yo”? ¿ ¿La neurociencia le da un lugar específico al yo?¿Una persona con Alzheimer conserva su yo? –Es que la identidad del yo es el conjunto de todas las memorias que forma en su vida. Por eso cada uno es individual e independiente. Cada uno tiene su propia identidad en función de lo que experimenta, de lo que recuerda, de lo que hace. Justamente la gente que tiene Alzheimer pierde su vida, sus recuerdos.
–No sabe quién es... –Claro.
–¿Y qué parte tienen lesionada los que padecen de Alzheimer? –El hipocampo, y las cortezas calculo que también. Es una enfermedad que ataca muchas áreas distintas del cerebro.
–¿Se podría decir que una persona con Alzheimer avanzado no tiene un yo? –Yo no lo diría.
–¿Y por qué? –Porque el yo, creo, es una síntesis de muchísimas cosas; no alcanza con dañar un lugar específico para que desaparezca. Para mí el yo es algo más. Fíjese, por ejemplo, que la persona que tiene Alzheimer por ahí no se acuerda de sus seres queridos, pero sí conserva la memoria de cómo caminar.
–Y un gato... ¿sabe que él es él? –No, porque no tiene conciencia.
–¿Y usted cómo lo sabe? –Bueno, ése es el cutting edge de la ciencia en este momento: tratar de ver si los animales tienen conciencia. Y es algo muy complicado, porque uno suele ver esto desde una perspectiva antropológica (como es obvio) e interpreta comportamientos animales como si fueran humanos.
–Lo que pasa, además, es que no sabemos ni siquiera lo que es la conciencia humana. –No.

lunes, 28 de mayo de 2012

El universo artesanal


En el principio hubo una gran explosión... Algo que todavía no era materia y que todavía no era energía empezó a expandirse y a crecer... y siguió haciéndolo durante los aproximadamente quince mil millones de años que nos separan de ese instante inicial. Y en el entreacto ocurrieron muchas cosas.

Pero hasta llegar a ser lo que hoy es, el Universo fue muchas otras cosas. Hubo muchos universos antes que éste, cuyos misterios estamos conociendo y cuyos primeros trillonésimos de segundo estamos llegando a comprender, hubo universos planos, rodeados por océanos y limitados por una cúpula celeste más o menos lejana, hubo tortugas y elefantes que nadaban en un agua impura, hubo columnas que sostenían lo insostenible. Llevó mucho tiempo convertir el cúmulo de impresiones sensoriales que nos acosan en un objeto físico y astronómico; llevó mucho tiempo convencerse de que vivíamos en un cosmos, y que ese cosmos era una "cosa" que había que explicar y describir como todas las demás cosas que _en este caso_ la componen.

El Universo que dejó como legado la ciencia antigua era un universo esférico, en cuyo centro la Tierra, esférica también, presidía _de alguna manera_ el movimiento de los cielos construidos a su servicio. La astronomía griega, gracias a nombres tan ilustres como Hiparco (alrededor de 190 a 120 a. de C.) o Tolomeo (primera mitad del siglo II d. de C.) construyó su universo. La Tierra, como dijimos ocupaba el centro, y la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno giraban a su alrededor, fijados a esferas o ruedas que mantenían un movimiento eterno, circular e inmutable. Más allá, estaba la esfera de las estrellas fijas, y allí terminaba todo.

Era un universo limitado, finito, artesanal, ya que las ruedas y esferas que movían al Sol, la Luna y los planetas tenían a su vez rueditas y subrueditas que permitían ajustar las predicciones sobre el movimiento de los astros a las observaciones... y ajustarlas bastante bien. El Universo de Tolomeo recuerda mucho a los ingeniosos autómatas y mecanismos que desarrollaron los técnicos de la escuela de Alejandría, más o menos por la misma época: es un verdadero universo de engranajes, el producto de una cultura suficientemente refinada y antigua como para no temerle a la complicación. Porque, aunque aparentemente intuitivo, ese universo es conceptualmente complicado: las ruedas dentro de ruedas son de existencia poco palpable; la tentación de tomarlas como simples recursos técnicos es grande... y entonces... ¿dónde queda la intuición?

Pero era un universo, al fin y al cabo. Algo sobrecargado si se quiere, pero un universo completo: con su física _la aristotélica_, su astronomía y sus predicciones aceptablemente corroboradas, hasta el punto de que sólo catorce siglos más tarde, en tiempos de Tycho Brabe, hizo falta mejorar el libreto de Tolomeo. Y si bien el exceso de esferas podía resultar un poco incómodo (y a veces hasta poco decorativo), no había ningún otro universo al cual echar mano. Fue el primer universo que tuvo la cultura occidental _y probablemente la ciencia_ y sobrevivió mil quinientos años, cumpliendo aceptablemente sus funciones. Aparte del de ser falso, no tenía grandes defectos, por lo menos grandes defectos observables.

Pero no sobrevivió al Renacimiento. El desarrollo de las técnicas de observación complicaron el ruedaje de Tolomeo hasta límites exasperantes, la revolución física interpuso obstáculos insalvables _que costaron hogueras y destierros, dicho sea de paso_ el telescopio introdujo objeciones insoslayables _¿cómo se explicaba que los satélites de Júpiter descubiertos por Galileo no giraran alrededor de la Tierra?_ y, al final, las esferas, las ruedas, las rueditas y Tolomeo saltaron por los aires... entonces, en el tiempo que va de Copérnico a Newton, el universo se reconstruyó de arriba a abajo. El nuevo universo era un prodigio de belleza y simplicidad, y su creación es probablemente una de las más hermosas construcciones de la ciencia y del hombre. El universo que finalmente establece Newton, es un universo clásico.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Viento para automóviles de hidrógeno


DIALOGO CON RAMIRO RODRIGUEZ Y EZEQUIEL LEIVA, INVESTIGADORES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA


En busca de energías alternativas a los hidrocarburos, un proyecto de investigación de la Universidad de Córdoba intenta producir combustible sustentable a partir de hidrógeno y la energía de vientos locales.

–Bueno, ustedes están trabajando en un proyecto conjunto...

Ramiro Rodríguez: –Sí, un proyecto que se basa en la producción de hidrógeno con el fin de producir un combustible sustentable.
–¿Qué quiere decir “sustentable”? R. R.: –La idea es que su disponibilidad sea garantizada tanto en cuanto a la accesibilidad como al uso en gran escala, y por otro lado que el impacto ambiental sea limitado.
Ezequiel Leiva: –El proyecto que estamos desarrollando se inicia hace unos cinco años, y se llama algo así como “Factibilidad técnica, económica y ambiental de la producción de hidrógeno en la provincia de Córdoba a partir de energía eólica, a partir de mediciones de campo”. Lo que hicimos nosotros fue colocar instrumentos de medición en distintas partes de Córdoba para medir el viento. En Chubut hay un Centro Regional de Energía Eólica, en el que se ha hecho un mapa teórico de la disponibilidad de recursos eólicos en la Argentina. Este mapa apareció cuando nosotros ya estábamos trabajando en el proyecto, y nos facilitó bastante las cosas. Ahora hemos colocado una torre en el sur de Córdoba y otro instrumento de medida en un lugar que se llama Las Vertientes.
–¿Y además de mediciones? E. L.: –Hicimos una medición de la disponibilidad de energía eólica para la producción de hidrógeno. Eso implica una serie de cosas, como evaluar el recurso eólico que hay en un determinado lugar. La provincia de Córdoba se divide en distintos departamentos, y nosotros hicimos una estimación de la cantidad de energía que habría en cada uno de ellos para producir hidrógeno.
–¿Pensado como combustible? R. R.: –Sí. Por un lado, entonces, hicimos la evaluación teórica y por el otro lado hicimos medidas con las cuales validamos esa evaluación. A partir de eso determinamos que el transporte automotor de Córdoba se podría sostener totalmente a partir de hidrógeno producido gracias a la energía eólica.
E. L.: –Tiene los recursos suficientes para ello. Y estamos hablando de todo el transporte automotor. Por ejemplo, en Río Cuarto, uno de los lugares con mayores recursos eólicos, podría generarse hasta diez veces la cantidad de hidrógeno que hace falta para el transporte que ahora se realiza mediante combustible, si se pusieran suficientes generadores. La potencialidad está.
R. R.: –Bueno, la otra parte del proyecto es montar, en el Instituto Interuniversitario Aeronáutico, un generador eólico que vamos a conectar a un electrolizador. La idea es transformar la energía eléctrica en energía química para poder almacenarla.
–Claro, el problema es que la energía eólica no se puede almacenar. E. L.: –Exacto.
–¿Cómo funciona el hidrógeno? R. R.: –Hay varias posibilidades. La más trivial es usarlo por combustión: uno podría quemarlo e incluso calentar el hogar sin tener peligro de intoxicación.
–Otra forma es por fusión... y para eso faltan siempre quince años. E. L.: –Sí. La otra forma es en un motor a explosión. Se puede modificar el motor de un auto, básicamente la inyección, para que funcione a hidrógeno. En principio, uno no puede mezclar los gases antes, tiene que inyectar directamente el hidrógeno al cilindro para evitar problemas de explosión. Sin embargo, hay una posibilidad que se llama GNC Plus, en la cual uno podría mezclar el hidrógeno con gas natural y eso podría usarse bien en un motor convencional, como para estirar el gas natural. Todavía es necesario estudiar algunas cosas, pero ya hay motores de explosión que andan a hidrógeno y andan bien. Es una tecnología que existe.
–¿Y qué es lo que sigue? R. R.: –Lo que sigue son las celdas de combustible, o pilas de combustible. Son lo opuesto al electrolizador: en la celda de combustible tenemos hidrógeno y oxígeno, que producen agua en una reacción muy exoergónica. Pero esa energía uno la aprovecha electroquímicamente, no la transforma en calor.
–¿Cómo es eso? R. R.: –El truco es poner en una de las celdas el hidrógeno que pierde electrones, y por otro lado el oxígeno que gana electrones. En lugar de ponerlos en contacto de manera inmediata, uno los hace pasar por un circuito, y es ahí donde se genera la corriente eléctrica. Que es como funciona una batería también.
E. L.: –Hay un electrolito (es decir, una membrana capaz de conducir el protón). Cuando al hidrógeno le saco los electrones, me queda un protón. Ese protón tiene que caminar y encontrarse con el oxígeno, que se reduce para formar agua.
–¿Cómo va el protón hasta el oxígeno? E. L.: –Mediante membranas, que son membranas de tipo ácido. Cuando llega a donde está el oxígeno, forma agua. Jugando un poco con las ecuaciones y viendo un poco de termodinámica, uno encuentra que la eficiencia de estos dispositivos es mucho más alta que un motor a combustión interna: puede ser superior al 60 por ciento.
–¿Y en qué estado están esas cosas? R. R.: –Esto tiene una serie de problemas, obviamente.
–¿Por ejemplo, cuáles? R. R.: –Primero: el hidrógeno tiene poca densidad de energía. Si yo en un tubo de GNC cargo hidrógeno a la misma presión, tengo un tercio de la cantidad de energía. Es decir: si en un auto a GNC ando a 120 kilómetros, poniendo hidrógeno en el mismo recipiente voy a poder ir a 40. ¿Qué se hace para eso? Una de las posibilidades es comprimir más, el triple. Pero para eso hay que mejorar la calidad del material. Lo que pasa es que con estos temas de nuevas tecnologías hay que ser muy cuidadoso, no puede ocurrir ni un solo accidente. Porque a la primera que pase algo grave, la tecnología se descarta. Otra solución es buscar materiales que almacenen hidrógeno. El problema de esto es el costo.
E. L.: –La pregunta suya apunta a saber por qué estas cosas no se implementan. A mí me parece que ahora la mejor respuesta es que es más barato gastar petróleo que ganar energía. Si yo tengo que hacer una salsa de tomate, es mucho más fácil ir a la despensa y agarrar una lata de tomate que ponerme a sembrar y cosechar tomates. Pero la diferencia es que las latas de tomate se van a acabar, mientras que el tomate es lo sustentable. Es lo mismo que pasa con las energías. En ese sentido, la comparación entre el hidrógeno y el petróleo no es justa.
R. R.: –El tema con el hidrógeno es que es una de las formas más fáciles de almacenar químicamente. Es una reacción muy simple.
–¿Cuál es la reacción de producción de hidrógeno? R. R.: –Está el protón, viene el electrón y listo. La reacción es muy simple. Hay otros compuestos, por ejemplo derivados del azufre, que también tienen mucha energía, pero es muy caro sintetizarlos. En el hidrógeno es realmente muy simple, por eso creo que es una de las opciones más fáciles que podemos tener.
E. L.: –Y además el hidrógeno se saca del agua y no de los hidrocarburos. En ese caso se cumpliría el sueño de Verne: uno saca el hidrógeno del agua, lo combina con oxígeno y vuelve a obtener agua.
–¿Y la energía de dónde salió? R. R.: –Del viento, o del sol.
E. L.: –Seguimos ordeñando el sol.
R. R.: –Y es una fuente que nos va a durar mucho tiempo.
–¿Qué más? R. R.: –Volviendo al tema del almacenamiento, hay gente que está estudiando cuáles son los mejores materiales para almacenar el hidrógeno. Hay algunos materiales que son capaces de “chupar” el hidrógeno como una esponja y luego ir liberándolo a una presión razonable. Es toda una rama de la investigación que se está desarrollando ahora. El problema es que los materiales buenos son caros, y los que no son caros no son rápidos en la liberación del hidrógeno. La otra forma es usar hidrógeno líquido a unos 270 grados bajo cero. Hay mucho gasto de energía para enfriar ahí, y eso es un problema. Nosotros estamos estudiando materiales a base de carbono, porque sería deseable encontrar algún material que sea barato. Ese es el tema que estamos investigando ahora. Pero es muy difícil.
–¿Y cuándo va a haber un auto de esos? E. L.: –¿En la Argentina o en el mundo? Porque las primeras marcas del mundo ya tienen su auto a hidrógeno. Lo que pasa es que también hace falta la infraestructura para cargar los autos a hidrógeno. Ya hay algunas estaciones de servicio en el mundo así; incluso hay una en Santa Cruz. El problema es que todo el mundo quiere emular las ventajas que tiene el petróleo, y eso es muy difícil. Es difícil lograr emular lo que a la naturaleza le llevó varios millones de años.

lunes, 21 de mayo de 2012

Kokura


El 9 de agosto de 1945, tres días después de la destrucción de Hiroshima, la segunda bomba atómica, Fat Man, cayó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. Pero Nagasaki no era el blanco original, el objetivo era la ciudad de Kokura, y hacia allí se dirigió el avión que cargaba la bomba. Pero el cielo sobre Kokura estaba nublado y el avión sobrevoló la ciudad durante alrededor de tres horas esperando que se despejara. Finalmente, como el tiempo no mejoraba, y el combustible se estaba agotando, se dirigió hacia Nagasaki.


Nadie habla de Kokura.
Nadie conoce el nombre de Kokura.
Kokura está en el noroeste de la prefectura de Fukuoko
en la isla de Kyushu.
¿Pero quién conoce el nombre de Kokura?.
En 1933 se construyó un arsenal, y desde entonces
la ciudad se volvió un punto estratégico.

Nadie oyó hablar de Kokura.
La gente de Kokura siguió viviendo como hizo siempre,
y los días amanecieron y terminaron, como siempre.
Y el tiempo pasó y la gente nació y murió, como fue siempre.

Y en 1963 Kokura y cinco ciudades cercanas se fundieron
en una nueva ciudad que se llamó Kitakyushu.
Y el nombre de Kokura dejó de figurar en los mapas
Kitakiushu es ahora un gran centro de comercio
con más de un millón de habitantes.
Y nadie hablará más de Kokura.

Nadie habla de Kokura, nadie
la recuerda, y sin embargo
la segunda bomba atómica
la que hizo estallar en pedazos Nagasaki
esa misma
no estaba destinada a Nagasaki
sino a Kokura.

jueves, 17 de mayo de 2012

¿Existirán los agujeros de gusano?

  DIALOGO CON CLAUDIO SIMONE, DOCTOR EN FISICA, INVESTIGADOR DEL CONICET



 A diferencia de los agujeros negros, pozos profundos del universo, los agujeros de gusano parecen criaturas de ficción que necesitan para existir enormes cantidades de materia con propiedades completamente exóticas.

–Usted trabaja con gravitación, ¿no?
–Sí. Antes que nada, tengo que decirle que hay muchos grupos que se dedican a este tema, aunque cada grupo aborda temas específicos desde perspectivas diferentes. Hay gente que hace gravitación en el IAFE, gente que hace otros aspectos de la gravitación en el departamento de Física. Nosotros somos un grupo con intereses afines, con diferentes líneas de investigación.
–A ver, cuénteme entonces qué es lo que específicamente hace usted. –Yo lo que hago es estudiar lo que se conoce como agujeros de gusano (worm holes), que generalmente se confunden con los agujeros negros, aunque en realidad no tienen tanto que ver.
–¿Qué es un agujero de gusano? –Básicamente, un túnel que conecta dos regiones del espacio-tiempo. ¿Cómo hacemos para poner esto en palabras? A ver, supongamos que el espacio-tiempo, en ausencia de materia, fuera una sábana.
–Pero no es... –Pero en ausencia de materia, más o menos sí. Sería una superficie plana. Si yo pongo una estrella ahí, va a hacer una especie de pozo. Ese pozo tiene fondo; si yo tiro algo, se queda ahí. Con un agujero negro pasa eso también: si uno tira algo en un agujero negro, se queda ahí, no puede salir. El agujero de gusano es completamente distinto, porque en este caso uno tira algo, se va por un tubo y sale por otro lado. Es un cambio en la topología del espacio-tiempo.
–¿Y qué es lo que forma al agujero de gusano? Porque al agujero negro sabemos qué lo forma: es una densidad de materia tal, con una gravedad tal... –Que las cosas que entran no pueden salir. Intuitivamente, una buena analogía es pensarlo como un pozo tan empinado que uno no lo puede remontar desde adentro. Uno no puede vencer la atracción gravitatoria (pensada en términos newtonianos); pensada en términos einsteinianos, no es atracción. En el agujero negro hay un horizonte de eventos: uno pasa el horizonte de eventos y lo que pasó ya no puede salir más. En el agujero de gusano no hay en general un horizonte de eventos. Lo que ocurre con las cosas que entran es que salen en otra región del espacio-tiempo, como si hubiera un tubo. Básicamente, es un cambio en la topología del espacio-tiempo.
–¿Y se produce por qué? –Esa es una diferencia esencial con el agujero negro. El agujero negro puede ser producido por materia normal, de muy alta densidad, después de su colapso gravitatorio. Pero, insisto, es materia normal. En el agujero de gusano, no. Para que exista (y ésta es la principal objeción contra su existencia real) tendría que haber materia con propiedades extrañas, materia que antigravita, materia con masa negativa. Es materia que produce una suerte de repulsión, de modo tal que se produce un agujero: hay una región del espacio que desaparece. Yo no puedo llegar hasta el centro del agujero de gusano. A ver: supongamos que tengo dos objetos que van cayendo, o tengo dos rayos de luz. En el agujero de gusano, llega un punto en que las cosas que se están acercando se empiezan a separar, de manera que hay un radio mínimo que yo puedo alcanzar a partir del cual las cosas que venían entrando empiezan a salir. Pero no salen en el mismo lugar que entraron, salen en otra parte. Como si yo en la tela de la que hablábamos hubiese hecho un agujero y lo hubiese conectado con otro agujero a través de un túnel.
–Un túnel que va a otra dimensión... –A ver: si yo pienso en que el espacio-tiempo tiene estas dos dimensiones, para imaginar el agujero de gusano necesito tener una dimensión más.
–¿Cuatro dimensiones en el caso del espacio? –Claro. Para poder representar un agujero de gusano, necesitaría poder representar una cuarta dimensión. Lo que se hace de todos modos, en general, son representaciones esquemáticas en las que el espacio-tiempo tiene dos dimensiones y se le agrega una tercera.
–¿Y esa región del espacio-tiempo? Porque hay toda una mitología que supone que esa región del espacio tiempo podría ser anterior. –Hay un par de trabajos de fines de la década del ’80 que muestran que si existieran los agujeros de gusano, uno podría tener curvas temporales cerradas, en el sentido de que uno podría entrar y salir por el otro lado del tubo antes de cuando entró. ¿De qué manera se hace esto? No es tan fácil de lograr, no se hace automáticamente. Pero veamos. Si uno tiene uno de estos tubos, y pone cerca de la salida una estrella muy masiva, el tiempo allí va a pasar más lentamente (como explica la relatividad). Uno podría poner una estrella muy masiva cerca de la salida, de modo tal que entre en un momento y salga en un momento anterior a cuando entró. Eso, por supuesto, tiene unos problemas de causalidad gravísimos. Por ejemplo, yo podría matar a mi papá de modo tal que sería imposible mi propia existencia. Esas son objeciones filosóficas importantes: si existieran los agujeros de gusano, sería todo un problema. Pero yo no me ocupo tanto de eso. Digo: no pensemos qué pasaría si existieran, sino pensemos si pueden existir en base a otras nociones más básicas (que sean inestables, que necesiten materia demasiado extraña para existir).
–Esa materia tiene propiedades muy extrañas. Fuerza repulsiva es una imagen muy newtoniana. –Sí. Estoy usando terminología más cercana a Newton, pero porque me resulta más cómodo; la manera correcta sería decir que curva las geodésicas de una manera extraña.
–¿Y qué materia sería ésa? –No se sabe. Lo que sí se sabe es que a escala microscópica existe materia con energía negativa. Por ejemplo, en el famoso efecto Casimir. Eso explica cosas a una escala microscópica, pero de una manera que no es directamente transportable a lo que me interesa a mí. Porque en el fondo esa materia con energía negativa del efecto Casimir es una recta de dos infinitos. Restamos dos infinitos, nos da negativo, y decimos que la energía es negativa. Pero restamos dos infinitos.
–Cosa que matemáticamente está mal. –Claro. Hay toda una discusión sobre lo que quiere decir esa energía negativa del efecto Casimir.
–Aclaremos que el efecto Casimir es aquel por el cual se atraen dos placas en el vacío. Pero se atraen en realidad porque tienen que tener un cierto número de longitudes de onda... –Claro, al poner las condiciones de control, reduzco el número de longitudes de onda posible; paso de continuo a discreto y tengo menos energía de la que tendría sin las placas. Y cuanto más cerca las pongo, menos energía tengo. El efecto Casimir es algo muy discutido.
–Esa materia rara, ¿cree que existe? –Hay evidencia a escala microscópica de que hay energía negativa, que antigravitaría.
–No puedo entender qué es la energía negativa. –Yo tampoco. Desde el punto de vista gravitatorio, uno podría verlo como algo que, si se pone en las ecuaciones de Einstein, da como resultado que los objetos en lugar de juntarse se separan. Es básicamente eso.
–¿En escala microscópica? –Sí. Son experimentos hechos con placas muy pequeñas en distancias de diez a la menos algo milímetros. Esta materia tiene la misma ecuación de estado que la energía oscura.
–Otra superstición teórica. –Bueno, sí. Yo debo decir que mi trabajo es más el de un refutador que el de un constructor.
–¿Y qué es lo que está refutando? –Bueno, para que existan los agujeros de gusano o bien se necesita materia exótica en cantidades demasiado grandes o bien hay que apartarse de la teoría de la relatividad general de manera muy acusada.
–¿Eso qué querría decir? –Deberían aceptarse teorías en las que haya más dimensiones en el espacio-tiempo. Por ejemplo, si uno piensa en cinco dimensiones en lugar de cuatro, podría haber agujeros de gusano con materia normal. El efecto de repulsión sería un efecto de la propia teoría:
la teoría contempla que en ciertas distancias la gravitación tiene efectos repulsivos en lugar que atractivos.
–Pero no es la misma gravitación que uno conoce... –Claro que no.

martes, 15 de mayo de 2012

Un prólogo


En el principio, los hombres adoraron al trueno y al relámpago e inventaron ingeniosas historias para calmar la angustia de un mundo amenazador y distante, cuyos mecanismos no podían comprender. Dibujaron dioses con cabeza de león, hermosas diosas con vientre de perro, e imaginaron barcas que recorrían el cielo estrellado. Cazaron animales y los sacrificaron para apaciguar la ira de aquellos dioses y alejar el peligro de la tormenta o conseguir el beneficio de la lluvia. Un día descubrieron una manera eficaz de comprender al mundo, y la llamaron ciencia. A través de tres o cuatro mil años de practicarla, pudieron contar una historia tan atractiva y divertida como las más complicadas y fantásticas leyendas que puedas imaginarte. Fue un esfuerzo tremendo, del que no solo participaron los científicos, sino mucha más gente, toda la gente, muchas veces sin saberlo, aceptando o rechazando ideas, como el movimiento de la tierra o la evolución de las especies. El resultado fue una imagen del universo, una descripción del Cosmos.

Sin embargo, mucha gente, cuando se le habla de ciencia, siente recelo: la respeta, pero no se acerca: piensa que es muy difícil o que no tiene nada que ver con ella, o que está reservada solo para espíritus privilegiados. La considera algo ajeno, algo que no puede llegar a comprender, algo misterioso, que manejan seres llamados científicos en la soledad hermética de sus remotos mundos mentales.

Pero no es así. No existen esas divisiones tajantes entre arte y ciencia, entre expresión y razón, que levantan tan a menudo los burócratas. La razón no es algo rígido y preciso, algo predeterminado y frío. Muy por el contrario, su fluir es rápido, movedizo y divertido, y su historia es la de teorías que se levantan y luego se derrumban con estrépito, o de experimentos que terminaron con concepciones que parecían sólidas y bellas.

La verdad es que la ciencia es una aventura: porque uno nunca sabe lo que va a pasar, lo que le deparará la próxima estrella: la ciencia se alimenta, no de la certeza, sino de la compulsión y la duda. Y la duda es riesgo y riqueza: te lleva a pensar las cosas, aún las que te parecen más seguras, desde otro lugar, que no es el conocido, común y confortable, y afrontar el peligro de la incoherencia, del error y el ridículo.

Pero no es una aventura a secas. La ciencia trata de comprender al universo, a un universo al que no le importa ni se cuida de ella. Hay una tensión de dominio en ese intento, que solo alivia el impulso estético, ese raro y fugaz momento en que el mundo parece organizarse y responder a nuestro deseo ‑ la luz que se curva como lo habíamos previsto, el planeta que aparece donde lo adivinó el cálculo, la estrella que se extingue, el gen que se modifica, el átomo que se parte, las placas tectónicas hundiéndose, el cosmos entero naciendo como un temblor de la nada, el límpido péndulo que oscila impecable, indiferente a todo.

Aquí, y en próximas publicaciones, te propongo recorrer ese universo inagotable y vivir esa aventura. Verás que no hay nada que pueda asustarte, nada que no puedas entender. Porque además de ser una aventura, y una aventura estética, la ciencia es una aventura tuya. Los resultados del conocimiento humano son tuyos: porque la ciencia no es el frío producto de manipulaciones, o cavilaciones de laboratorio. La ciencia es una empresa humana, colectivamente humana: y por lo tanto laten en ella el rumor de las multitudes y el fragor de las mitologías, tú y yo, la pasión individual y mínima, el avance y el retroceso, el impulso heroico y la agachada mezquina, el extraño acicate del progreso y las virutas que cada paso hacia adelante va dejando, el humor, la literatura, la leyenda y la historia, en una mescolanza alegre y colorida, una mescolanza, donde conviven amigablemente la cálida ironía y la seriedad marmórea. Mientras el universo se expande y crece, aquí, sobre la tierra, las generaciones se suceden, unas a otras, con su anhelo de razón y conocimiento, buscando siempre la luz. Desde la rueda al avión, desde el hacha a la computadora, desde las señales de humo hasta el radar y la televisión, desde la palanca a la Teoría de la Relatividad, desde las primitivas tortugas que sostenían al mundo hasta el Big Bang, hay un solo y mismo impulso: saber, averiguar qué pasa.

Un día, los hombres salieron de sus cavernas, temerosos, para inventar el fuego. Un día, por primera vez construyeron una casa, un día, por primera vez, se asombraron y temieron ante el trueno y fabricaron, para explicarlo, un mito. Un día alguien, por primera vez, armó un arado y hendió la tierra, y un día, alguien, por primera vez, trató de comprender qué eran aquellos puntos fijos que aparecían en el cielo noche tras noche, y les dio un nombre.

Y un día, los hombres pusieron su pie en la Luna, hicieron aterrizar naves en Venus y en Marte, y enviaron aparatos de reconocimiento a los confines del sistema solar: midieron el volumen de las estrellas, exploraron el fondo más íntimo de la materia, y escrutaron los primeros instantes del universo que nacía.

Corramos, pues, esa aventura.                                

miércoles, 9 de mayo de 2012

La invasión de los castores

DIALOGO CON MARTA LIZARRALDE, DOCTORA EN CIENCIAS NATURALES DE LA UNLP

La introducción de especies exógenas en un sistema ecológico puede resultar a la larga, como el caso de los castores en Tierra del Fuego, un problema serio, ya que devastan los bosques para construir sus famosos diques.

–Bueno, no vino el fotógrafo.
–No importa.
–¿A qué se dedica? Cuénteme. –Me dedico a mamíferos en general. En un principio, me dediqué a trabajar especies invasoras, porque investigué la introducción del castor canadiense en Tierra del Fuego. Allí estuve trabajando 25 años, y en 2005 me trasladé a Buenos Aires, donde trabajo ahora en el Centro Regional de Estudios Genómicos. De cualquier manera, además de trabajar con los temas vinculados con las invasiones biológicas (como la de los castores en Tierra del Fuego, que es emblemática, interesante, mediática), también me dediqué a especies de la fauna silvestre que, por alguna u otra razón, tienen interés para su estudio...
–Cuénteme la invasión de los castores. –El castor es una especie de interés peletero, es el animal más importante de Canadá y quizá por esa razón en 1946 se decide introducirlo en el territorio de Tierra del Fuego para ser utilizado en la industria peletera. En realidad, la introducción se decide porque Tierra del Fuego, por ser una isla tan austral, se caracteriza por tener una fauna de mamíferos relativamente escasa. En este momento hay más especies introducidas que especies nativas, para que se dé una idea. En el ’81 yo comencé a trabajar allí. Empecé a estudiar las problemáticas ecológicas y genéticas de los roedores silvestres y empecé a notar este fenómeno de la introducción del castor que nadie había estudiado previamente, y había una demanda local por proveer información en relación con una especie que estaba, de alguna manera, causando un impacto grande al ecosistema.
–¿Y entonces? –Entonces empecé a estudiar estos temas. La introducción de castores es interesante, porque en un principio se introducen solamente 25 parejas, que dieron lugar a una población en la actualidad que se calcula más allá de los 100 mil animales. Se introdujeron en un sitio particular, la cuenca del río Claro (en el centro de Tierra del Fuego), y de allí se dispersaron a todo el archipiélago magallánico. De hecho, colonizaron todas las islas pertenecientes a Chile. Y desde el año ’94 hemos tenido reportes que indicarían la presencia de castores en el continente, con lo cual ya hay un gran revuelo a fin de delinear algún mecanismo de control más eficiente, porque una cosa es el control realizado en la isla grande de Tierra del Fuego y otra cosa es el control en un archipiélago de mucha mayor superficie. A partir del año 2005, entonces, se empezó a discutir un proyecto binacional de erradicación del castor, que lo manejan los gobiernos de Argentina y Chile.
–¿Cuál fue el impacto de la introducción del castor? –Tiene un impacto muy importante a nivel del ecosistema. Avanzó en todos los ambientes del archipiélago de Tierra del Fuego y tuvo un marcado efecto en lo que se llama “bosque de ribera”. El bosque de ribera es importante para el aprovechamiento, porque es el que protege al resto del bosque de todos los efectos erosivos (desestabilización del suelo, vientos). El castor altera todo ese bosque de ribera. Comencemos por explicar que el castor tiene hábitos muy particulares, como roer la corteza de los árboles y construir diques, que tienen una superficie enorme (pueden tener hasta 2500 metros cuadrados).
–¿Para qué los construye? –Es un mecanismo de estrategia ecológica, que se supone que está vinculado con el aislamiento de los predadores. Pero nadie sabe bien por qué los construye. Bueno, lo que le decía es que el castor roe los árboles y hace esos diques de tal modo que se los denomina, en la literatura especializada, ingenieros hidráulicos.
–¿Cómo hacen eso? ¿Eso es genético o cultural? –En el caso del castor, yo creo que es una conducta genética, es inherente a su forma de actividad. Lo hacen en todos lados: construyen diques estén donde estén. Hemos visto diques, incluso, en áreas donde no había árboles.
–¿Qué beneficios sacan de los diques? –El que yo le decía: es una estrategia antipredadora. Pero, además, tiene que ver con su forma de vida: son roedores semiacuáticos.
–¿Y qué es lo que hace en Buenos Aires? –De a poco empezamos a analizar algunos aspectos del castor a nivel genético. Hay bastante literatura publicada en relación con eso que asegura que uno de los mecanismos para controlar especies invasoras probablemente tenga que ver con información genética de esta especie. ¿Por qué? Porque la invasión es un proceso tan explosivo que a veces puede incluso provocar cambios a nivel genómico. Lo que analizamos es la variabilidad genética de esa población, y la información se utiliza para definir a la población y generar algunos mecanismos de manejo y de control de la población a través del conocimiento de sus variantes genéticas. Lo que estamos haciendo en Buenos Aires, entonces, son estudios ecológico-moleculares, porque tenemos una información muy importante a nivel ecológico, de muchas de las especies que hemos estudiado en Tierra del Fuego... Estamos estudiando entonces la variabilidad genética de especies de mamíferos silvestres para aplicar esa información a mecanismos de manejo y de control.
–¿Para qué se usa la información genética? –Se obtiene la información de una determinada configuración del individuo. Con la información de toda una población determinada se pueden generar unidades de manejo. No todas las poblaciones son uniformes espacialmente.
–¿Y cómo se hace ese manejo? –A nivel de castor, nosotros tenemos un banco de tejidos y ADN bastante importante. Analizamos eso mediante un estudio de ADN mitocondrial, y se obtiene una característica para cada individuo que da una información de la población. Esa información se distribuye espacialmente en toda el área geográfica: cada individuo proviene de una determinada localidad, de modo que se va distribuyendo todo con un programa de computadora. Cuando está todo distribuido, vamos a ver qué aplotipos se presentan en qué áreas y vamos a ver si son los mismos en distintas áreas. En base a ese criterio de similaridad o de disimilaridad, se establecen unidades de manejo que tienen determinadas frecuencias, que pueden ser más o menos adaptables al manejo.
–No me queda muy claro... ¿En qué consiste el manejo? –Depende de la estrategia que se use. En el caso del castor, como la idea es controlar, uno puede decir que por el análisis de determinadas frecuencias genéticas hay áreas que son mucho más vulnerables a la extracción de animales que otras. Entonces se puede decidir, por ejemplo, que en esas áreas se haga una caza o un trampeo más intensivo. Como el castor se usa por su piel, hay una regulación en Tierra del Fuego que permite que se cace de manera libre a lo largo de todo el año.
–Una masacre... –No tanto, para eso tendría que conversar con alguien que se ocupe de las propuestas de erradicación. Más que masacre, es extraer animales para su aprovechamiento. Convengamos que los animales, cuando se extraen, para su aprovechamiento, se lo hace con algún criterio. En este caso, se deja las poblaciones fuente, que son las que de alguna manera generan permanentemente individuos. En el caso del castor, lo que se hace en cuanto a manejo es determinar en qué áreas es mejor extraer animales.
–El uso de pieles naturales está retrocediendo... –No se crea. Ahora se ha comprobado que la piel en sí misma tiene un criterio mucho más ecológico que la piel sintética. La piel sintética contamina mucho más. Y por otro lado las pieles naturales... yo ahora estoy vinculada con proyectos que propenden a utilizar la piel con criterios de bienestar animal, que es lo que se está haciendo en Europa.
–Ese es uno de los problemas, que la forma de obtener esas pieles es terrorífica. –Eso no es verdad; sé que circulan videos por Internet, pero ninguna piel que se utiliza para comercialización se obtiene así. En los videos despellejan al animal vivo, por ejemplo, es una imagen terrible. Pero hay normas internacionales para estas cuestiones. La Unión Europea, el mercado concentrador de pieles más grande del mundo, tiene sus regulaciones. Hay códigos de práctica para que el animal sufra siempre lo mínimo posible. La idea es que el animal usado para la piel muera en el menor tiempo posible, con el menor dolor.
–Suena bastante horrible, pero en una sociedad que se alimenta de carne... –Sí, es difícil.

lunes, 7 de mayo de 2012

Milonga de la energía



Hubo un taita muy famoso
allá por Blanco Encalada
más veloz con el puñal
que algunos con la mirada

Cuentan las viejas del barrio
que en una noche perdida
jugó al truco con la muerte
y le ganó la partida

Pero ocultaba un temor
incapaz de confesar:
le inspiraba un miedo atroz
la energia nuclear.

Si en el medio de una lucha
su oponente se avivaba
tan solo mentaba Atucha
y el taita se acobardaba.

El taita se torturaba
sin encontrar solución
tenerle miedo al uranio
le cuadra mal a un varón.

Una tarde como todas
después de achurar a un cholo
se puso su mejor traje
y enfiló p'al centro,solo.

Allí se fue hasta la CNEA
que así se viene a llamar
la oficina que administra
la energía nuclear.

y le dijo al director
"acá la cosa es sencilla
o me arreglás el problema
o te paso la cuchilla."

Yo no quiero reactores
en la tierra del facón,
¿a vos quien te dio permiso
pa' romper la tradición?."

El director de la CNEA
que también era malevo,
contestó: "sin energía
volvemos al Medioevo".

 
"No me importa",dijo el taita
con arrestos militares:
"Ya mesmito me apagás
las centrales nucleares."

"Imposible",dijo el otro,
"con uranio o con carbón
aquí hay que darle corriente
a toda la población".

"Esto no es cuestión de cencia
sino asunto de facón"
"Esta bien",contestó el otro
y ahí mesmo tocó un botón.

Cuando el taita regresó
contento a Blanco Encalada
se acababa la oración
y era ya noche cerrada.

En todo el barrio malevo
la oscuridad era tal
que hasta las minas más fieras
se atrevían al umbral.

Los vecinos protestaban
las viejas lo maldecían
los hombres en el boliche
ya no hablaban,ni bebían.

Los ecos de tal hazaña
se conocieron muy lejos,
las contaban los gurises
y se reían los viejos.

Un borracho milagroso
brillante con la guitarra
llegó a cantarle una copla
en Rivadavia y Lacarra.

"Existió un taita cobarde
allá por Blanco Encalada
y a causa de sus bravatas
allí ya no se ve nada."

La cosa no duró mucho
esperenmé que les cuente,
la luz volvió a todo el barrio
a la semana siguiente.


El taita se retiró
y no volvió a aparecer
ni siquiera en el boliche
donde solia beber.


Y alguno que lo encontró
dicen que el taita decía:
"Me tuve que retirar
por la falta de energía".

Los aires de esta milonga
se cantan como si nada
por bailongos y boliches
en todo Blanco Encalada.


jueves, 3 de mayo de 2012

Probabilidades del tiempo

 CELESTE SAULO, DOCTORA EN CIENCIAS DE LA ATMOSFERA, INVESTIGADORA DEL CONICET

El Jinete Hipotético siempre se preguntó por el significado exacto de las probabilidades en el pronóstico del tiempo, tema que por lo visto dista mucho de ser simple.

–¿A qué se dedica?
–A mí siempre me interesó mejorar la calidad de la predicción meteorológica a distintos plazos. Creo que ése es el tema que aglutina mis diversas investigaciones a lo largo de muchos años.
–¿La predicción del clima? –Sí, claro. Lo que hay que reconocer es que hay límites en la predicción del tiempo.
–¿Cuál es el límite? –Ahora, alrededor de dos semanas.
–O sea que se puede saber con cierta probabilidad razonable qué es lo que va a ocurrir dentro de dos semanas. –Exactamente. Está en ese orden de magnitud. Depende, de todos modos, de qué variable meteorológica quiera pronosticar. Si quiero pronosticar lluvia para dentro de dos semanas, el pronóstico me va a salir muy mal. La lluvia es la variable más difícil; las temperaturas son bastante más nobles como variables a pronosticar. Pero el límite sigue estando en las dos semanas.
–Hay algo interesante en la predicción. La predicción se da hoy en día en términos probabilísticos: se dice, por ejemplo, que mañana habrá un 80 por ciento de probabilidades de lluvia. Es difícil entender qué quiere decir eso. –Sí, y hay una encuesta muy interesante que se hizo en Estados Unidos por parte de un grupo de sociólogos. La idea era tratar de ver qué entendía la gente cuando le daban un pronóstico en términos probabilísticos. Algunos tomaban la predicción como determinística: va a llover. Otros pensaban que existía la posibilidad de que lloviera en su zona y no en otra. Hay un problema comunicacional importante. Ahora bien: ¿por qué se hace así? Nosotros, al dar un pronóstico, tenemos que reconocer que hay un grado importante de incertidumbre en los pronósticos. Una de las maneras de admitir esa incertidumbre es decir con qué probabilidad va a ocurrir el fenómeno. Esa probabilidad indica que yo, la pronosticadora, no estoy 100 por ciento segura de lo que va a pasar.
–Si usted dice “mañana habrá un 50 por ciento de probabilidades de lluvia”, lo que está diciendo es que si hubiera 100 días de mañana, en 50 llovería y en 50 no. Pero no hay 100 días de mañana. Entonces... ¿cómo puedo tomar decisiones triviales como agarrar un paraguas en base a esas probabilidades? –Ese es todo un terreno muy interesante de la articulación de nuestra disciplina con otras. Para que le quede claro lo que significa que hay un 50 por ciento de probabilidades de que llueva, le cuento cómo se hace el trabajo. Yo, lo que voy a hacer, es correr muchas realizaciones de un pronóstico para el día de mañana. Corro 100 realizaciones: si 50 me dicen que mañana llueve y 50 me dicen que mañana no llueve, de ahí saco que hay un 50 por ciento de probabilidades de que llueva. Justamente el ejemplo del 50 por ciento es complicado, porque es justo la mitad. Mucha gente piensa, por eso, que es pura cuestión de azar. Pero no es así. Si yo le digo que mañana hay un 50 por ciento de probabilidad de lluvia, no es lo mismo que cualquier otro día. Porque en Buenos Aires no todos los días hay un 50 por ciento de probabilidades de que llueva. No es un lugar en el que llueve día por medio. El objetivo que perseguimos nosotros es dar un pronóstico que sea más acertado que el de la climatología. Ese es el primer desafío que tiene alguien que hace un pronóstico: posicionarse por encima de la climatología, porque la climatología ya se la conoce. En Buenos Aires, por ejemplo, 3 de cada 20 días llueve. Ese es un hecho con el que contamos, es una estadística: no podemos quedarnos con eso. Con nuestros modelos de pronóstico y nuestro conocimiento del funcionamiento del sistema tenemos que dar probabilidades más exactas y más elaboradas que las de la estadística.
–¿Cómo puedo tomar una decisión en función de eso? Es como jugar a la ruleta... –Bueno, en parte sí. De hecho, existe algo que se llama Weather Roulette...
–Ruleta del clima... ¿qué es eso? –Es una de las estrategias que usan, por ejemplo, en el centro europeo de predicción a corto y mediano plazo para demostrarle a la gente que, si esto fuera un problema de chances, el que apuesta al pronóstico, gana.
–¿Y qué quiere decir apostar al pronóstico, si el pronóstico es 70 por ciento de probabilidades de lluvia? ¿Suspendo un acto al aire libre o no? –Ahí hay otro elemento, que es la relación costo-beneficio. Ahí usted debería medir cuál es el costo económico de suspenderlo, por ejemplo, y cuál es el costo de no suspenderlo. Pongamos otro ejemplo: yo soy arquitecto y tengo que hacer hormigonar una casa. Pero anuncian un 70 por ciento de probabilidad de lluvias. Bueno, me tengo que poner a hacer cuentas: hay un costo por parar la operación ya prevista, hay un costo por realizarla y que llueva, y hay otro costo de realizarla y que el pronóstico se haya equivocado. Todos esos costos se pueden poner en juego en un algoritmo que va a terminar determinando qué tiene que hacer cuando hay 70 por ciento de probabilidades de lluvia. Pero si fuera en abstracto, sí, le convendría suspenderlo. Puede ser que esa vez puntual le salga mal y que no llueva. Pero, a la larga, apostar al pronóstico conduce a decisiones acertadas.
–O sea que si yo, durante 100 veces, apuesto a no hacerle caso al pronóstico que anuncia que va a llover con un 70 por ciento de probabilidades, es esperable que 70 veces las cosas me salgan mal. –Exactamente. Si usted siempre le hace caso al pronóstico, termina ganando. El punto es que si usted es un individuo que toma sus propias decisiones y que no está especialmente preocupado en minimizar los riesgos, no se va a ver favorecido por el pronóstico. La idea es que hay que ser constante. Esta cuestión de la ruleta del tiempo funciona si la persona, a rajatabla, hace lo que le indica el pronóstico (siempre y cuando traspase el umbral del 70 por ciento la probabilidad de que algo suceda). En ese contexto está demostrado que se obtienen beneficios si se toman decisiones acordes con ese pronóstico.
–El concepto de probabilidad es muy complicado... –Sí, lo es.
–Ahora cuénteme un poco de su trabajo puntual. –Yo trabajo sobre los modelos de pronóstico numérico, que son modelos muy complejos donde se expresa toda la física que expresa el comportamiento de la atmósfera. Esta física podría entenderse desde las leyes de Newton, las leyes de la termodinámica, etc.: son ecuaciones que se resuelven. El pronóstico, entendido como lo trabajamos nosotros, es un problema donde hay condiciones iniciales (que deben ser bien conocidas), hay leyes físicas que gobiernan el sistema, y nosotros tenemos que poner en correlación ambas cosas para prever un estado futuro.
–¿Y usted qué hace? –Trato de mejorar esos modelos, para que esa física que se representa sea cada vez más parecida a la física observada en la atmósfera; y también trabajo en mejorar el conocimiento del estado inicial del sistema. Para hacer una buena predicción hay que, primero, hacer un buen diagnóstico. Si no podemos diagnosticar el estado del sistema en el inicio, o lo diagnosticamos de manera deficiente, el pronóstico va a ser deficiente. En las charlas al público en general suelo poner el ejemplo del médico: uno va al médico con dolor de panza. Eso es algo sumamente inespecífico: es necesario precisar la causa. Solamente cuando el médico sabe la causa, puede pronosticar cuánto tiempo va a durar el malestar y cómo tratarlo. El pronóstico es totalmente dependiente del diagnóstico...
–Eso si pensamos de manera determinista. Pero si la atmósfera es un sistema caótico... –Es un sistema caótico, pero no totalmente caótico.
–Bueno, el caos es determinista también, el problema es que una pequeñísima variación de-sencadena un desastre. –Claro. Esa pequeñísima variación hace que, en el transcurso de dos semanas, haya dos estados atmosféricos absolutamente diferentes. Entonces hay que plantear estrategias distintas para plazos diferentes. El problema es bastante determinístico en el corto plazo.
–¿Cuánto es el corto plazo? –Digamos que tres o cuatro días. Esta ilusión de querer tener la mejor descripción posible del estado inicial no es vana, porque hay muchas aplicaciones imprescindibles para la sociedad que son muy sensibles a lo que pueda pronosticarse a tres o cuatro días. En cambio, hay otras aplicaciones que no son tan dependientes de la condición inicial como, por ejemplo, el pronóstico climático. Es dependiente, pero no tan dependiente: es una rama del problema que dejó de ser determinística para ser probabilística. Depende dónde uno se pare, cómo va a pensar el problema.