lunes, 24 de diciembre de 2012

Los quásares


Yo no te pido
que me bajes
un quásar azul.
Sólo te pido
que me expliques
cómo da tanta luz.

Se dice que la del acápite fue una primera versión (luego corregida) de la famosa canción de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. No tiene nada de sorprendente: de los años sesenta en adelante los quásares fueron (y en cierta medida siguen siendo) uno de los más curiosos enigmas de la astronomía.

Aunque detectados antes de 1960 como objetos puntuales y muy brillantes (de luminosidad aproximadamente igual a la de una galaxia) los quásares (abreviatura de quasi stellar radio sources) adquirieron inesperada vigencia cuando en 1963, M. Schmidt, del Observatorio de Monte Palomar, obtuvo el espectro del quásar 3C-273, y a partir de él pudo calcular la distancia que lo separa de nosotros. Y bien: del corrimiento al rojo del quásar 3C-273 resultaba que éste estaba situado cincuenta veces más lejos que las galaxias próximas a nosotros. Lo cual planteaba problemas en apariencia irresolubles: si estaba tan lejos, ¿cómo podía ser tan brillante? La avalancha de quásares lejanísimos arreció en los años que siguieron, sin que ninguna teoría coherente explicara tamaña luminosidad. Puntuales como estrellas y brillantes como galaxias, en los confines del cosmos, estas cuasi estrellas desafiaban toda la experiencia astronómica acumulada y resultaban ser los fenómenos más enérgicos del universo.

Sin embargo, el correr del tiempo trajo nuevos descubrimientos astronómicos que, si bien no explicaban qué eran los quásares, establecían importantes parentescos. De a poco se empezaron a encontrar galaxias cuyos núcleos mostraban una intensa actividad y rasgos muy parecidos a los de los quásares: muy alta luminosidad, emisiones tremendamente energéticas, violentas eyecciones de materia, gran concentración. Estas galaxias "activas" prosperaron: en poco tiempo las hubo de todo tipo y cubriendo todos los grados intermedios entre una galaxia normal y un quásar. La idea de que un quásar era sólo una galaxia activa llevada al paroxismo ancló entre los astrónomos.

Paralelamente, otro fenómeno llamaba la atención: a mediados de los 70, la idea tradicional de choque de galaxias (las galaxias pasarían una a través de la otra sin molestarse) empezó a ser reemplazada por la idea de coalescencia de galaxias (en la cual el choque va acompañado por la formación de una nueva galaxia que engloba a las participantes) e incluso a la de canibalismo estelar: una galaxia puede devorar a otra; tal es el caso de nuestra Vía Láctea que se engullirá a sus pequeñas galaxias satélites (las Nubes de Magallanes) dentro del breve lapso de dos mil millones de años.

Ambas ideas, coalescencia de galaxias y transición gradual entre galaxias activas y quásares, convergieron para proporcionar una explicación razonable (y provisoria, como toda explicación) del fenómeno quásar. Cuando un par de galaxias choca a coalesce, las estrellas son poco afectadas: están separadas por distancias suficientemente grandes como para no molestarse. Pero en una galaxia no sólo hay estrellas: hay también enormes cantidades de polvo interestelar y éste sí es suficientemente lábil y maleable como para ser duramente modificado por el encontronazo cósmico. El gas interestelar de las galaxias en colisión migra hacia uno de los núcleos galácticos, donde empieza a formar un gigantesco disco de acreción, desatando formidables presiones gravitatorias cuyo exceso de energía se emite como radiación. La emisión de energía será tanto mayor cuanto mayor sea la masa y menor el tamaño del objeto central, lo que actualiza las posibilidades de ciertos firmes candidatos a ocupar el centro de algunas galaxias: los agujeros negros, capaces de concentrar en un pequeño volumen cantidades fabulosas de masa.

Aunque ningún agujero negro ha sido observado con absoluta certeza, entre los astrónomos, hay un aceptable consenso en cuanto a considerar que el caso extremo de una galaxia activa --un quásar-- está formado por un enorme disco de acreción (resultado del gas interestelar que migra a causa de un choque o coalescencia de galaxias) alrededor de un agujero negro ubicado en un núcleo galáctico y que la presión gravitatoria generada por ese disco de materia es responsable de la pavorosa luminosidad. ¿Qué tiene de extraño suponer que estos faros a escala cosmológica hayan inspirado un primer borrador al dúo cubano?


Yo no te exijo
que me traigas
diez galaxias activas para amar.
Me basta un quáser
donde nos podamos reflejar.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La filosofía en el país del espejo


Diálogo con María Angélica Fierro, doctora en filosofía, investigadora del CONICET.


Cuando las diferentes disciplinas reflexionan sobre sus prácticas van dando nacimiento a la filosofía del arte, la filosofía del derecho, la filosofía de la ciencia. En el libro La filosofía a través del espejo, diversos especialistas van detrás de la filosofía de la filosofía: la metafilosofía.

–Acá tengo La filosofía detrás del espejo. Estudios metafilosóficos.
–Sí, es una empresa que emprendimos entre varias personas que nos dedicamos a distintas cuestiones dentro de la filosofía. Lo que nos unió fue una pregunta: ¿qué es lo que la filosofía puede decir sobre sí misma? De manera sencilla, eso es la metafilosofía. En otras disciplinas, cuando suelen preguntarse acerca de sus presupuestos, lo que hacen es mudarse a la filosofía (entonces tenemos la filosofía de la ciencia, del arte, del derecho). Pero en el caso de la filosofía, cuando trata de ver cuáles son sus presupuestos, se produce una especie de círculo, no sé si virtuoso o vicioso. Esa es la peculiaridad de los estudios metafilosóficos. Lo interesante es que muchas veces, cuando la filosofía se pregunta acerca de sí misma, lo hace sin querer: los filósofos se hacen esas preguntas casi involuntariamente. La idea de nuestro trabajo es tomar a algunos filósofos importantes de la historia de la filosofía occidental y, a partir de sus textos, contestar la pregunta. Usamos la metáfora del espejo a la manera en que aparece en el libro de Carroll: Alicia trata de atravesar esa imagen que le devuelve el espejo y explorarla. Nosotros quisimos poner a la filosofía frente al espejo, y meternos y explorar qué es la filosofía para Platón, para Kant, para Heidegger o para Wittgenstein. El último trabajo, de Robert Brandorn, se pregunta directamente acerca de su propia producción filosófica.
–¿Y hay respuestas? –Bueno, algunas hay. Pero no es una respuesta unívoca: los textos nos devuelven múltiples imágenes de la filosofía. Yo voy a contar un poco detalladamente lo que tiene que ver con la primera parte del libro, que está relacionada con Sócrates o Platón. En el caso del estudio de Sócrates, a cargo de Oscar Nudler, se aborda el problema sobre la filosofía inquiriendo por el lugar que ocupa en el plano social, político y simbólico. Lo que él trata de demostrar es que la filosofía socrática podría definirse como una filosofía atópica, una filosofía del no-lugar. Sócrates aparece muchas veces caracterizado por estar fuera de lugar. Sócrates (y ésta sería la tarea del filósofo) se ubica por un lado afuera del universo social y político pero, por el otro, sirviéndose de los recursos que ese ámbito le ofrece. Por eso él habla de que el filósofo es un personaje que se encuentra siempre en el límite. Está por fuera de ese ámbito (religioso, ético, político) porque lo está criticando, y por otro lado está dentro de él porque se sirve de esos recursos. Y eso permite explicar muchas cosas raras de la filosofía socrática que han señalado diversos intérpretes.
–¿Por ejemplo? –Algunos dicen que es democrático y otros, un oligárquico; algunos dicen que era un sofista y otros, un antisofista; algunos dicen que era un hombre religioso y otros que no. Al verlo desde ese nuevo punto de vista, se puede ver que ambas cosas son ciertas. Está adentro por un lado y afuera por el otro. Está proponiendo una tarea de revisión permanente de los presupuestos, que es la tarea por antonomasia del filósofo. Lo interesante del libro es usar esto para mirarnos a nosotros mismos como filósofos y cuestionar nuestra práctica.
–¿Y Platón? –Hay tres trabajos. Tenemos dos trabajos de dos de los platonistas más reconocidos del mundo: Thomas Robison y Richard Parry. Ellos resumieron qué es la filosofía para Platón a partir de una conclusión de sus estudios. Se trata de trabajos inéditos. Lo que Robison trata de demostrar es que la filosofía platónica se funda en una serie de presupuestos de los cuales Platón no es del todo consciente, por ejemplo que los términos generales tienen referencia, que esa referencia son las formas platónicas (el fundamento metafísico de toda la realidad), que el mundo en su conjunto es en sí mismo un objeto sensible que puede ser percibido, que la realidad está organizada de acuerdo con fines en todos sus ámbitos, incluso en el ético, lo cual implica que la vida humana permite alcanzar la areté (o perfección). La vida humana apunta a un fin (la eudaimonia) que constituye el verdadero Estado de Bienestar, de realización y de compleción. Platón opera con todos estos presupuestos porque hay un gran metapresupuesto detrás: la confianza que tiene Platón en el lenguaje cotidiano, en el griego de su época. Piensa que el lenguaje es confiable y opera sobre esas bases. Y lo que termina demostrando Robison es que hacia el final de su vida tal vez Platón empezó a sospechar que el lenguaje era más equívoco de lo que inicialmente creía.
–¿Y el de Parry? –Muestra cómo Platón es el fundador de un tipo de filósofo y de una manera de hacer filosofía: el filósofo persistente. Sobre todo a partir de Wittgenstein se habla del filósofo como un terapeuta del lenguaje que se ocupa de aclarar significados que no están claros a partir de los contextos. Pero para Platón está ínsito como deseo el llegar a conocimientos que no dependan del contexto. Este intento del filósofo, más allá de que se pueda o no alcanzar la verdad, es algo que está en el interior de todo el ser humano, y por eso es que persiste en esta búsqueda, se lo logre o no. El ser humano no lo puede evitar. Lo otro que forma parte de esta imagen de la filosofía es que, como esto es propio de todos los seres humanos, el que no realiza esta búsqueda se siente en realidad insatisfecho, porque lo que quiere encontrar es la verdad (lo sepa o no). Esta manera de concebir la filosofía toma cuerpo en la filosofía platónica.
–¿Y usted? –Yo, en mi trabajo, traté de sintetizar algunos aspectos de la filosofía de Platón. La pregunta sobre qué es la filosofía para Platón para mí empieza analizando el significado de la palabra “filosofía” en griego. Como se sabe, es el combinado de “filo” y “sofía”: “filo” tiene que ver con el afecto que se puede sentir por algo y puede tener un sentido de deseo, de posesión; “sofía”, que después va a tener un significado muy específico de sabiduría, en su origen (en Homero) denota un conocimiento que puede ser incluso práctico (por ejemplo, el conocimiento de un carpintero). A medida que van apareciendo disciplinas (como la filosofía de la naturaleza, los tratados médicos, los tratados políticos), las obras de esas disciplinas caen dentro de la categoría de “sofía”. Sería algo así como la cultura hoy en día. La palabra “filosofía”, entonces, quería decir algo así como “interés por la cultura”: interés natural que tenían los atenienses, como menciona Tucídides en el discurso fúnebre de Pericles. Platón se apropia de ese término y le da un significado nuevo fundado en el significado original. La filosofía pasa a ser el deseo por alcanzar la sabiduría. Lo que yo sostengo es que además de ese deseo y amor, una vez que se concreta el contacto con la verdad, se intenta mantener una relación con ese objeto del deseo. Lo otro que quiero mostrar es que esto de conocer las ideas no tiene que ver con un desinterés por el aquí y el ahora: la filosofía nace por situaciones vitales perturbadoras del ser humano. Ese es el campo más fértil para que se ponga de manifiesto el deseo de la verdad. Y las situaciones que recorro son la angustia ante la muerte, la inestabilidad en la que nos ubica el hecho de ser sujetos deseantes... estas situaciones, que en general se evaluarían negativamente, Platón las evalúa positivamente porque despiertan el deseo por la sabiduría. Nos hacen hacer filosofía y, al mismo tiempo, al hacer filosofía se pueden encontrar respuestas posibles a estas situaciones humanas inevitables.
–Y en el resto del libro... –Se habla sobre Kant, sobre Heidegger, sobre Leibniz. Pero me temo que se está quedando sin espacio.
–Así es. Los que quieran saber más tendrán que leer el libro.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sin lugar para los líquenes

DIALOGO CON MONICA ADLER, BIOLOGA, FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES DE LA UBA
 


Con variedades diversas, los líquenes son producto de la simbiosis entre hongos y algas que crecen uno gracias al otro. A pesar de ser longevos, por su fragilidad en el laboratorio y su largo tiempo de crecimiento, resultan un tema poco transitado.


 
–Biología y biodiversidad de líquenes.
–Efectivamente.
–Empecemos por aclarar qué son los líquenes. –Bueno. Hay distintas formas de crecimiento de líquenes. En realidad, son hongos que están en relaciones simbióticas con algas o con cianobacterias. Son poblaciones de algas microscópicas, verdes, que están en general en una capa. El alga o la cianobacteria le da un hidrato de carbono al hongo, lo alimenta, y el hongo le da protección.
–¿Cómo le da protección? –La mayor parte de la masa del liquen es fúngica. Es un hongo. Ese hongo envuelve al alga y le forma una capa que le impide el paso de la luz o que disminuye la radiación, protegiéndola de la vegetación, porque se hidrata rápido. Incluso se hidrata con niebla o con humedad ambiente. O sea que pueden colonizar ambientes desde muy húmedos hasta muy secos.
–¿Pero qué son los líquenes?
–Tendría que ver unas muestras. Son multicelulares, algunos incluso son muy grandes. Piense en esas barbas amarillas que cuelgan de algunos árboles en el sur. Yo trabajo con líquenes foliosos, que si usted los ve no puede creer que sean hongos. Mire, acá tengo uno. Son verdosos porque tienen muchas algas adentro. Adoptan formas de crecimiento de distinto tipo. Fíjese: acá tengo uno folioso y allí uno fruticoso. A partir de estos líquenes nosotros aislamos el hongo solo y lo cultivamos. Los fruticosos son como ramitas que tienen arriba copas donde están las esporas. Las copitas donde fructifican las esporas a veces están y a veces no. En este caso están, pero para verlas necesitaríamos una lupa.
–¿Y qué es lo que hace usted específicamente? –Yo hago estudios de biodiversidad, estudio qué variedad de especies hay en el país. Trabajé mucho en la provincia de Buenos Aires, en los bosques Andino-Patagónicos, en Córdoba y en el Noroeste. Pero también tengo una línea de cultivos en la cual buscamos sustancias diversas...
–A ver... –Bueno, los líquenes producen una gran diversidad de sustancias, muchas en actividad biológica. Algunas son antibacterianas, antifúngicas, algunas son anticancerígenas. Y estamos buscando sustancias nuevas en cultivos del hongo solo: sacamos el hongo de ahí, lo cultivamos en condiciones estériles, lo dejamos sólo y buscamos las sustancias en distintos medios. Esto lo hacemos en colaboración con gente de química orgánica. De uno de los que tengo aquí, por ejemplo, sacamos un honguito blanco y logramos que produjera las sustancias del liquen, que no es fácil.
–¿No es un liquen? –No, es el hongo solito sacado del liquen. Para dar la forma, por lo general, para llegar a eso, necesita del alga. A veces un poco de la forma la da en el cultivo, pero por lo general, para formar el liquen, necesita el alga. No va a crecer nunca como lo ve usted aquí, necesita estar con el simbionte. Estamos buscando eso, en parte, por razones teóricas. En muchos casos es muy difícil producir en cultivo la sustancia del liquen natural; muchos dicen que necesita el alga. Esa es una cuestión teórica. Y después está la cuestión práctica: en cultivo se encuentran muchas más cosas que las que se encuentran en simbiosis.
–Estamos rodeados de líquenes. –Así es.
–¿Primero viene el alga y después el liquen? ¿Cómo es la cosa? –Para la reproducción, lo que se piensa es que se reproducen juntos. Y algunos bichitos que se los comen también los parten y cuando defecan, defecan los pedacitos juntos. No se sabe bien por qué producen tantas esporas. Porque en realidad es mucho más eficiente la reproducción de los dos juntos. Bueno, hay muchas cosas que no se saben porque no se pueden experimentar.
–Podría ser algo que “quedó” de la evolución... –Yo pienso que sí, porque realmente no tiene ninguna lógica.
–No perturba a la otra y es, digamos, un residuo fósil. –Algo así. Yo pienso que sí, pero hay gente que dice que no entiende cómo quedó como residuo algo que gasta tanta energía. Porque algunos se llenan de esas esporas, es como si gastaran energía al divino botón.
–Tal vez no hubo tiempo de eliminarlos... –No lo sé, ni se sabe. La simbiosis, igualmente, es muy eficiente porque da organismos muy longevos. Y como son tan lentos, no sé si es tan grande el gasto de energía, no está verdaderamente calculado eso. Porque en realidad los que forman las copitas son muy parecidos a los que no forman las copitas. Lo que se dice es que en realidad es la misma especie que adopta distintas formas según las condiciones ambientales. Por ahí el hecho de que esté como residuo las que forman las copitas que dan las esporas demuestra que no es un gasto de energía tan grande, no es un desperdicio tan grande para la especie.
–Evolutivamente podría aguantar. –Yo pienso que sí, que no hay tanto gasto de energía. De todos modos no hay cálculos, hay poca experimentación. Es algo muy difícil de trabajar, porque se mueren en seguida cuando uno los transporta o cuando los mete en el laboratorio.
–¿Pero es posible calcular esos gastos de energía? –Yo pienso que sí, pero eso lo tienen que hacer los ecólogos. Son mediciones de peso en poblaciones, y no es mi especialidad. Pero pienso que se debería poder hacer. Se debería poder medir tanto el gasto de energía como el peso de apotecio, por ejemplo, de las copitas en relación con la masa de toda la especie. Pero eso tiene que hacerse con el criterio taxonómico de incluir dentro de la especie no sólo las que forman las copas sino las otras. Ahora, para eso hay que cambiar el criterio, porque algunos no consideran que sean la misma especie. Hay muchas cosas que están en pañales, en plena discusión, y faltan muchos datos experimentales. Ese es el problema. Nadie trabaja en líquenes, es muy difícil experimentar.
–¿Por qué? –Porque se mueren en laboratorio y hay que cultivarlos por separado, tardan mucho tiempo en crecer. Es un proceso sumamente lento, y los líquenes son muy longevos. Hay algunos que tienen cuatrocientos o mil años y viven en los glaciares. De hecho, se pueden datar los glaciares en base al diámetro de los líquenes. Es difícil trabajar y muy poca gente está en esto, porque al crecer despacio y no tener una utilidad práctica inmediata, no resultan muy atractivos a simple vista. Utilidad práctica... en realidad dos o tres especies están extinguidas porque fueron utilizadas para hacer perfumes. Eso no se repone en la naturaleza a la velocidad con que uno los saca. Como al cultivarlos en laboratorio tampoco da lo que es el liquen natural, no da el color, no da la sustancia, no da nada y además las publicaciones son bastante difíciles, resulta un tema complicado para estudiar. Hay gente que tiene líneas de investigación muy productivas porque tienen la posibilidad de publicar rápido.
–Es interesante eso... Cómo lo institucional determina los temas que se investigan. –Sí, es así. Y como hay poco, las revistas de líquenes tienen muy poco impacto. Por eso nosotros tratamos de publicar en revistas de micología, que tampoco es fácil porque los liquenólogos no “rinden” en estatus. No hay audiencia para los líquenes.
–Es un círculo vicioso.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Extraños en el cielo: los pulsares


La exploración del universo da para todo: en febrero de 1968, y en casi todas partes, la prensa publicó que un grupo de astrónomos había recibido señales de radio procedentes de una civilización extraterrestre; en la Argentina, un periódico titulo en primera pagina: NOS LLAMAN. La verdad de la milanesa era que en la revista inglesa Nature (una de las revistas científicas mas prestigiosas del mundo), había salido un articulo donde un grupo de astrónomos de Cambridge informaba haber recibido señales de radio, a intervalos regulares, y con muy alta frecuencia (varias veces por segundo), y que hasta cierto punto habían jugado con la idea de señales inteligentes, pero muy pronto la desecharon.

Aunque el sensacionalismo de la noticia se disipo rápidamente, el misterio de los "pulsares", como se dio en llamarlos, subsistió por un tiempo. La enorme frecuencia de las pulsaciones, que podía alcanzar centenares de pulsos por segundo, indicaban que las fuentes eran objetos muy pequeños, de no mas de treinta kilómetros de radio, en algunos casos. ¿Qué diablos podían ser? Unos meses mas tarde, dos jóvenes astrónomos examinando minuciosamente las estrellas en la zona de la Nebulosa del Cangrejo, (resto de la supernova observada por los chinos en el año 1054), donde latía un pulsar a razón de treinta veces por segundo, finalmente lograron que el primer pulsar, del puñado conocido hasta entonces, y que solo se habían manifestado en ondas de radio, se hiciera visible. Era una estrella. Pero una estrella muy particular.

Cuando una estrella de gran masa agota su combustible nuclear, colapsa gravitatoriamente y estalla en una explosión gigantesca (una supernova), que lanza al espacio la mayor parte de su masa: en el centro, queda una pequeña estrella de neutrones contrayéndose. Las estrellas de neutrones son muy chicas (radio de unas pocas decenas de kilómetros) pero terriblemente comprimidas: una cucharada de materia neutrónica pesaría miles de millones de kilos. Y bien: los pulsares son estrellas de neutrones en rapidísima rotación. La hipótesis mas universalmente aceptada sugiere que estas estrellas tienen fuertes campos magnéticos, particularmente intensos, que generan un chorro de emisión en los polos magnéticos: al rotar la estrella, quedamos bañados periódicamente en ese chorro electromagnético, de la misma manera que un barco recibe periódicamente los impulsos luminosos de un faro que gira.

Hasta ahí la probable explicación. Sin embargo, subsisten muchas incógnitas: algunos pulsares interrumpen de pronto las emisiones y las retoman después de un tiempo. Hay una radiación gamma que acompaña a la emisión de los pulsares, que carece por completo de explicación. Se han descubierto pulsares ultrarrápidos, y como si esto fuera poco, la cantidad de pulsares estimada en nuestra galaxia en este momento es de un millón, cifra que excede en mucho la cantidad de supernovas estimadas. Los pulsares, pues, continúan habitando el terreno de lo misterioso. No obstante lo cual, el físico poeta español Rodríguez Fontevecchia, les dedico un amable romance.


Estrellita misteriosa
no te cansas de pulsar?

Yo no pulso, solo giro
a enorme velocidad.

Yo fui una estrella gigante:
un día debí estallar
porque ya no me quedaba
combustible nuclear,
y en una gran supernova
la hubieras visto brillar!
perdí el noventa por ciento
de mi materia estelar.
Mientras esta se alejaba
como una nube de gas
para formar nuevos astros
y enseñarles a brillar
me convertí en una estrella
de neutrones, nada mas.

Y a neutrones reducida,
sin futuro, ni piedad,
dime, astrónomo pequeño
que te crees tan sagaz
¿qué otra cosa puedo hacer
sino girar y girar?

domingo, 9 de diciembre de 2012

Olores, recuerdos y memorias

DIALOGO CON FERNANDO LOCATELLI, DOCTOR EN BIOLOGIA, INVESTIGADOR DEL CONICET
 

Aunque vivimos en una cultura muy visual, los olores tienen un poder evocativo muy grande. Sin embargo, el proceso por el cual recordamos los olores es un sistema complejo poco dilucidado.

–Cuénteme qué hace. –Trabajo en aprendizaje y memoria, más específicamente, actualmente me dedico a memorias olfativas, y utilizo insectos, abejas, como modelo animal.
–¿Y qué quiere saber? –Lo que me interesa son los mecanismos celulares, moleculares, que subyacen en el aprendizaje de un olor y cómo reconocer específicamente el olor que tiene un significado o un valor predictivo. Me interesa averiguar cuáles son las cosas que cambian en el cerebro después de que un animal tuvo una experiencia con un olor y de ahí en adelante pasa a tener un significado.
–¿Y cuáles son las cosas que cambian? –Hay distintos cambios. Hay memorias que son tratadas en paralelo, de modo que cuando uno habla de una memoria olfativa no es simplemente que uno aprende qué significado tiene un olor, sino que además aprende a reconocer ese olor y en otro lugar del cerebro aprende cuál es el significado de ese olor. A lo que yo más dedicado estoy ahora es a ver cómo cambian los mecanismos de percepción y codificación que hacen que nosotros, dentro de una ensalada o una sopa de olores, rescatemos un olor que nos resulta importante, dado que olores puros en la naturaleza no existen. Todo el tiempo estamos inundados de olores complejos y dentro de esos olores complejos, lo que nosotros vamos aprendiendo a través de la experiencia es a rescatar componentes que son relevantes o que nos dicen algo.
–¿Nosotros? –Nosotros, los animales, las abejas...
–El olor, aparte, tiene un poder evocativo muy grande, ¿no? –Es un sentido que tiene una modalidad sensorial bastante ancestral. Puede ser que los olores también evoquen muchísimas memorias que son muy fuertes de las cuales no tenemos un recuerdo explícito. Sin embargo, hay olores que nos marcan, que aparecieron bastante temprano en la evolución.
–El olfato es anterior a lo visual... –Sin dudas, los mecanismos para sensar y percibir olores son cableados más sencillos que los que involucran lo visual. Hay organismos más sencillos que tienen un sentido químico y que no tienen un sentido visual o receptores capacitados para formar imágenes, como sí es el caso de los olores. No hay ser vivo sobre la Tierra que no sea capaz de sensar un olor.
–El olfato está entre los humanos bastante perdido... –Es que hoy en día somos muchísimo más visuales. Sin embargo, personas ciegas o que carecen de alguna otra de las modalidades sensoriales recuperan muchísima resolución en el poder olfativo.
–¿Por qué el olor es tan evocativo? –Puede traer información bastante importante para la supervivencia de un animal: desde encontrar comida hasta encontrar pareja o escapar de un peligro. Son todas cosas que en muchos casos están muy ligadas a lo olfativo. Creo que tiene un poder evocativo tan fuerte porque es un sistema muy arraigado. De todos modos, no estoy tan convencido de que tenga un poder evocativo mucho más fuerte que los otros sentidos. Creo que depende. En lo que yo trabajo es, justamente, en cómo aprendemos a reconocer olores que nos dicen algo y a ignorar otros olores que no nos dicen nada.
–¿Y cómo hacemos eso? –Cuando nosotros somos expuestos a un olor constantemente y ese olor no trae ninguna consecuencia aparejada, lo que pasa es que lentamente vamos perdiendo la capacidad para percibir ese olor. Nuestros sistemas lo sienten, pero eso no llega a nuestro sistema nervioso central. La información es desechada, y el espacio se deja libre para sensar otros olores que sí sean relevantes.
–Por eso la gente que vive cerca de determinados olores deja de sentirlos... –Hay dos mecanismos que se solapan. Un mecanismo es cuando uno directamente entra en un ambiente donde hay un olor, ese olor está permanentemente presente, y a los pocos minutos dejamos de sentirlo: ése no es un proceso de aprendizaje, es un fenómeno periférico. Nuestros sentidos directamente dejan de sensarlo.
–¿Por qué? –Se llama “adaptación sensorial”, y sirve para que un animal no esté todo el tiempo saturado de información. Yo entré a un lugar, ya lo percibí, ya sé qué es lo que hay, y ahora apago la entrada de eso para dejar el sistema despejado para cuando haya alguna cosa relevante nueva. Eso pasa mucho con los sentidos químicos, o con el olfato, porque en muchos casos nosotros no podemos discriminar el origen espacial de donde viene ese estímulo. Con la vista, sí podemos discriminar y resolver dónde está cada uno de los estímulos, pero con el olfato todos entran juntos. Entra el componente A, el componente B, el componente C y cuando alguno de ellos ya no es relevante me conviene bajarle el volumen para dejar el sistema más despejado y listo para percibir otro.
–¿Y el otro mecanismo? –Es el que propiamente se denomina de aprendizaje. Por ejemplo: uno entra en su propia casa y no siente ningún olor particular. Sin embargo, la casa ajena siempre tiene un olor que percibo. Ese es un mecanismo central: yo entro y automáticamente se cambia el tipo de filtro que voy a poner en mi sistema sensorial y me seteo para este nuevo lugar. Eso deja a uno preparado para el golpe cuando en el lugar en el que tiene que haber un determinado patrón de olores aparece algo distinto. Para un animal eso puede ser una cuestión de vida o muerte.
–¿Qué es un olor? –Es un conjunto volátil que está en el aire.
–Pero una flor, por ejemplo, ¿qué hace? –Emite volátiles. Son sustancias que están presentes en el aire. No hay una molécula particular que dé un determinado olor; lo que tiene la flor es un compuesto de olores que puede llegar a tener cientos de componentes. Nosotros vamos aprendiendo a integrar esos cientos de componentes de modo que los reconocemos como pertenecientes a algo en particular. Aprendemos a asignarle una identidad y le ponemos el nombre de una flor en particular, o de una comida...
–Siempre me pregunto cómo se guardan esas cosas. –Es una pregunta válida y muy difícil, porque depende de cuál sea el tipo de aprendizaje. Si es un aprendizaje asociativo, donde el animal va a aprender que determinada mezcla de olores o determinado olor presenta siempre asociado una recompensa, entonces el olor tiene una representación en el sistema nervioso y la recompensa tiene otra. Como representación, me refiero a determinada sinapsis en determinado lugar donde dos neuronas se juntan; la coincidencia de una vía, que es la que se activa por olor, y otra vía, que es la que se activa por recompensa. Cuando esto ocurre de manera conjunta, entonces hay una asociación. Esta asociación fortalece algún circuito neuronal de modo tal que la siguiente vez, con sólo activar el canal del olor, va a ser suficiente para desencadenar una respuesta arriba-abajo que normalmente se hubiese producido sólo por la activación del canal de la recompensa. Esa memoria, entonces, está guardada en conexiones entre las neuronas. Esos cambios se dieron después de que el animal o el sistema experimentó la activación conjunta de un estímulo condicionado.
–¿Cuál es la unidad de almacenamiento de memoria? –Lo mínimo a lo que uno puede llegar es una sinapsis. Pero eso no quiere decir que toda una experiencia va a estar albergada en una sinapsis: va a haber cientos de miles de sinapsis involucradas, pero la mínima unidad en la que uno puede llegar a medir un cambio entre antes y después de una experiencia es la sinapsis. Una sinapsis que tenía antes de determinado estímulo una respuesta, ahora después del estímulo tiene otra. Pero no podemos hablar, en ese nivel, de memoria.
–¿Cuántas sinapsis hay? –Depende del animal, pero millones y millones.
–No es mucho para la cantidad de experiencias que uno tiene que guardar. –Billones y billones, si prefiere. Pensemos el caso de la abeja. En el cerebro de la abeja hay solamente un millón de neuronas. Pero el número de sinapsis habría que multiplicarlo, por lo menos, por otro millón. Y estamos hablando de un cerebro pequeñísimo.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Rock del cambio de siglo


A la vuelta del siglo todo cambia
nuevas invenciones alargan los ojos y los brazos
y los oídos oyen lo que nunca pensaron 

Pero la música no cambiará.

El hombre es siempre el hombre, y la serpiente
sigue viviendo en su madriguera
y el pez oscuro perfora el fondo del lago, pero ahora
pesadas máquinas se elevan por el aire
y las palabras cruzan misteriosamente la distancia.

¿No cambiará la música? 

El hombre es siempre el hombre, y el fuego
sigue ardiendo en el fogón como hizo siempre
pero la oscuridad retrocede asustada
perseguida por nuevas formas de la luz
y el celuloide guarda el movimiento y la memoria
y la voz se conserva en cilindros de metal
¿No ha de cambiar la música? 

El hombre es siempre el hombre y la abeja
elabora la miel de siglo en siglo
pero ahora los instrumentos espían el corazón de la (materia
¿No ha de cambiar la música, no hemos de cambiar tú y yo?

El hombre es siempre el hombre, y el volcán
duerme su sueño de lava y de cenizas
Pero las máquinas bajan al fondo del océano
y pronto treparán a las estrellas. 

¿No hemos de cambiar, la música no cambiará? 

El hombre es siempre el hombre, y el río
desciende hacia el mar como hizo siempre
pero extraños rayos ven tus huesos
y los míos

martes, 4 de diciembre de 2012

Peligros del deslizamiento

DIALOGO CON LUIS FAUQUE, DOCTOR EN GEOLOGIA, FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS

Aunque la mayor parte de los habitantes de nuestro país vive en zonas llanas, los deslizamientos rocosos representan un riesgo para los pequeños pueblos de montaña. No hay todavía estadísticas sobre las víctimas y pérdidas producidas por los deslizamientos.

–Hablemos un poco sobre los temas que investiga.
–Me parece perfecto. Fundamentalmente mi tema de investigación surgió hace mucho tiempo y está vinculado con deslizamientos. Yo he trabajado bastante en ese tema y los aportes más novedosos dentro de la geología están vinculados con ese tema. Esto comenzó hace mucho tiempo, en el año ’84. El que era director del servicio geológico me dijo que había que hacer un acueducto para llevar agua de bajo de la Alumbrera, entonces había que ver la vertiente catamarqueña del Aconquija, hay un Aconquija que separa Tucumán de Catamarca... Allí me fui a trabajar, trabajaba con baqueanos, y ahí vi las primeras avalanchas de roca en todas sus características. Después comencé a observar esas mismas cosas en todos lados. El deslizamiento es un tema que en nuestro país, por suerte, no es demasiado complejo.
–¿Por qué? –En gran medida, porque la mayor parte de nuestra población es de zonas llanas. Hay ejemplos y hay deslizamientos espectaculares en la cordillera, y hay algunas pequeñas poblaciones afectadas por deslizamiento...
–Deslizamiento de tierras... –De laderas. Rocas fundamentalmente. Por eso le digo que no es un tema tan complejo en nuestro país. Yo cuando doy mis clases a los chicos les digo: “Hay temas muy hermosos como la famosa tectónica de placas, que explica, por ejemplo, por qué los océanos están donde están o por qué los continentes están donde están..., entonces, existiendo un tema tan bello, ¿por qué tenemos que ocuparnos de cascotes que caen por las laderas, que es un tema aparentemente aburrido?”.
–¿Y por qué, entonces? –Porque producen pérdidas de vida y daños económicos muy importantes. Entonces ahí cobra sentido el hecho de estudiar deslizamiento. En cuanto a qué cantidad de víctimas y pérdidas económicas, tendríamos que tener estadísticas, que en nuestro país no tenemos. En Estados Unidos se han hecho estudios y dicen que pierden 1,5 billón de dólares por deslizamiento y tienen entre 25 y 50 muertos por año. Ese tema cobra sentido, entonces, cuando sabemos que puede tener una utilidad práctica, como evitar pérdidas de vidas. Y acá tuve la oportunidad de detectar una pequeña población de Catamarca que vive bajo riesgo de deslizamiento y que salió en el diario en el año ’93 o ’94. El pueblo se llama Villa Vil. En general, cuando hay deslizamiento y hay muertos lo que se cuenta son los muertos. Pero si se puede hacer prevención en un lugar que está bajo riesgo de deslizamiento, nuestros estudios cobran sentido y tienen una gran utilidad. Nosotros pudimos detectar allí un riesgo, pero sólo nos ocupamos de la parte técnica. La gente que está a cargo del Poder Ejecutivo tiene que tomar las decisiones. Y muchas veces los políticos piensan más en votos que en personas: si uno dice que hay 400 personas afectadas por deslizamiento, cuyo pueblo puede quedar sepultado por las piedras, esperaría que hubiera alguna reacción. Pero 400 votos no dan para todo lo que hay que mover para desplazar ese pueblo.
–¿Y por qué se producen los deslizamientos? –Hay un geólogo estadounidense que dice que es el proceso geológico más común.
–¿Por qué? –Porque se necesitan dos cosas nada más: gravedad (que está en todos lados) y relieve. Esta lapicera, sobre un plano inclinado, cae porque hay relieve. Como los deslizamientos son materiales rocosos que se mueven por las laderas empujados por la gravedad hacia abajo...
–Tiene que ser material rocoso suelto... –Hay de dos tipos. Puede haber roca fresca que se moviliza, por ejemplo; a veces la intensidad de una sacudida sísmica es tan grande que puede afectar muy profundamente el macizo rocoso y desprender roca fresca. Esa roca se tritura durante el movimiento, de modo que los depósitos de esos desprendimientos tienen una serie de características particulares que cuando uno ve el perfil del depósito reconoce que ése es un depósito que se va a deslizar.
–¿Cuáles son los dos casos de deslizamiento? –Depende del tipo de material involucrado. Deslizamiento es una palabra general. Los de habla inglesa hablan de landslide e incluyen dentro de ese término un montón de movimientos. Nosotros los llamamos movimientos de remoción en masa. Pero hay muchos tipos: deslizamientos, expansiones laterales, vuelcos, caídas, flujos. Hay varios tipos de movimiento de masa. Otra cosa que resulta muy interesante: la cordillera estuvo englasada hace varios miles de años...
–¿Englasada..? –Con glaciares. Cuando esos hielos se retiraron, el hielo dejó de ejercer presión por su propio peso sobre el piso y sobre los laterales de los valles. Al derretirse, las laderas se relajan, se acaba esa presión, y esa relajación de las laderas dio origen a infinidad de movimientos de masa muy grandes. Un ejemplo muy interesante es la pared sur del Aconcagua. Entre valle y valle muchas veces aparece una divisoria de aguas: ahí se cayó completa una divisoria, que permite ver el perfil de un valle glaciario, porque se cayó una parte que terminó generando un inmenso flujo que se fue valle abajo por el río Mendoza. Eso es muy común: en cordilleras se producen grandes eventos de deslizamiento. Hubo, por ejemplo, algunas avalanchas de roca que endicaron el río Mendoza. Es un río con un caudal muy importante; sin embargo, a lo largo del río a veces quedan restos de los depósitos que cerraron el valle y aguas arriba restos de depósitos lacustres, porque ese cierre de valles generó un lago en el pasado. Entonces ahí está el registro de esos lacustres...
–¿Y usted qué hace concretamente? –Estudio los lugares de deslizamiento e informo. Uno tiene esa pequeña frustración de hacer correctamente la tarea técnica, informar que hay una población en riesgo y que después no ocurra nada.
–¿Es generalizado el problema en Argentina? –Creo que sí. Usted recordará las inundaciones que hubo en Santa Fe, que se discutía sobre si había habido informe técnico o no. Otro ejemplo famoso es lo que ocurrió en Tartagal en 2009: esa inundación que vino de la sierra, un flujo de detritos (una especie de barro con mucho material inorgánico y troncos de árboles). Y en realidad el problema es que muchas veces eso se debe a que el hombre no sabe ver las cosas. Ahí en Tartagal hay un puente ferroviario; cuando uno tiene un río, el río tiene un ancho determinado. Ese puente, construido a fines de 1800, tiene 64 metros de luz, o sea, por debajo del puente hay 64 metros, que es el ancho de esa planicie por la que corre el río. Aguas abajo de ese puente se construyó un puente carretero mucho más moderno, con sólo 14 metros de luz. Cuando vino la creciente, los troncos de árboles se trabaron en esos 14 metros de luz, hicieron levantar el pelo del agua; los troncos que venían en superficie se calzaron por debajo del puente ferroviario y lo arrancaron hacia arriba. Y eso es lo que produjo la inundación en Tartagal; fue más consecuencia del hombre que del proceso natural. Si no hubieran ocupado esos 64 metros de luz que tiene la planicie aluvial, probablemente la creciente hubiera pasado y no hubiera afectado tanto a Tartagal como la afectó. Eso es porque se ahorró, se hicieron 14 metros de puente en lugar de 64 metros de puente, que es lo que corresponde. Es muy común que en las obras vinculadas con contener desastres naturales tenga poco peso la opinión del geólogo. Se desprecia el poder de la naturaleza, que en algún momento se resarce de que la minimicen de esa manera.